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¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN A NUESTROS AMIGOS-LECTORES!

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Si esta cuaresma hemos muerto al pecado, ¿cómo vamos a vivir todavía sujetos a él? Si hemos sentido dolor de nuestros defectos, ¿vamos a reincidir en ellos?



Atento aviso: 
Tenemos algunos comentarios y preguntas pendientes por nuestro receso de Semana Santa, en breve las publicaremos y contestaremos.
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UN DISCO QUE NO DEBE FALTAR EN LOS HOGARES MEXICANOS: SALE EL 22 DE ABRIL

¿NOS QUEDA EL SACO?, REFLEXIONEMOS...

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EL PODER DEL REINO DE SATÁN RESIDE EN LA BLANDURA DE LOS CRISTIANOS


EL PAPA SAN PÍO X DIJO:

"...Hemos de adorar las disposiciones de la Divina Providencia que, después de establecer su Iglesia aquí abajo, permite que encuentre en su camino obstáculos de toda índole y resistencias formidables. La razón es, por otra parte, evidente: la Iglesia es militante y está, en consecuencia, sumida en una lucha continua. Esa lucha hace del mundo un verdadero campo de batalla y de todo cristiano un soldado valeroso que combate bajo el estandarte de la cruz. Esa lucha ha comenzado con la vida de nuestro Santísimo Redentor y no ha de terminar más que con el mismo fin de los tiempos. Así pues, hace falta que todos los días, como los valientes de Judá al volver de la cautividad, rechazar con una mano al enemigo y levantar con la otra las paredes del Templo santo, es decir: trabajar en la propia santificación...

"Sí, estamos en una época en la que muchos enrojecen al confesarse católicos, muchos otros odian a Dios, la fe y la revelación, el culto y sus ministros, mezclan en todos sus discursos una impiedad burlona, niegan todo y todo lo tornan en risa y sarcasmos, sin respetar siquiera el santuario de la conciencia...

"Que no se exageren, las dificultades cuando se trata de practicar lo que la fe nos impone para cumplir nuestros deberes, para ejercitar el fructuoso apostolado del ejemplo que el Señor espera de todos nosotros: Unicuique mandavit proximo suo. Las dificultades vienen de quien las crea y las exagera, de quien a sí se confía y no al socorro del cielo, de quien cede cobardemente intimidado por las burlas y risas del mundo: de lo que hay que concluir que, en nuestros días más que nunca, la fuerza de los malos es la cobardía y debilidad de los buenos, y todo el nervio del reino de Satán reside en la blandura de los cristianos.

"¡Oh! Si se me permitiera, como lo hizo en espíritu Zacarías, preguntar al Señor: «¿Qué son esas llagas en medio de tus manos?» no cabría duda sobre la respuesta: «Me han sido infligidas en casa de los que me amaban», por mis amigos que nada han hecho por defenderme y que, al contrario, se han hecho cómplices de mis adversarios. Y de este reproche que merecen los cristianos pusilánimes e intimidados de todas partes, no puede escaparse un número grande..."

Fragmentos del discurso pronunciado por el papa San Pío X el 13 de diciembre de 1908 después de la lectura de los decretos de beatificación de Juana de Arco, Juan Eudes, Francisco de Capillas y Teófano Vénard y sus compañeros. Si bien se dirige en ese momento, en cierto modo, en particular a los franceses, esto tiene una aplicación universal.  Acta Apostolicsi Sedes,15 de enero de 1909, págs. 142-145.

CEDER O CALLAR ANTE LOS ENEMIGOS DE CRISTO ES CONTRARIO A LA SALVACIÓN Y PROPIO DE COBARDES: LEÓN XIII

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"Es de advertir que en este orden de cosas que pertenecen a la fe cristiana hay deberes cuya exacta y fiel observancia, si siempre fue necesaria para la salvación, lo es incomparablemente más en estos tiempos.

"Porque en tan grande y universal extravío de opiniones, deber es de la Iglesia tomar el patrocinio de la verdad y extirpar de los ánimos el error; deber que está obligada a cumplir siempre e inviolablemente, porque a su tutela ha sido confiado el honor de Dios y la salvación de las almas. Pero cuando la necesidad apremia no sólo deben guardar incólume la fe los que mandan, sino que “cada uno esté obligado a propagar la fe delante de los otros, ya para instruir y confirmar a los demás fieles, ya para reprimir la audacia de los infieles” (*). Ceder el puesto al enemigo, o callar cuando de todas partes se levanta incesante clamoreo para oprimir a la verdad, propio es, o de hombre cobarde o de quien duda estar en posesión de las verdades que profesa. Lo uno y lo otro es vergonzoso e injurioso a Dios; lo uno y lo otro, contrario a la salvación del individuo y de la sociedad: ello aprovecha únicamente a los enemigos del nombre cristiano, porque la cobardía de los buenos fomenta la audacia de los malos.

"Y tanto más se ha de vituperar la desidia de los cristianos cuanto que se puede desvanecer las falsas acusaciones y refutar las opiniones erróneas, ordinariamente con poco trabajo; y, con alguno mayor, siempre. Finalmente, a todos es dado oponer y mostrar aquella fortaleza que es propia de los cristianos, y con la cual no raras veces se quebrantan los bríos de los adversarios y se desbaratan sus planes. Fuera de que el cristiano ha nacido para la lucha, y cuanto ésta es más encarnizada, tanto con el auxilio de Dios es más segura la victoria. “Confiad: yo he vencido al mundo” (**). Y no oponga nadie que Jesucristo, conservador y defensor de la Iglesia, de ningún modo necesita del auxilio humano porque, no por falta de fuerza, sino por la grandeza de su voluntad, quiere que pongamos alguna cooperación para obtener v alcanzar los frutos de la salvación que Él nos ha conquistado."

(*) «Quilibet tenetur fidem suam allis propalare, vel ad instructionem aliorum fidelium sive confirmationem, vel ad reprimendum infidelium insultationem» (S. Th. 2. 2ac. 3, 2 ad 2).

(**) "Confiad, yo he vencido al mundo" (10.16,33).


S.S. León XIII, Carta Encíclica Sapientiae Christianae

NO LO OLVIDES: ROSARIO DEL PRIMER DÍA DEL MES

RECUERDA QUE ESTE SÁBADO ES PRIMER SÁBADO DE MES

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No olvides que nos hemos comprometido, en este año, a lo siguiente:

-El rezo diario del Santo Rosario. Haz clic AQUÍ.
-Cumplir la petición de la dulcísima Virgen en Fátima: realizar la comunión reparadora de los cinco primeros sábados de mes. Haz clic AQUÍ.
-Renovar nuestra Consagración al Inmaculado Corazón de María. Haz clic AQUÍ.
-Rezar diariamente la oración por los pecadores enseñada por la Virgen en Fátima, pidiendo -además- con nuestras propias palabras que el Papa consagre, junto con todos los obispos del mundo, Rusia al Inmaculado Corazón de María. Esta es la oración: "Oh Jesús mío, perdónanos y líbranos del fuego de infierno, lleva al Cielo a todas las almas, socorre especialmente a las más necesitadas de tu misericordia".

LA CONFESIÓN GENERAL, CUÁNDO OBLIGA Y CUÁNDO CONVIENE

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Discípulo. –– Padre, la última cosa. ¿Qué es la Confesión General?

Maestro. –– Se llama Confesión General a la acusación de todas las culpas cometidas en toda la vida o en parte notable de ella (por ejemplo, a partir de que se realizó la primera confesión mal hecha, incluyendo las subsecuentes, hasta la fecha actual).

D. — ¿Es necesaria la Confesión General?

M. — Para muchos puede ser necesaria para otros solamente útil y para algunas nocivas.

D. — ¿Cuándo es necesaria?

M. — Es necesaria cuando las confesiones precedentes fueron sacrílegas o nulas.

D. — ¿Y cuándo son sacrílegas y cuándo nulas?

M. — Las confesiones son sacrílegas (y por lo mismo también nulas) cuando, a sabiendas, se callan pecados graves, sabiendo que hay obligación de confesarlos, o bien, cuando falta el dolor o, propósito necesarios; son (solo) nulas cuando la falta de dolor o de propósito de no pecar, no la advertía el penitente en el acto de la confesión.

D. — ¿Quién, pues, se encuentra en la necesidad de hacer Confesión General?

M. — Encuéntrase en la absoluta necesidad de hacer una confesión general, aquellos que, sea por malicia, sea por vergüenza, callaron o negaron algún pecado mortal en las confesiones pasadas, o bien, alguna circunstancia que cambiase la especie del pecado o no se acusaron con precisión del número de los pecados mortales, de que tenían conciencia, o también declararon los pecados al confesor en forma tal, que no entendiese, o bien, si le engañaron con mentiras graves al responder a sus preguntas.

D. — Tenga la bondad de explicarme con ejemplos todas estas cosas.

M. — Supongamos que un pobrecito pecador desde la primera vez que se confesó, calló ciertos pecados por vergüenza de confesarlos; aun cuando hubiera declarado bien todos los demás, sin embargo, por no haber corregido la primera confesión mal hecha, ninguna de las confesiones fue buena, y por lo mismo se encuentra en la absoluta necesidad de subsanarlas todas, con una confesión general en la que, además debe acusarse de los sacrilegios cometidos.

Supongamos otro que desgraciadamente, habiendo cometido en otros tiempos ciertos pecados de obra, al acusarse de ellos siempre hubiera (solo) dicho que tuvo malos pensamientos; también éste se confesó mal y tiene necesidad de confesarse generalmente.

Supongamos todavía otro que tuvo la desgracia de cometer pecados, pero con otra persona; si al confesarlos calló esta circunstancia y lo hizo a caso hecho, cómo la condición particular de haber pecado con aquella persona debía haberla manifestado y culpablemente la calló, se confesó mal y debe confesarse también generalmente.

Supongamos, por último, que otro tuviese la costumbre de cometer cuatro o cinco pecados graves cada semana o cada mes y que al confesarse, en vez de cuatro o cinco pecados declaro sólo dos o tres, o bien tres o cuatro, sabiendo con seguridad que mentía, éste si confesaba, confesaba mal, y se halla en el caso de los anteriores, es decir, que debe hacer Confesión General.

D. — ¡Por Dios!

M. — Aún más. La Confesión General es, en segundo lugar es de absoluta necesidad para quien siempre se ha confesado sin dolor y propósito de no cometer más pecados, según se ha dicho anteriormente, o también para quien no ha cumplido fielmente las obligaciones impuestas por el confesor, como por ejemplo de abandonar la ocasión próxima y voluntaria de los pecados o destruir algún libro prohibido o entregarlo a quien tenga licencia para leerlo o retenerlo, de romper con ciertas relaciones, y así de otros casos semejantes. Todos éstos habiendo faltado a las cualidades sustanciales de la confesión, deben por lo mismo poner en orden y tranquilidad su conciencia mediante una buena Confesión General.

D. — Padre, ¿estos tales son pocos o son muchos?


M. — ¡Plugue a Dios que sea pocos los que se encuentran en estas circunstancias! Mas la experiencia diaria demuestra que el número de ellos es, mucho mayor de lo que se cree, aun entre personas aparentemente buenas.

En la vida de Santa Inés de Monte Pulciano se lee, que un señor rico, estimado por todos como buen cristiano, siendo como era muy devoto de aquella santa y de su monasterio, la socorría con muchas y generosas limosnas; y la santa, en cambio, rogaba mucho por su bienhechor.

Cierto día, estando la santa en oración, fue arrebatada en éxtasis, durante el cual vio en medio del infierno un palacio todo de fuego, y oyó una voz que le dijo: “Inés, este palacio es de tu bienhechor, y cuanto antes vendrá a habitarlo”. Vuelta en sí Inés muy asombrada mandó llamar a aquel señor que viniese a verla. Vino, en efecto, contóle la santa la espantosa visión que había tenido. Aquel señor tembló, palideció y como desvanecido, declaró sinceramente que hacía como treinta años que se confesaba mal, a causa de haber permanecido siempre voluntariamente en ocasión próxima de pecado. Entonces la santa lo animó a hacer una buena Confesión General. Obedeció aquel señor y he aquí, que Inés, tuvo luego otra visión en la que vio aquel palacio en el Paraíso, y oyó la misma voz que le decía: “bien pronto vendrá tu bienhechor a habitarlo”.

Ahora bien, todo aquel que, a causa de sus malas confesiones, tema tener preparado su palacio o su casa en el infierno, ya sabe lo que debe hacer para librarse: confesarse bien.

D. — Padre, cuando uno se dejó algunos pecados en las confesiones pasadas por ignorancia o por olvido y después lleva a conocerlos o a recordarlos, ¿está obligado a repetir las confesiones pasadas o confesarse generalmente?

M. — No, cuando los pecados se dejaron por ignorancia o por olvido, entonces sólo hay Obligación de reparar aquellas omisiones parciales. Para que haya obligación de la Confesión General, es preciso que se trate de haber recibido mal el sacramento a sabiendas y queriendo cometer sacrilegio.

D. —Y cuando dudamos de si tenemos obligación o no, de hacer Confesión General, ¿cómo debemos comportarnos?

M. — En este caso expónganse al confesor las dudas que se tengan, y sígase su resolución.

LA CONFESIÓN GENERAL ES ÚTIL EN OTROS CASOS

D. — Gracias, Padre; y ahora dígame: ¿para quiénes será útil la Confesión General?

M. — 1. Es útil a quien duda acerca del valor de las confesiones pasadas, y tiene necesidad de poner en paz su conciencia.
2. Es útil a todos aquellos que nunca la han hecho, pues suele producir en sus corazones mayor contrición de los pecados y consolidar la firmeza y la eficacia del propósito de no volver a cometer más.
3. Es también muy útil a aquellos que se encuentran en un punto decisivo de su vida o deben escoger o abrazar un estado del cual depende su porvenir espiritual. Estos podrán así recibir del confesor, que hace las veces de Dios, mayor luz y mejor consejo y conseguir mayor seguridad en su elección.

D. — ¿Por ejemplo, los esposos, al aproximarse las bodas?

M. — Así es. También a éstos les es muy útil la Confesión General, ya para disponerse mejor para recibir el sacramento que los ha de unir hasta la muerte de uno de ellos, ya para obtener aquella luz y consejo indispensable para gobernarse debidamente en tal estado. El matrimonio es un sacramento grande ¡ay de quien lo recibe indignamente! Dios no bendecirá nunca un matrimonio en el que interviene el pecado.

D. — ¿Cuándo, Padre, puede intervenir el pecado en el noviazgo?

M. — 1. Cuando se prolonga mucho el noviazgo (prolongarlo innecesariamente expone a faltas graves).

2. Cuando se permiten los novios ciertas libertades en sus conversaciones y en sus tratos.

3. Cuando, estando en pecado los novios, o no se confiesan, o, lo que es peor, se confiesan mal, para casarse.

D. — ¿Es, pues, necesario en tal confesión manifestar que se va a contraer matrimonio, y pedir consejo al confesor en tales circunstancias?

M. — Sin duda. No manifestándolo, ¿cómo puede el confesor ilustrarles en lo concerniente al nuevo estado que pretenden abrazar?

D. — Padre ¿cuál es el tiempo más propicio para hacer una Confesión General?

M. — Si se trata solamente de pura utilidad o devoción, el tiempo más indicado es el de los Ejercicios Espirituales, y mejor al fin de los mismos; más si se trata de ponerse en gracia de Dios, debe hacerse cuanto antes se pueda.

Quien piensa disponer de tiempo (para su conversión), no se demore, dice el proverbio.

D. — ¿Y se deben escribir los pecados para mejor recordarlos?

M. — Generalmente no. El que tuviere necesidad de recurrir a la escritura, hágalo con la debida cautela, y apenas terminada la confesión, destruya aquel escrito, de modo que nadie pueda ya leerlo, ni siquiera el mismo penitente (puede, también, escribirse en clave que solo el penitente entienda).

Entre los muchos episodios chistosos que se leen en la vida de San Juan Bosco, se encuentra el siguiente: Un buen muchacho, deseoso de hacer con la mayor precisión posible su confesión general, había escrito sus pecados, llenando con ellos un cuadernillo. Más sin saber cómo, perdió el pequeño volumen de sus infaustas gestas. Mete una y más veces sus mayos en los bolsillos, busca y vuelve a buscar por todas partes. El manuscrito no aparece. Entonces el pobre muchacho se desconsuela, siente oprimírsele el corazón y rompe a llorar. Por buena suerte, el cuadernito se lo había encontrado Don Bosco. Cuando los compañeros del muchacho lo llevaron llorando ante el Santo, sin haberle podido arrancar la causa de su llanto, Don Bosco le preguntó:

— ¿Qué te pasa, Jaimito? ¿Estás enfermo? ¿Tienes algún disgusto? ¿Te han pegado?

El buen muchacho enjugándose un poco las lágrimas y animándose un poco, le responde, ¡He perdido los pecados! A estas palabras los compañeros prorrumpieron en regocijadas risas, y Don Bosco, que en seguida lo había comprendido todo, le dice discretamente:

—Feliz de ti si has perdido los pecados, y mucho más feliz, si ya no los vuelves a encontrar, porque sin pecados, irás ciertamente al cielo.

Mas Jaimito pensando que no había sido comprendido, se explicó diciendo:

— ¡He perdido el cuaderno en que los tenía escritos!

Entonces, D. Bosco, sacando del bolsillo el gran secreto, le dice:

—Está tranquilo, querido, que tus pecados han caído en buenas manos; ¡élos aquí!

Al verlos el pobrecito se sosegó y sonriendo añadió:

—Si hubiese sabido que era Ud. quien los había encontrado, en vez de llorar me hubiera echado a reír. Esta noche al irme a confesar lo hubiera dicho: Padre, me acuso de todos los pecados que usted se ha encontrado y que tiene en el bolsillo.

D. — Muy chistoso, en verdad, es el caso, y como todos los episodios y escenas de este gran educador y humildísimo santo, lleno de dulzura. 

Y finalmente, Padre, ¿para quiénes podría ser nociva la Confesión General?

M. — Puede ser nociva especialmente para las personas escrupulosas o llenas de ansiedades y de vanos temores: para aquellos que, habiéndola hecho varias veces, no se aquietan nunca y quisieran cada momento decir, desde el principio, lo que tienen dicho ya cien veces. A todos éstos, la confesión general les servirá sólo para suscitarles un avispero de mayores ansiedades y escrúpulos. Estos deben obedecer al confesor, y cuando él les asegura que pueden estar tranquilos... que él responde ante Dios del estado de su alma, ¿por qué dudar? El confesor ve y juzga mejor que ellos. Deben, pues, quedar bien persuadidos de que obedeciendo al confesor, obedecen a Dios mismo.

D. — Entonces, pues, cuando el confesor no permite la Confesión General, ¿debe ser obedecido?

M. — Sin duda, cuando el confesor no permite la Confesión General está en uso de sus plenos derechos y el penitente tiene el deber de obedecer. Solamente a este precio se consigue poco a poco llegar a gozar de aquella tranquilidad tan suspirada. Querer encontrar la paz por otros caminos, es como pedir peras al olmo.

Ya vez, en resumen, de cuánta importancia es la Confesión General. Después de esto no hay por qué maravillarnos que haya sido tan recomendada de los santos, como de un San Ignacio, de un San Carlos Borromeo, de un San Francisco de Sales, de un San Buenaventura, de un Santo Tomás de Aquino, que son los más célebres por su práctica espiritual y por su doctrina.

Animo, pues. Ninguno se deje engañar del demonio; y teniendo necesidad, dispóngase a hacer una Confesión General. Anímemos el pensamiento de que, por su remedio, podemos en cierto modo reconquistar la inocencia bautismal.

En la vida de los santos monjes del desierto se lee que un joven, gran pecador, se presentó al monasterio con el fin de hacerse religioso, al cual el Superior le mandó que hiciera Confesión General el domingo siguiente en la iglesia del monasterio. El joven con este intento se preparó y escribió todos sus pecados para mejor recordarlos y confesarlos. Ahora bien, mientras se confesaba leyendo sus culpas, un monje de los más ancianos y virtuosos vio al mismo tiempo un ángel que iba tachándolos del catálogo que tenía en la mano el joven, hasta dejarlo por fin completamente blanco; como significando la blancura inmaculada con que había quedado adornada el alma de aquel joven.

Un hecho semejante lo refiere Cesáreo, Obispo de Arles. Era cierto estudiante de París, el cual, habiendo sido gran pecador, pero queriéndose convertir de veras y a toda costa, fue a hacer Confesión General con un buen confesor de la Orden Cisterciense. Más no pudiendo declarar sus pecados, por la abundancia de lágrimas y suspiros, el confesor le exhortó a que los escribiese en un papel, lo que el joven hizo de muy buena gana. Púsose luego el confesor a leerlos y encontró allí casos tan enormes, y complicados que no se atrevió a resolverlos por sí mismo, por lo que pidió y obtuvo del penitente la licencia necesaria para consultar acerca de ellos con el Superior. Mas cuando el Abad tomó aquel papel para leerlo, al punto exclamó: “Pero, ¿qué cosa he de leer si no hay nada escrito?” —En efecto, Dios milagrosamente había borrado del papel todos los pecados de aquel joven, así como los había también borrado de su alma.

Más, ¿a qué ir aduciendo ejemplos de los santos, cuando el mismo Jesucristo nos declara que la Confesión General nos devuelve verdaderamente la inocencia bautismal? En confirmación de esto tenemos el de Sta. Margarita María Alacoque.

Estaba la Santa practicando los Santos Ejercicios Espirituales, cuando se le apareció Jesucristo, y le dijo: ––“Margarita, deseo que renueves la Confesión General de los pecados de toda tu vida, y yo te regalaré un cándido vestido”.

Margarita, para complacer a Jesús, puso mano a la obra, y después de un diligente examen, verificó su Confesión General. Inmediatamente después se le apareció de nuevo Jesús, quien llevando en sus manos un blanquísimo vestido se lo vistió diciéndole: “Este es, Margarita, el vestido que te había prometido”. Aquella cándida vestidura era la imagen de la inocencia bautismal.

¡Oh, mil veces bendita sea la Confesión General, que produce en nuestras almas, tan maravillosos efectos, que la purifica más y más y la deja de nuevo tan bella como si entonces acabara de salir de la pila del Santo Bautismo!

D. —Gracias, Padre, lo he entendido todo muy bien, y le agradezco cordialmente su doctrina; la estamparé en mi corazón.

CONFESAOS BIEN

Pbro. Luis José Chiavarino




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FRENTE A UN MUNDO AGNÓSTICO Y ATEO PROCLAMEMOS NUESTRA FE INQUEBRANTABLE:

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CRISTO, VERDADERO HOMBRE Y VERDADERO DIOS

PIDAMOS LA FE VERDADERA

¿Y TÚ TE EXAMINAS DE LOS PECADOS DE OMISIÓN?

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Las convicciones que ocultamos por el miedo a que nos tachen de anticuados...

La blasfemia o el chiste irrespetuoso que complacientemente escuchamos, temerosos del qué dirán si protestamos...

Los silencios cómplices al no manifestar y defender la Verdad y el Bien, por el miedo a la opinión de terceros...

Las herejías que toleramos al cura modernista para no incomodarnos por el qué dirán los demás fieles o el propio cura...

Las preces omitidas que incidieron en almas que no cambiaron de vida y se condenaron porque no hubo quien orase por ellas, haciendo caso omiso a lo que pidió y advirtió la Virgen en Fátima...

Las misas que no mandamos decir y las oraciones que no hicimos por nuestros parientes y por las almas del purgatorio, en general, para que alcanzaran pronto la bienaventuranza eterna...

Las tolerancias al mal comportamiento de nuestros hijos para evitarnos problemas...

Las correcciones que debimos hacer y que por comodidad callamos...

Las almas que, pudiendo, no engendramos para Dios, pero que nuestro egoísmo disfrazó de "paternidad responsable", acallando nuestro deber de fecundidad...

La lágrima que vimos rodar en el rostro de quien camina a nuestro lado y por no querernos involucrar, no la enjugamos...

El suéter que no quisimos quitarnos para darlo aquel mendigo que tiritaba de frío, pues nos costó mucho dinero...

El pedazo de pan que no compartimos, porque nadie nos lo regaló, y que justificamos diciendo que por nuestro propio esfuerzo lo obtuvimos...

La riña que no quisimos evitar, para no meternos en problemas que no son nuestros...

La herida que no quisimos curar, porque no fuimos nosotros quien la hicimos...

La palabra de aliento o el buen consejo que nunca regalamos a quien encontramos afligido o necesitado, porque "no tenemos tiempo" para ello...

La paciencia que no mostramos ante los defectos del prójimo...

El tiempo que negamos para escuchar a alguien que necesitaba hablar, diciéndonos que no podíamos perderlo...

Los conocimientos que pudimos compartir y que egoístamente nos reservamos...

La limosna que no ofrecimos, porque -sin tener verdadero fundamento- pretextamos que no queremos contribuir a la mendicidad y ociosidad...

La sonrisa que no regalamos a aquel que encontramos en el camino, porque no tiene nada que ver conmigo...

El perdón que no ofrecimos...

La disculpa que nuestro orgullo silenció...

La carta que alguien esperó y nunca escribimos...

La visita que no hacíamos a nuestros padres o parientes solos o ancianos...

La formación religiosa deficiente para nuestros hijos (o apenas para la Primera Comunión) y los sacramentos diferidos 
(deben ser: Bautismo, en peligro de muerte o antes del mes de nacido; Confesión -primero- y Primera Comunión -después-, al llegar al uso de razón, etc.)...

El adoctrinamiento religioso que no impartimos a nuestros sirvientes...

El aborto que se cometió y que tal vez nuestro consejo hubiera evitado...

La visita a ese enfermo o a ese preso que quedó solo en el olvido...

La medicina que pudimos regalar al enfermo grave y necesitado, pero como alcanzaba a afectar nuestra economía nunca adquirimos...

La confesión y comunión omitidas que anualmente, al menos, nos obligan los mandamientos de la Iglesia...

Los días de ayuno y abstinencia de carne rotos en días obligatorios...

Las misas dominicales a las que no asistimos sin razón suficiente...

Las oraciones de agradecimiento a Dios que omitimos (¡para pedirle no lo olvidamos!), las visitas de amor al Santísimo sacramento que nunca hicimos, el estudio de nuestra fe que siempre pospusimos, la lectura espiritual que no realizamos nunca.... todo con la excusa de que no disponemos de tiempo o estamos muy, muy, pero muy agotados...

En fin...TODO aquello que pudiendo y debiendo hacer no realizamos por pereza o egoísmo.

Obrar bien no solo consiste en evitar el mal, pues las omisiones culpables también son pecados.

Debemos, pues obrar el bien y no solo evitar el mal.

Qué pena y dolor por todo aquello que hemos omitido durante nuestra vida. Habrá algunas omisiones reparables... Otras ya no tienen remedio.

Pidamos perdón a Dios por todas y acusemos al Confesor las que hayan sido materia grave y corrijamos todo aquello que todavía sea reparable.

El creyente realmente debe, positivamente, amar a Dios sobre todas las cosas, y a su prójimo en la misma medida que a sí mismo se ama. No olvides, pues, examinar frecuentemente también los pecados de omisión (y especialmente al realizar el examen de conciencia, pues no basta analizar los mandamientos de Dios, de la Iglesia y los pecados capitales). Aquí solo hemos enumerado algunos. Analiza tus particulares obligaciones sobre tu estado de vida, y cuáles se desprenden de esto.

"HILLARY CLINTON REPRESENTA TODO LO QUE PLANNED PARENTHOOD HA CREÍDO Y LUCHADO": Cecile Richards, presidenta de Planned Parenthood

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  • Hillary declaró hace tres días que los no natos no tienen derechos .
  • Según Clinton, la clínica abortista más grande de Estados Unidos “debe ser financiada, apoyada y protegida”. Afirma, además, que como presidenta “les cubriré siempre las espaldas”.
  • Al César lo que es de Dios: Busca coercitivamente redefinir los dogmas religiosos” a su gusto y parecer.

EL ELECTORADO NORTEAMERICANO DEBE CONSIDERAR TODO ESTO

LA TIBIEZA VOLUNTARIA

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La tibieza lleva al alma a la rutina, a la indiferencia, a la
frialdad, al apartamiento de las cosas de Dios.

Hay dos especies de tibieza, una inevitable, otra que puede evitarse. La primera es la que sufren en el estado presente aun las almas espirituales, que por su fragilidad natural no pueden evitar el caer alguna vez en ligera culpa, aunque sin pleno consentimiento. Sin una gracia especial, concedida ciertamente a la Madre de Dios, ninguna alma hay exenta de este defecto, el cual es una consecuencia de la naturaleza corrompida por el pecado original.

Permite el Señor estas manchas en las almas de sus santos, para conservarles en la humildad. A menudo, pues, se sienten disgustados, sin fervor en sus ejercicios espirituales, y en estos momentos de aridez les es más fácil caer en algunas faltas, a lo menos indeliberadamente. Por lo demás, los que se encuentran en este estado, no por esto deben descuidar sus devociones de costumbre, ni desmayar. No crean por esto tampoco haber caído en la tibieza, porque esto no lo es: sigan sus ejercicios y oraciones: aborrezcan sus faltas, y renueven a menudo la firme resolución de ser enteramente de Dios: tengan confianza en Dios, que Dios les consolará.

La verdadera tibieza, la tibieza verdaderamente deplorable, es la que siente el alma cuando voluntariamente cae en pecados veniales y se duele poco de ellos y aún menos se esfuerza por evitarlos, diciendo que no son nada. ¡Y qué! ¿No es nada desagradar a Dios? Santa Teresa decía a sus religiosas: Hijas mías, guárdeos Dios de todo pecado voluntario, por leve que sea.

Suele decirse: pero estos pecados no nos privan de la gracia de Dios. Los que así hablan se hallan en grave peligro de perder efectivamente la divina gracia, cayendo en pecado mortal. San Gregorio dice, que el que voluntariamente cae en pecados veniales, y esto por hábito, sin dolerse ni pensar en la enmienda, no se detiene en donde cae, sino que va rodando hacia el abismo.

Las enfermedades mortales no proceden generalmente de un desorden grave, sino de muchos desórdenes ligeros repetidos con frecuencia: así pues muchas almas son impelidas a pecar mortalmente por la frecuencia con que repiten los pecados veniales. Dejan el alma tan débil estos pecados, que cuando se ve asaltada por alguna tentación violenta, no tiene fuerza para resistir y cae en ella.

El que desprecia las cosas pequeñas, poco a poco caerá.

El que no atiende a las pequeñas caídas vendrá un día a caer en algún precipicio. El Señor ha dicho: Porque eres tibio... comenzaré a vomitarte de mi boca. Y ser vomitado de Dios significa ser de él abandonado, o a lo menos privado de aquellos divinos auxilios especiales, que tan indispensables son para mantenerse en su gracia.

Meditemos bien este punto. El concilio de Trento condena a los que dicen, que podemos perseverar en el camino de la salvación hasta la muerte sin socorro especial del Señor.

No podemos pues perseverar en la gracia hasta la muerte sin un socorro especial y extraordinario del Señor.

Pero Dios lo rehúsa con justicia, los que no tienen escrúpulo en cometer voluntariamente pecados veniales. ¿Tiene acaso Dios obligación de conceder ese socorro especial a los que no temen disgustarle cada instante voluntariamente?

Quien escasamente siembra, escasamente también segará, dice el Apóstol. Si somos mezquinos con Dios, ¿cómo podemos esperar que sea Dios liberal con nosotros?

Infeliz aquella alma que hace paces con el pecado, aunque sea con el venial. Caminará de mal en peor, porque las pasiones van tomando cada día mayor imperio sobre ella, viniendo a menudo al fin a cegarla; y el ciego fácilmente puede caer en el precipicio cuando menos lo piensa. Temamos pues caer en la tibieza voluntaria: la tibieza voluntaria es semejante a la tisis, que no asusta al enfermo; pero es tan maligna que difícilmente se cura nadie de ella.

Por lo demás, aunque difícilmente se corrige una alma tibia, no por eso faltan remedios si quiere hacerlo. En primer lugar debe resolverse a salir de aquel miserable estado toda costa. Debe por tanto huir de toda ocasión de caída; porque sin esto no habría esperanza de enmienda; y encomendarse a menudo a Dios, rogándole con fervor le conceda fuerzas para salir de tan lamentable estado, sin dejar de rogar hasta verse libre de él.

Señor, tened piedad de mí. Conozco que merecería que me vomitáseis: tan tibio he sido en amaros. Me encuentro sin amor, sin confianza y sin fervor; Jesús mío, no me abandonéis. Tendedme vuestro brazo omnipotente, y sacadme de esta fosa de tibieza en que me miro sumergido.

Hacedlo por los méritos de vuestra pasión, que son toda mi esperanza. Virgen Santa, vuestros ruegos pueden socorrerme. Rogad a Dios por mí.

San Alfonso María de Ligorio

Varios posts sobre la tibieza, haz clic AQUÍ.

LA PASIÓN DEL CUERPO MÍSTICO

JORNADAS DE LA ASOCIACIÓN MEXICANA DE JURISTAS CATÓLICOS


COMUNIÓN ESPIRITUAL. EN QUÉ CONSISTE, FRUTOS Y BENEFICIOS.

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"Cuando no podáis comulgar ni oír Misa, podéis comulgar espiritualmente, que es de grandísimo provecho". Santa Teresa de Ávila.

Con el nombre de Comunión Espiritual se entiende el piadoso deseo de recibir la Sagrada Eucaristía, cuando no se le puede recibir sacramentalmente. Ha sido practicada por todos los santos, con gran provecho espiritual.

Advertencias

1) La Comunión Espiritual, como ya dijimos, puede repetirse muchas veces al día. Puede hacerse en la iglesia o fuera de ella, a cualquier hora del día o de la noche, antes o después de las comidas.

2) Todos los que no comulgan sacramentalmente deberían hacerlo al menos espiritualmente, al oír la Santa Misa. El momento más oportuno es, naturalmente, aquel en que comulga el sacerdote.

3) Los que están en pecado mortal deben hacer un acto previo de contrición, si quieren recibir el fruto de la Comunión Espiritual. De lo contrario, para nada les aprovecharía, y sería hasta una irreverencia, aunque no un sacrilegio, según explica el padre Antonio Royo Marín, OP, en su Teología Moral para Seglares. Los Sacramentos.

-oOo-

A propósito de la comunión espiritual, el Catecismo del Concilio Dogmático de Trento, llamado Catecismo Romano, porque es el compendio de la doctrina romana, se expresa así: “Hace falta que los pastores de almas enseñen que no hay sólo una manera para recibir los frutos admirables del sacramento de la Eucaristía, sino que hay dos: la comunión sacramental y la comunión espiritual”. La comunión espiritual es poco conocida y poco practicada, sin embargo es un manantial especial e incomparable de gracias. Por medio de ella muchas almas llegaron a gran perfección.

San Juan María Vianney, el Cura de Ars, decía: “Una Comunión espiritual actúa en el alma como un soplo de viento en una brasa que está a punto de extinguirse. Cada vez que sientas que tu amor por Dios se está enfriando, rápidamente haz una Comunión espiritual”.

El Sacro Concilio de Trento alaba mucho la Comunión espiritual, y exhorta a los fieles a practicarla.

Cuán agradable sea a Dios esta espiritual Comunión, y cuántas las gracias que por ella se nos conceden, lo manifestó el Señor a su sierva Sor Paula Maresca, fundadora del Monasterio de Santa Catalina de Siena, en Nápoles, mostrándole (como en su vida se refiere) dos vasos preciosos, de oro el uno y el otro de plata; y diciéndole que en el de oro conservaba sus comuniones sacramentales, y en el de plata las espirituales. Baste sobre todo saber que el Sacro Concilio de Trento alaba mucho la Comunión espiritual, y exhorta a los fieles a practicarla.

Jesús querría venir cada día a nuestro corazón con la comunión espiritual, pero no le basta todavía: querría unirse a nosotros continuamente. Este deseo divino se cumple con la comunión espiritual. “Cada vez que tú me deseas”, le decía Jesús a Santa Matilde, “tú me atraes dentro de ti. Un deseo, un suspiro, basta para ponerme en tu posesión”. A Sta. Margarita María le decía: “Tu deseo de recibirme ha tocado tan dulcemente mi corazón, que si yo no hubiera instituido ya este Sacramento, lo hubiera hecho en este momento, para unirme a ti”. El Señor le encargaba a Sta. Margarita de Cortona que le recordara a un religioso las palabras de San Agustín: “Cree y habrás comido”; es decir, haz un acto de fe y de deseo hacia la Eucaristía, y tú serás alimentado por este alimento divino. A la Beata Ida de Lovaina, durante una Misa en la que ella no había podido comulgar, Jesús le decía: “¡Llámame y yo vendré a ti!”, - “¡Venid, o Jesús!”, exclamó entonces la santa, y se sintió llenar de felicidad como si realmente hubiera comulgado. Finalmente, después de una comunión espiritual de la que gozaba todas las delicias, Santa Catalina de Siena oyó que Jesús le decía: “En cualquier lugar, de cualquier manera que me guste, yo puedo, quiero y sé satisfacer maravillosamente los santos ardores de un alma que me desee”.

Este deseo de Jesús de unirse a nosotros es infinito y omnipotente: no conoce otro obstáculo que nuestra libertad. Jesús ha multiplicado los milagros para venir a encerrarse en la hostia, para poder darse a nosotros. ¿Qué le cuesta hacer un milagro más y darse a nosotros?, ¿no es acaso el dueño de sí mismo, de todas sus gracias, de su divinidad? Y si, llamado por unas pocas palabras, baja del Cielo a la hostia, entre las manos del sacerdote, ¿no bajará a nuestro corazón, si es llamado por el ardor de nuestros deseos?

El primer efecto de la comunión espiritual es entonces el de acrecentar nuestra unión con la humanidad y con la divinidad del Verbo encarnado. Este es su efecto principal, su fruto esencial: todas las demás gracias que se reciben, derivan de esta. He aquí un resumen de ellas:

El fervor es reavivado. La “comunión espiritual”, decía el Santo Cura de Ars, “hace sobre el alma el efecto de un golpe de soplillo sobre el fuego cubierto de ceniza y próximo a apagarse. Cuando sentimos que el amor de Dios se enfría, ¡corramos pronto a la comunión espiritual!”. En medio de las pruebas de nuestra peregrinación aquí abajo, continuamente nos invade la tristeza, y nuestro corazón se llena de densas tinieblas. La comunión espiritual disipa la bruma, como el sol de la mañana; ella devuelve la alegría al corazón y da al alma la paz.

Ella conserva también el recogimiento: es el medio más eficaz para predisponerse contra la disipación, la ligereza y todas las divagaciones de la mente y de la fantasía. Nos acostumbra a tener nuestra mirada fija en Jesús, a conservar con Él una dulce y constante intimidad, a vivir con Él en una continua unión de corazones.

Ella nos desapega de todo lo que es puramente sensible y terrenal; nos hace despreciar las vanidades que pasan, los placeres del mundo que duran poco. “Ella es el pan del corazón, dice S. Agustín, ella es la curación del corazón”. Ella separa nuestro corazón de todo lo que es impuro e imperfecto; lo transforma y lo une estrechamente al corazón de Jesús.

La comunión espiritual tiene también una eficacia maravillosa para borrar los pecados veniales y para perdonar las penas debidas al pecado. La comunión espiritual dará en el cielo a las almas que la habrán hecho bien, una gloria sorprendente, y éstas gustarán de unas alegrías especiales, más dulces y deliciosas, que otros no conocerán. Nuestro Señor le decía a Santa Gertrudis, que cada vez que uno miraba con devoción a la Hostia Santa, aumentaría su felicidad eterna y se prepararía para el cielo tantas delicias distintas a medida que multiplicaba aquí abajo las miradas de amor y de deseo hacia la Eucaristía.

La comunión espiritual, aumentando cada día nuestros deseos de recibir a Jesús, nos empuja a la comunión sacramental, nos impide dejarla por culpa nuestra, la hace ser más frecuente, nos dispone a recibirla mejor y a sacar más frutos de ella. La comunión espiritual es, según todos los Santos, la mejor preparación a la comunión sacramental.

Añadid además que la comunión espiritual se puede ofrecer según la intención del prójimo, sea a favor de los vivos, sea a favor de los difuntos. La beata Margarita María de Alacoque recomendaba la comunión espiritual en sufragio de las almas del Purgatorio. “Vosotros aliviaréis bastante a aquellas pobres almas afligidas, decía ella, ofreciendo por ellas comuniones espirituales para reparar el mal uso que ellas han hecho de las comuniones sacramentales”.

Se puede además hacer después de la oración, después de la meditación, después de la lectura espiritual, antes y después del rezo del rosario y por la noche antes de dormirse. Se puede hacer todas las veces que se quiera. Aquí no importa el tiempo, importa el ardor y la vehemencia del deseo, el hambre y la sed del alma, ¡el impulso del corazón!

Los santos son unánimes en exaltar las maravillas de la comunión espiritual. Llegan a decir, como la Ven. María de la Cruz, “que Dios, con este medio, nos colma muchas veces de las mismas gracias de la comunión sacramental”; y, con Santa Gertrudis y el P. Rodríguez, “alguna vez también da gracias más grandes”; porque, anota éste último, “aunque la comunión sacramental sea, de por sí, de una mayor eficacia, sin embargo el fervor del deseo puede compensar la diferencia”.


RECORDATORIO DE ORACIÓN DE LOS DÍAS TRECE DE CADA MES

"MIS OVEJAS OYEN MI VOZ, YO LAS CONOZCO Y ELLAS ME SIGUEN" Jn. X, 27

AMORIS LAETITIA

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ANTECEDENTES

Resultado de que en Alemania el clero modernista -contaminado del protestantismo regional- ha implantado en muchas partes el sacrilegio de dar la Eucaristía a los divorciados en nueva unión (es decir a quienes viven en grave pecado y -de acuerdo con las enseñanzas de Cristo- en adulterio) contrariando la enseñanza evangélica que prohíbe la recepción de la Eucaristía a quien esté en pecado mortal, el tema se discutió durante dos años del presente pontificado (del papa Francisco) y fue impulsado por el principal instigador de este sacrilegio, el cardenal alemán Walter Kasper, a quien vivamente elogió el papa Francisco en su primer Ángelus luego de su elección (ver AQUÍ).

El tema llegó a ser el principal durante los dos sínodos sobre la familia. Es decir que se sometió a discusión y a postrer votación la aprobación del sacrilegio en la Iglesia. Kasper tuvo un papel preponderante durante los mismos -particularmente en el primer sínodo- con el elogio y el apoyo del papa (ver AQUÍ). Finalmente, tras los dos sínodos, la propuesta de Kasper no fue aprobada por falta de los votos necesarios para ello, pero sí fue apoyada por un alto número de cardenales modernistas. No obstante, y aunque se aclaraba que no alcanzó la votación requerida, quedó consignada -por deseos de Francisco- en el documento final del último sínodo.

La catolicidad fiel a la doctrina de Cristo, a las enseñanzas evangélicas y al Magisterio infalible de la Iglesia, no daba crédito al ver que el Romano Pontífice, en lugar de poner en su lugar a los clérigos alemanes que desobedecían el Magisterio de dos mil años mediante el sacrilegio contra el Cuerpo de Cristo, pidiera la discusión del mismo a todos los países, permitiera fuese propuesto en dos sínodos y que la verdad evangélica fuese puesta a votación "democráticamente" al final de los mismos, como si la Verdad Revelada por Dios estuviese sujeta a lo que pueda decir una mayoría humana.

Pasó un buen tiempo para conocerse la postura PERSONAL del papa. Muchos teólogos y cardenales publicaron estudios donde se demostraba cuál era la doctrina invariable, la doctrina inmutable al respecto, con la esperanza de que finalmente el papa volviese a recordarla de una manera clara y terminante. 

Finalmente, el papa Francisco ha publicado en este mes su exhortación postsinodal Amoris laetitia. Documento que no cumple con las condiciones que establece la Iglesia para que sea infalible, por lo que solo expresa el punto de vista personal y falible de Francisco. Por lo mismo, el resultado pudo llegar a ser verdaderamente fatal, pese a los intentos de la linea media que busca -a toda costa y con muy malos resultados- realizar la hermenéutica de la continuidad, aprovechando lo que tiene de aprovechable (aquello en que repite la doctrina de siempre) el propio documento y dizque interpretando lo que realmente quería decir Francisco y no dijo. Cabe reconocer que varios de la misma línea, finalmente, tuvieron la honradez de señalar que esto ya no es posible y que si bien se debe respetar la persona del papa, esto no significa desconocer la doctrina católica donde se indica cuáles son los límites de su autoridad, siendo que su misión es conducir la Iglesia enseñando y custodiando la Verdad Revelada que ha recibido como legado de Cristo y no puede modificar ni una iota de la misma. Como advierte y enseña el Concilio (dogmático) Vaticano Primero: “El Espíritu Santo no fue prometido a los sucesores de Pedro para que por revelación suya manifestaran una nueva doctrina, sino para que, con su asistencia, santamente custodiaran y expusieran fielmente la revelación transmitida por los apóstoles”. El Papa es DEPOSITARIO, no inventor de la Doctrina Católica.  

Recordemos que no será la primera vez en la Historia que un Pontífice yerre como persona privada al no cumplir con las condiciones -establecidas por la Iglesia- para que su magisterio sea infalible. Y que el error, como tal, no forma parte propiamente del magisterio. Gracias a Dios, cuando esto ha ocurrido Dios ha suscitado fieles que, con el debido respeto a la investidura y en defensa de la Verdad evangélica y por amor a Cristo y a su Iglesia, resisten y señalan el error. Y esto ya ha sucedido en el caso presente. Recordemos que por algo mucho menos grave san Pablo resistió a san Pedro, primer papa (ver AQUÍ).

A continuación reproducimos el que consideramos ha sido, hasta el momento, el mejor resumen del contenido de este documento:



La exhortación postsinodal Amoris laetitia: primeras reflexiones sobre un documento catastrófico

por Roberto de Mattei

Con la exhortación apostólica postsinodal Amoris laetitia, publicada el 8 de abril en curso, el papa Francisco se ha pronunciado oficialmente sobre problemas de moral conyugal que vienen debatiéndose desde hace dos años.

En el consistorio del 20 al 21 de febrero de 2014, Francisco había confiado al cardenal Kasper la misión de introducir el debate sobre este tema. La tesis de Kasper, según la cual la Iglesia debe cambiar su praxis matrimonial, fue el tema central de los sínodos sobre la familia celebrados en 2014 y 2015, y constituye el núcleo de la exhortación del papa Francisco.

Durante estos dos últimos años, ilustres cardenales, obispos, teólogos y filósofos han tomado parte en el debate para demostrar que entre la doctrina y la praxis de la Iglesia tiene que haber una íntima coherencia. La pastoral se funda precisamente en la doctrina dogmática y moral. «¡No puede haber una pastoral en desacuerdo con las verdades y la moral de la Iglesia, en conflicto con sus leyes y que no esté orientada a alcanzar el idea de la vida cristiana!», declaró el cardenal Velasio de Paolis en su alocución al Tribunal Eclesiástico de Umbría el 27 de marzo de 2014. Para el cardenal Sarah, la idea de separar el Magisterio de la praxis pastoral, que podría evolucionar según las circunstancias, modos y pasiones, «es una forma de herejía, una peligrosa patología esquizofrénica» (La Stampa, 24 de febrero de 2015).

En las semanas que han precedido a la publicación del documento se han multiplicado las intervenciones públicas de purpurados y obispos ante el Sumo Pontífice con miras a evitar la publicación de un texto plagado de errores, tomados de las numerosísimas enmiendas al borrador propuestas por la Congregación para la Doctrina de la Fe. Francisco no se ha echado para atrás. Al contrario, parece que encargó el texto definitivo de la exhortación, o al menos algunos de los pasajes clave, a teólogos de su confianza que han intentado reinterpretar a Santo Tomás a la luz de la dialéctica hegeliana. El resultado es un texto que no es ambiguo, sino claro, en su indeterminación. La teología de la praxis excluye de hecho toda afirmación doctrinal, dejando que sea la historia la que trace las líneas de la conducta en los actos humanos. Por esta razón, como afirma Francisco, «puede comprenderse» que, en el tema crucial de los divorciados vueltos a casar, «(…) no debía esperarse del Sínodo o de esta Exhortación una nueva normativa general de tipo canónico, aplicable a todos los casos» (§300). Si se tiene la convicción de que los cristianos no deben ajustar su comportamiento a principios absolutos, sino estar atentos a «signos de los tiempos», sería contradictorio formular cualquier clase de reglas.

Todos esperaban la respuesta a una pregunta de fondo: los que, tras un primer matrimonio vuelven a contraer matrimonio por la vía civil, ¿pueden recibir el sacramento de la Eucaristía? A esta pregunta, la Iglesia siempre ha respondido con un no rotundo. Los divorciados vueltos a casar no pueden recibir la comunión, porque su condición contradice objetivamente la verdad natural y cristiana sobre el matrimonio que se representa y actualiza en la Eucaristía (Familiaris consortio, § 84).

La exhortación postsinodal responde lo contrario: en líneas generales no, pero «en ciertos casos» sí (§305, nota 351). Los divorciados vueltos a casar deben ser «integrados» en vez de excluidos (§299). Su integración «puede expresarse en diferentes servicios eclesiales: es necesario, por ello, discernir cuáles de las diversas formas de exclusión actualmente practicadas en el ámbito litúrgico, pastoral, educativo e institucional pueden ser superadas» (§ 299), sin excluir la disciplina sacramental (§ 336).

En realidad, se trata de lo siguiente: la prohibición de recibir la comunión ya no es absoluta para los divorciados vueltos a casar. Por regla general, el Papa no los autoriza a recibirla, pero tampoco se lo prohíbe. «Esto –había destacado el cardenal Caffarra refutando a Kasper– afecta la doctrina. Inevitablemente. Se puede incluso decir que no lo hace, pero lo hace. Es más, se introduce una costumbre que a la larga inculca en el pueblo, sea o no cristiano, que no existe matrimonio totalmente indisoluble. Y esto desde luego se opone a la voluntad del Señor. No cabe la menor duda» (Entrevista en Il Foglio, 15 de marzo de 2014).

Para la teología de la praxis no importan las reglas sino los casos concretos. Y lo que no es posible en lo abstracto, es posible en lo concreto. Pero como acertadamente señaló el cardenal Burke, «si la Iglesia permitiera (aun en un solo caso) que una persona en situación irregular recibiese los sacramentos, eso significaría que, o bien el matrimonio no es indisoluble y por tanto la persona en cuestión no vive en estado de adulterio, o que la santa comunión no es el cuerpo y la sangre de Cristo, que por el contrario requieren la recta disposición de la persona, o sea el arrepentimiento del pecado grave y la firme resolución de no volver a pecar» (Entrevista de Alessandro Gnocchi en Il Foglio, 14 de octubre de 2014).

No sólo eso: la excepción está destinada a convertirse en una regla, porque el criterio para recibir la comunión lo deja Amoris laetitia al «discernimiento personal». El discernimiento se logra mediante «la conversación con el sacerdote, en el fuero interno» (§300), «caso por caso». ¿Y quién será el pastor de almas que se atreva a prohibir que se reciba la Eucaristìa, si «el mismo Evangelio nos reclama que no juzguemos ni condenemos» (§308) y es necesario «integrar a todos» (§297), y «valorar los elementos constructivos en aquellas situaciones que todavía no corresponden o ya no corresponden a su enseñanza sobre el matrimonio» (§292)? Los pastores que quisieran invocar los mandamientos de la Iglesia correrían el riesgo de actuar, según la exhortación, «como controladores de la gracia y no como facilitadores» (§310). «Por ello, un pastor no puede sentirse satisfecho sólo aplicando leyes morales a quienes viven en situaciones irregulares, como si fueran rocas que se lanzan sobre la vida de las personas. Es el caso de los corazones cerrados, que suelen esconderse aun detrás de de las enseñanzas de la Iglesia “para sentarse en la cátedra de Moisés y juzgar, a veces con superioridad y superficialidad, los casos difíciles y las familias heridas”» (§305).

Este lenguaje inédito, más duro que la dureza de corazón que recrimina a los «controladores de la gracia», es el rasgo distintivo de Amoris laetitia, que, no es ninguna casualidad, fue calificada por el cardenal Schöborn en la conferencia de prensa del pasado 8 de abril de «un evento lingüístico». «Lo que más me alegra de este documento -declaró el cardenal de Viena- es que supera de forma coherente la artificial división externa que distinguía entre regular e irregular». El lenguaje, como siempre, expresa un contenido. Las situaciones que la exhortación postsinodal define como «llamadas irregulares» son el adulterio público y la convivencia extramatrimonial. Para Amoris laetitia, éstas realizan el ideal del matrimonio cristiano, «de modo parcial y análogo» (§292). «A causa de los condicionamientos o de factores atenuantes, es posible que, en medio de una situación objetiva de pecado -que no sea subjetivamente culpable o no lo sea de modo pleno- se pueda vivir en gracia de Dios, se pueda amar, y también se pueda crecer en la vida de la gracia y la caridad, recibiendo para ello la ayuda de la Iglesia» (§305), «en ciertos casos, podría ser también la ayuda de los sacramentos» (nota 351).

Según la moral católica, las circunstancias, que constituyen el contexto en el que desarrolla la acción, no pueden modificar la cualidad moral de los actos haciendo buena y justa una acción intrínsecamente mala. Pero la doctrina de los absolutos morales y del mal intrínseco queda anulada por Amoris laetitia, que se acomoda a la “nueva moral” condenada por Pío XII en numerosos documentos y por Juan Pablo II en Veritatis splendor. La moral situacionista deja a la merced de las circunstancias y, en últimas, a la conciencia subjetiva del hombre, determinar qué está bien y qué está mal. Así, una unión sexual extraconyugal no se considera intrínsecamente ilícita, sino que, en tanto que acto de amor, se valora en función de las circunstancias. Dicho de un modo más general, no existe el mal en sí como tampoco pecados graves ni mortales. Equiparar a personas en estado de gracia (situaciones regulares) con personas en situación de pecado permanente (situaciones irregulares) es algo más que una cuestión lingüística: diríase que está en conformidad con la teoría luterana del hombre que es a la vez justo y pecador, condenada por el Decreto sobre la justificación en el Concilio de Trento (Denz-H, nn. 1551-1583).

La exhortación postsinodal Amoris laetitia es mucho peor que la exposición del cardenal Kasper, contra la que se han dirigido tantas y tan justas críticas en libros, artículos y entrevistas. Monseñor Kasper se limitó a plantear algunas preguntas; Amoris laetitia presenta la respuesta: abre puertas a los divorciados vueltos a casar, canoniza la moral situacionista y pone en marcha un proceso de normalización de todas las convivencias extramaritales.

Teniendo en cuenta que el nuevo documento pertenece al Magisterio ordinario no infalible, es de esperar que sea objeto de un análisis crítico profundo por parte de teólogos y pastores de la Iglesia, sin engañarse pensando que pueda aplicársele la hermenéutica de la continuidad.

Si el texto es catastrófico, más catastrófico es que lo haya firmado el Vicario de Cristo. Ahora bien, para quien ama a Cristo y a su Iglesia, es una buena razón para hablar y no quedarse callado. Hagamos nuestras, pues, las palabras de un valiente mitrado, monseñor Atanasio Schneider: «¡Non possumus! Yo no voy a aceptar un discurso ofuscado ni una puerta falsa, hábilmente ocultada para la profanación del sacramento del Matrimonio y de la Eucaristía. Del mismo modo, no voy aceptar una burla del sexto mandamiento de la Ley de Dios. Prefiero ser ridiculizado y perseguido en lugar de aceptar textos ambiguos y métodos insinceros. Prefiero la cristalina “imagen de Cristo, la Verdad, a la imagen del zorro adornado con piedras preciosas” (S. Ireneo), porque “yo sé a Quién he creído”, “scio cui credidi”» (II Tm 1, 12)» (Rorate Coeli, 2 de noviembre de 2015).

Roberto de Mattei

[Traducido por J.E.F] Fuente: Adelante la fe





EL SEGUNDO Y TERCER MANDAMIENTO DE LA LEY DE DIOS. CATECISMO EN VIDEOS: TEMA VEINTICINCO.

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COMPLEMENTADO CON EL CATECISMO DE SAN PÍO X



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DE LOS MANDAMIENTOS DE LA LEY DE DIOS
Tomado del Catecismo mayor de San Pío X

2º.- Del segundo mandamiento

374.- ¿Que nos prohíbe el segundo mandamiento: NO TOMARÁS EL NOMBRE DE DIOS EN VANO? - El segundo mandamiento: No tomarás el nombre de Dios en vano, nos prohíbe: 1º., pronunciar el nombre de Dios sin respeto; 2º., blasfemar contra Dios, contra la Santísima Virgen y contra los Santos; 3º., hacer juramentos falsos o no necesarios o de algún modo ilícitos.
375.- ¿Qué quiere decir pronunciar el nombre de Dios sin respeto? - Pronunciar el nombre de Dios sin respeto quiere decir pronunciar este santo nombre y todo lo que se refiere de un modo especial al mismo Dios, como en nombre de Jesús, de María y de los Santos, con algún enojo, por burla o de otra manera poco reverente.
376.- ¿Qué es blasfemia? - Blasfemia es un pecado horrendo, que consiste en palabras o acciones de menosprecio o maldición contra Dios, la Virgen, los Santos o contra las cosas santas.
377.- ¿Hay diferencia entre la blasfemia y la imprecación? - Hay diferencia, porque con la blasfemia se maldice o desea el mal a Dios, a la Virgen, a los Santos; mientras con la imprecación se maldice o se desea el mal a sí mismo o al prójimo.
378.- ¿Qué es juramento? - Juramento es traer a Dios por testigo de la verdad que se dice o de la que se promete.
379.- ¿Está siempre prohibido el jurar? - No siempre está prohibido el jurar, antes es lícito y aún de honra de Dios, cuando hay en ello necesidad y el juramento se hace con verdad, con juicio y con justicia.
380.- ¿Cuándo no se jura con verdad? - Cuando se afirma con juramento lo que se sabe o cree que es falso, o cuando con juramento se promete hacer lo que no se tiene intención de cumplir.
381.- ¿Cuándo se jura sin juicio? - Cuando se jura sin prudencia y sin madura consideración o por cosas de poca importancia.
382.- ¿Cuándo se jura sin justicia? - Cuando se jura hacer algo que no es justo o lícito, como vengarse, robar o cosas semejantes.
383.- ¿Estamos obligados a mantener el juramento de hacer cosas injustas o ilícitas? - No sólo no estamos obligados, antes pecamos haciéndolas, como cosas prohibidas por la Ley de Dios o de la Iglesia.
384.- ¿Qué pecado comete el que jura en falso? - Quien jura en falso comete pecado mortal, porque deshonra gravemente a Dios, verdad infinita, trayéndole por testigo de los falso.
385.- ¿Qué nos ordena el segundo mandamiento? - El segundo mandamiento nos ordena honrar el santo nombre de Dios y cumplir los votos, además de los juramentos.
386.- ¿Qué es voto? - El voto es una promesa que se hace a Dios de una cosa buena y a nosotros posible y mejor que su contraria, a la cual nos obligamos como si nos fuese mandada.
387.- ¿Qué se hará si el cumplimiento del voto se hiciere en todo o en parte difícil? - Se puede pedir la conmutación o la dispensa de él al propio Obispo o al Romano Pontífice, según la calidad del voto.
388.- ¿Es pecado infringir los votos? - Infringir los votos es pecado, y por esto no hemos de hacerlos sin madura reflexión y, ordinariamente, sin consejo del confesor o de otra persona prudente, por no exponernos a peligro de pecar.
389.- ¿Se pueden hacer votos a la Virgen y a los Santos? - Los votos se hacen sólo a Dios; pero se puede prometer a Dios hacer alguna cosa en honra de la virgen o de los Santos.

3º.- Del tercer mandamiento

390.- ¿Qué nos manda el tercer mandamiento: SANTIFICARÁS LAS FIESTAS? - El tercer mandamiento: santificarás las fiestas, nos manda honrar a Dios con obras de culto en los días de fiesta.
391.- ¿Cuáles son los días de fiesta? - En la ley antigua eran los sábados y otros días particularmente solemnes para el pueblo hebreo; en la ley nueva son los domingos y otras festividades establecidas por la Iglesia.
392.- ¿Por qué en la ley nueva se santifica el domingo en lugar del sábado? - En la ley nueva se santifica el domingo, que significa día del Señor, en lugar del sábado, porque en tal día resucitó Jesucristo Nuestro Señor.
393.- ¿Qué obra de culto se nos manda en los días de fiesta? - Se nos manda asistir devotamente al santo sacrificio de la Misa.
394.- ¿Con qué otras obras santifica el buen cristiano las fiestas? - En buen cristiano santifica las fiestas: 1º., asistiendo a la Doctrina cristiana, al sermón y a los divinos oficios; 2º., recibiendo a menudo y con las debidas disposiciones los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía; 3º., ejercitándose en la oración y en obras de cristiana caridad con el prójimo.
395.- ¿Qué nos prohíbe el tercer mandamiento? - El tercer mandamiento nos prohíbe las obras serviles y otras cualesquiera que nos impidan el culto a Dios.
396.- ¿Cuáles son las obras serviles que se prohíben en los días festivos? - Las obras serviles que se prohíben en los días festivos son las obras que se llaman manuales; a saber, los trabajos materiales en que el cuerpo tiene más parte que el espíritu, como las que de ordinario ejecutan los criados, obreros y artesanos.
397.- ¿Qué pecado se comete trabajando el día de fiesta? - Trabajando el día de fiesta se comete pecado mortal; pero excusa de culpa grave la brevedad del tiempo que se emplea.
398.- ¿Hay algunas obras serviles que se permiten los días de fiesta? - Se permiten los días de fiesta las obras que son necesarias a la vida o al servicio de Dios y las que se hacen por causa grave, pidiendo licencia, si se puede, al propio párroco.
399.- ¿Por qué fin se prohíben en las fiestas las obras serviles? Se prohíben en las fiestas las obras serviles para que podamos atender mejor al culto divino y a la salvación de nuestra alma y para descansar de nuestras fatigas. Por esta razón no se prohíbe en ellas algún honesto esparcimiento.
400.- ¿Qué otras cosas hemos de evitar principalmente en las fiestas? - En las fiestas hemos de evitar principalmente el pecado y todo lo que pueda inducirnos a él, como son las diversiones y reuniones peligrosas.


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