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OREMOS POR ECUADOR


23 de abril: MARCHA POR LA VIDA EN LA CIUDAD DE MÉXICO ¡ASISTE CON TU FAMILIA!

SOLO LA IGLESIA CATÓLICA ES LA VERDADERA Y ÚNICA IGLESIA DE CRISTO

FILIAL PROMESA QUE POR AMOR HAREMOS A NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO... POR SI TUVIÉRAMOS LA DESGRACIA DE LLEGAR A ESTAR EN PECADO MORTAL

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"Mi pecado más incurable era el no creerme pecador": San Agustín

ENSEÑANZAS IRREFORMABLES DEL CONCILIO DOGMÁTICO DE TRENTO

Canon XI sobre la Eucaristía:

CAN. XI. Si alguno dijere, que sola la fe es preparación suficiente para recibir el sacramento de la santísima Eucaristía; sea excomulgado. Y para que no se reciba indignamente tan grande Sacramento, y por consecuencia cause muerte y condenación; establece y declara el mismo santo Concilio, que los que se sienten gravados con conciencia de pecado mortal, por contritos que se crean, deben para recibirlo, anticipar necesariamente la confesión sacramental.. Y si alguno presumiere enseñar, predicar o afirmar con pertinacia lo contrario, o también defenderlo en disputas públicas, quede por el mismo caso excomulgado.

Sobre la contrición y el propósito de enmienda como requisito para recibir la absolución sacramental:

La Contrición, que tiene el primer lugar entre los actos del penitente ya mencionado, es un intenso dolor y detestación del pecado cometido, con propósito de no pecar en adelante. En todos tiempos ha sido necesario este movimiento de Contrición, para alcanzar el perdón de los pecados; y en el hombre que ha delinquido después del Bautismo, lo va últimamente preparando hasta lograr la remisión de sus culpas, si se agrega a la Contrición la confianza en la divina misericordia, y el propósito de hacer cuantas cosas se requieren para recibir bien este Sacramento. Declara, pues, el santo Concilio, que esta Contrición incluye no sólo la separación del pecado, y el propósito y principio efectivo de una vida nueva, sino también el aborrecimiento de la antigua, según aquellas palabras de la Escritura: Echad de vosotros todas vuestras iniquidades con las que habéis prevaricado; y formaos un corazón nuevo, y un espíritu nuevo.

Sobre la indisolubilidad del sacramento del matrimonio

CAN. VII. Si alguno dijere, que la Iglesia yerra cuando ha enseñado y enseña, según la doctrina del Evangelio y de los Apóstoles, que no se puede disolver el vínculo del Matrimonio por el adulterio de uno de los dos consortes; y cuando enseña que ninguno de los dos, ni aun el inocente que no dio motivo al adulterio, puede contraer otro Matrimonio viviendo el otro consorte; y que cae en fornicación el que se casare con otra dejada la primera por adúltera, o la que, dejando al adúltero, se casare con otro; sea excomulgado.
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LA ÉTICA SITUACIONAL ESTÁ CONDENADA POR LA IGLESIA

La "ética (o moral) situacional" es un error condenado por el papa Pío XII* y por el Santo Oficio en 1956. Este error propone como norma moral EL SUBJETIVISMO, pues sostiene que la propia conciencia no puede ser ordenada por principios y leyes universales (como los Diez mandamientos y la Revelación), sino que en cada caso ha de verse conforme a las concretas condiciones o circunstancias en las que hay que actuar, y de acuerdo con lo cualla conciencia individualtiene que juzgar y elegir. Así, según los modernistas, la conciencia subjetiva (aunque esté culpablemente mal formada) prevalece sobre la moral objetiva. Este gravísimo error está presente en Amoris laetitia, pues sin negar los principios, los viola y los contradice en la práctica pastoral, invocando -sin nombrarla- la "ética situacional", pues en vez de ayudar y corregir a las conciencias que estuvieran deformadas, las apoya en su error y las precipita al abismo.

Santo Tomás de Aquino define la conciencia como un acto de juicio práctico mediante el cual se aplican los principios universales a las acciones particulares (S. Th., I, q. 79, a. 13). En consecuencia, según la moral recta, la conciencia aplica la norma moral objetiva al caso particular; no crea la norma en función de la situación subjetiva en que se halle el sujeto.

La "ética situacional" anula la objetividad de la moral volviéndola subjetiva, individual y personal, con lo que el sujeto se siente autorizado a juzgar que tal o cual mandamiento o virtud objetivos no son practicables por él en la situación en que se encuentra y, por ende, según él, no le obligan.


*Nota: La neomoral de situación fue condenada por la Iglesia mediante tres solemnes declaraciones pontificias de Pío XII: el Radiomensaje a los educadores cristianos, del 23 de marzo de 1952 (AAS, nº 44, 1952, pág. 273); el Discurso a los delegados de la Federación Mundial de las Juventudes Femeninas Católicas (AAS, nº 44, 1952, pág. 414), y el Discurso con ocasión del quinto Congreso Mundial de Psicología Clínica, del 13 de abril de 1953 (AAS, nº 45, 1953, pág. 278). Por remate, el Santo Oficio promulgaba, respecto a la neomoral, un decreto fechado el 2 de febrero de 1956 (AAS, nº 48, 1 956, págs. 144-145).



Ver también (haz clic): 1) http://www.catolicidad.com/2016/04/amoris-laetitia.html  2)http://www.catolicidad.com/2009/05/¿comulgar-sin-confesarse?.html  3) http://www.catolicidad.com/2012/03/cinco-pasos-que-se-requieren-para-confesarse-bien.html

NO LO OLVIDES: 23 DE ABRIL A LAS 10:30 A.M., MARCHAREMOS POR LA VIDA. DE LA FUENTE DE LA DIANA CAZADORA AL MONUMENTO DE LA MADRE EN LA CIUDAD DE MÉXICO

¿RECUERDAS ESTE DIÁLOGO?

¿CUÁNDO COMIENZA LA VIDA?

UN ÉXITO LA 5a. MARCHA POR LA VIDA EN LA CIUDAD DE MÉXICO

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Miles de mexicanos inundaron el Paseo de la Reforma y el Monumento a la Madre este sábado. Salieron a defender la vida y a dar voz a quienes no la tienen, en la marcha que anualmente efectúa la organización Pasos x la Vida. Enhorabuena. Los esperamos, de nuevo, el año entrante.


EL DEMONIO MUDO (de la impureza o de deshonestidad)

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Discípulo. —Padre, no hace mucho ha nombrado Ud. al demonio mudo; ¿qué es eso del demonio mudo?

Maestro. —Es el demonio de la impureza o deshonestidad. Jesús mismo lo llamó así en el Santo Evangelio.

D. — ¿Qué cosa es impureza o deshonestidad?

M. —Son todos los pecados prohibidos en el sexto y noveno mandamientos, es decir, las acciones, las miradas, palabras o deseos malos y la infidelidad y malicia en el matrimonio.

D. — ¿Es pecado muy grave el de la impureza?

M. — Es gravísimo y abominable a los ojos de Dios y de los hombres. Rebaja a quien lo comete a la condición de los brutos, es causa de muchos otros pecados y provoca los más terribles castigos, tanto en esta vida como en la otra.

La Sagrada Escritura designa al pecado impuro con los nombres más infames: “delito pésimo, cosa detestable, cosa horrible, maldad innominable”. San Pablo declara expresamente: Que ni los muelles, los que pecan a solas; ni los fornicadores, los que pecan con otra persona: ni los adúlteros, los que son infieles al matrimonio, irán al Paraíso.

D. — ¡Pobres de nosotros! Es preciso ir alerta.

M. —Ciertamente. Los Santos Padres están concordes en decir que la impureza es el pecado que mayor número de personas arrastra al infierno.

D. — ¿De veras?

M. —Sí, por cierto. San Agustín afirma: así como la soberbia ha poblado el infierno de ángeles rebeldes, así la deshonestidad lo llena de hombres. Y San Alfonso añade, que todo cristiano que se condena, se condena o por deshonestidad, o entra allí manchado también con ese feo pecado.

D. — ¿Cuál será la causa de ello?

M. — Son dos los motivos principales: Primero, porque los pecadores de la deshonestidad se encuentran fácilmente; Segundo, porque quien a ellos se habitúa, difícilmente se enmienda.

D. — ¿Por qué se cometen con tanta facilidad?

M. — No debe creerse que los pecados de deshonestidad consistan tan solamente en la fornicación, adulterio y otras enfermedades por el estilo; éstos son los más graves. Para pecar mortalmente contra la pureza, bastan las miradas lascivas, las lecturas obscenas, las canciones impúdicas, los gestos y las palabras de doble sentido, los galanteos licenciosos, los actos deshonestos y hasta los pensamientos y complacencias internas y los deseos, impuros cuando son deliberadamente consentidos.

D. — Y ¿por qué son tan difíciles de corregir?

M. — Porque, frecuentemente, un pecado llama a otro pecado, una impureza a otra impureza, hasta que en breve se forja una cadena que ya no se rompe nunca. También aquí puede decirse ¡Ay del que comienza!

D. —Así ha de ser. Mas la confesión, ¿no sirve para nada? ¿No basta para romper esa cadena?

M. —La confesión siempre es un medio poderosísimo, cuando se hace bien; más aquí está el peligro, el engaño del demonio mudo, que procura amordazar la lengua, para que se callen o se confiesen mal estos pecados, como antes hemos visto.

D. — ¡Ah! Si los que caen en estos pecados se confesasen siempre bien; ¿no es verdad, Padre, que pronto se corregiría de la deshonestidad? La confesión tendría en ellos virtud suficiente para contrarrestar sus perversas inclinaciones.

M. — exactamente. El demonio mudo, es amigo de las tinieblas, la confesión aporta la luz al alma y la luz ahuyenta los pecados.

D. —Entonces, ¿es que la misericordia de Dios abandona al pecador deshonesto?

M. —No, precisamente es lo contrario. Dios no abandona al pecador deshonesto, sino que éste abandona, a Dios, o porque no piensa en El, o lo que es peor, despreciándole como hemos visto anteriormente; por lo cual a la deshonestidad se le apellida madre de la impenitencia final; y así es dicho de los santos que, “vida deshonesta, muerte impenitente”.

D. — ¿Por qué será la madre de la impenitencia final?

M. —Porque los moribundos deshonestos, generalmente, no se confiesan. Los tales, o no quieren confesarse, o no se resignan a dejar el pecado, o no se arrepienten como debieran.

D. — ¿Hasta en aquella hora suprema?

M. —Sí, aún entonces. Prefieren perder el Paraíso e irse al infierno antes que confesarse debidamente.

Martín Lutero era monje agustino a causa de un amor impuro abandonó el convento, se rebeló contra la Iglesia, fundó el protestantismo, y con su vida rota, dio los más graves escándalos.

Bien entrada la noche se hallaba una vez al balcón de una posada con su compañera de pecado, Catalina Bora. El cielo estaba limpio y miríadas de estrellas centelleaban alegremente: Ella, tal vez asqueada de aquella vida de remordimientos, de repente, Vuelta a Lutero, le dice: “¡Mira, Martín, cuan bello es el cielo!” A estas palabras, Martín, recostando su cabeza sobre Catalina y exhalando un profundo suspiro, exclama: “¡Sí, Catalina, bello es el cielo, pero no es para nosotros!” — ¡Desgraciado! Sentía perder el Paraíso y acercarse el infierno, pero confesaba su imposibilidad de salir de aquel atolladero, y poco después moría en aquella misma posada con señales de la más terrible desesperación y tragándose sus propios excrementos. Vida deshonesta, muerte impenitente.

Teodoro Beza, sucesor de Calvino, y corifeo de la reforma protestante, atacado de una mortal enfermedad, fue visitado por San Francisco de Sales, que con su celo apostólico intentó por todos los medios a su alcance inducirlo a abjurar el error, entrar de nuevo a la Iglesia Católica y disponerse a una muerte cristiana.

Lloraba Teodoro al oír las fervorosas exhortaciones del Santo Obispo, más de vez en cuando suspirando decía: ¡Imposible! —Finalmente, insistiendo el Santo por saber el porqué de aquella palabra “imposible”, Teodoro, haciendo un esfuerzo supremo, apoyándose sobre uno de sus codos, retiró la cortina que ocultaba una alcoba y señalando a una mujer allí escondida, dijo: “He aquí el porqué de mi imposibilidad de convertirme y de salvarme”. La muerte y el infierno antes que dejar el pecado.

En la ciudad de Espoleto, vivía una joven bien parecida, pero de muy disolutas costumbres, entregada en absoluto a la vanidad y a los bailes.

Avisada diferentes veces para que se corrigiese, siempre despreciaba orgullosamente las caritativas amonestaciones, pagándolas con locas burlas. Su propia madre, complacida de la hermosura y desenfado de su hija, gozaba de verla cortejada de muchachos amantes y dejaba correr las cosas, con la esperanza de que pasado el fervor de la juventud entraría alguna vez en juicio.

¡Oh ciega y desaconsejada madre, que por no corregirla engañas a tu propia hija y la dejas correr hacia el deshonor y la ruina! ¿Qué sucedió?

Enfermó gravemente aquella desgraciada hija. Algunas personas respetables del vecindario que iban a asistirla le exhortaban a que llamase al sacerdote, recibiera los Sacramentos, y se preparase para la muerte. Pero la miserable, obstinada decía: “¡Cómo, yo tan joven, tan hermosa, he de morir! ¡Imposible!, ¡yo no quiero morirme!” Llegó por fin el sacerdote; éste a su vez le conjuraba a que tuviera juicio, que sé encomendase a María Santísima, que le podría sorprender la muerte... “Qué muerte ni qué ocho cuartos... Yo he de sanar...No he de morirme, no quiero”.

Al fin viendo que tanto le insistían, y notando que le iban faltando las fuerzas, en un esfuerzo supremo exclamó llena de rabia: “Bien, si es así que me he de morir, ven tú, ¡oh diablo, y llévate mi alma!” Cubriéndose la cara con la sábana, murió desesperada. “Vida deshonesta, muerte desesperada”.

Escucha esto último y horroricémonos.

Un caballero de malas costumbres tenía consigo desde algún tiempo atrás una muchacha tan malvada como él. A quien le hablaba de despedirla le confesaba con un desdeñoso “no puedo”. Pero vínole la muerte y se encargó de hacerlo. Enfermó de gravedad el desgraciado caballero, y en los últimos momentos, vino un sacerdote a prepararle para el terrible paso a la eternidad. Con tanta caridad le trató, que el enfermo muy compungido le dijo: “Con mucho gusto, aun cuando he llevado una vida tan escandalosa, quiero morir bien con una santa confesión”.

— ¿Queréis, pues recibir los Sacramentos como pertenece a un buen cristiano?

— Con mucho gusto los recibiré, si usted se digna administrármelos.

Mas para esto es preciso que antes despidáis a aquella joven, ocasión de vuestros pecados.

— ¡Ah, Padre, eso sí que no puedo hacerlo!

— Y ¿por qué no podéis? Podéis y debéis hacerlo, mi caro señor, si queréis salvaros.

— ¡Digo que no puedo!

— Pero, ¿no comprendéis que la muerte que tenéis tan cerca, tiene que quitárosla, por la fuerza?

— ¡No puedo, Padre, no puedo! De esta forma, ni yo puedo absolveros, ni administraros los sacramentos, perderéis el Paraíso y os precipitaréis en el infierno.

— ¡No puedo!

–– ¿Es imposible que no os resolváis a cambiar de parecer? Pensad en vuestro honor y estima, si morís excomulgado. “No puedo”, repite por última vez el desgraciado, y asiéndola del brazo, la acerca a sí y abrazándola con vehemencia, entre aquellos impuros brazos, exhaló su alma impura. “Vida deshonesta, muerte impenitente”.

D. —Tremendo, pero justo castigo de Dios. ¿Será posible, Padre, que no se pueda abandonar el pecado?

Cuenta San Agustín que cierto hombre, por más que se le avivase, rogase y conjurase a que abandonase una casa, que con grande escándalo frecuentaba, jamás se le pudo inducir a ello, diciendo que no podía de ninguna manera. Cierto día corrió que en aquella misma casa le sobaron la badana de lo lindo.

¿Lo creerás? No volvió a aquella casa; desapareció como por encanto, la pretendida imposibilidad, y en lo sucesivo, ni siquiera pasaba por delante de la casa.

“Quod non facit Dominus, concluye el Santo, facit baculus”.

Lo que Dios no hizo, ni el amor de su alma, lo consiguió el palo.

D. — ¡Qué buen medio, Padre, para quitar a muchos la imposibilidad de abandonar los pecados y sus ocasiones! ¡Qué sermón tan eficaz sería el del palo!

CONFESAOS BIEN

Pbro. José Luis Chiavarino

MARÍA ES LA GRAN AUXILIADORA PARA DEJAR DE PECAR. PRACTICA ESTA SENCILLA DEVOCIÓN:VER AQUÍ.

LOS LAICOS NO SON MÁS IMPORTANTES QUE LA JERARQUÍA DE LA IGLESIA

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"El sacerdocio es la suprema dignidad entre todas las dignidades creadas". (San Alfonso María de Ligorio. Selva de materias predicables e instructivas, cap. I, 1).
Nada como un sacerdote que es fiel a Cristo

De la Iglesia docente y de la Iglesia discente

Entre los miembros que componen la Iglesia hay una distinción notabilísima, porque hay en ella quien manda y quien obedece, quien enseña y quien es enseñado.

La parte de la Iglesia que enseña se llama docente o enseñante.

La parte de la Iglesia que aprende se llama discente o enseñada.

Esta distinción en la Iglesia la ha establecido el mismo Jesucristo.

La Iglesia docente y la Iglesia discente son dos partes distintas de una misma y única Iglesia, como en el cuerpo humano la cabeza es distinta de los otros miembros, y con todo forma con ellos un solo cuerpo.

Componen la Iglesia docente todos los Obispos, con el Romano Pontífice a la cabeza, ya se hallen dispersos, ya congregados en Concilio.

Componen la Iglesia discente o enseñada todos los fieles.

Por ello no es posible creer católicamente que los laicos -ni varones ni mujeres- puedan ser más importantes que la jerarquía y que los sacerdotes ("El sacerdocio es la suprema dignidad entre todas las dignidades creadas", dice san Alfonso Ma. de Ligorio al explicar la enseñanza de la Iglesia), así lo sostenga como opinión personal (falible, al no usar la prerrogativa de la infalibilidad) acerca de las mujeres el propio Papa*.

El sacerdote está ungido y consagrado a Dios.

La autoridad de enseñar la tienen en la Iglesia el Papa y los Obispos, y con dependencia de ellos, los demás sagrados Ministros. Esta enseñanza debe ser siempre fiel al Sagrado depósito de la fe y en concordancia con lo que siempre y en todas partes ha enseñado la Iglesia. San Vicente de Lerins, Padre de la Iglesia del siglo V, en sus Apuntes para conocer la verdadera fe o Commonitorium explica que es lo que se presenta como un consenso universal en la Iglesia, desde la aurora de la fe, y que no debe alterarse nunca porque es oro, y el oro debe conservarse: "Es verdadera y propiamente católico lo que fue creído en todas partes, siempre, por todos". "Has recibido oro, debes entregar oro (...) no plomo, no bronce, en lugar del precioso metal". "El cristiano deberá hacer todo lo posible para adherirse a la antigüedad, la cual no puede evidentemente ser alterada por ninguna nueva mentira". "Por consiguiente, anunciar a los cristianos alguna cosa diferente de la doctrina tradicional no era, no es, no será nunca lícito; y siempre fue obligatorio y necesario, como lo es todavía ahora y lo será siempre en el futuro, reprobar a quienes hacen bandera de una doctrina diferente de la recibida". 

Cuando es así, cuando se enseña la doctrina tradicional de la Iglesia, todos estamos obligados a escuchar a la Iglesia docente (conformada también por todos los papas y concilios de 2,000 años de Iglesia, pues el Magisterio de la Iglesia se compone por todas las enseñanzas infalibles definidas durante toda la historia de la Iglesia con base en la Revelación divina), so pena de eterna condenación, porque Jesucristo dijo a los Pastores de la Iglesia en la persona de los Apóstoles: “El que a vosotros oye, a Mí me oye, y el que a vosotros desprecia, a Mí me desprecia”.

Además de la autoridad de enseñar, tiene la Iglesia especialmente el poder de administrar las cosas santas, hacer leyes y exigir su cumplimiento.

El poder que tienen los miembros de la Jerarquía eclesiástica no viene del pueblo, y decir esto sería herejía, sino que viene únicamente de Dios.

El ejercicio in constructione (en construcción y solo para construcción, nunca para destrucción) de estos poderes compete exclusivamente al orden jerárquico, es decir, al Papa y a los Obispos a él subordinados, considerando siempre lo definido por el Concilio Vaticano Primero: “El Espíritu Santo no fue prometido a los sucesores de Pedro para que por revelación suya manifestaran una nueva doctrina, sino para que, con su asistencia, santamente custodiaran y expusieran fielmente la revelación transmitida por los apóstoles”. El Papa es DEPOSITARIO, no inventor de la Doctrina Católica.

Cuando la Verdad revelada es contradicha, tanto la Iglesia docente como la discente tienen el derecho y el deber de defenderla.




*NOTA: Dijo Francisco: "La mujer, en la Iglesia, es más importante que los obispos y los sacerdotes; el cómo es lo que debemos intentar explicitar mejor". Ver aquí: https://www.youtube.com/watch?v=RJ_ruIIKOco

SE INAUGURARON LAS JORNADAS DE LA ASOCIACIÓN MEXICANA DE JURISTAS CATÓLICOS EN LA UNIVERSIDAD ANÁHUAC

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El miércoles 27 de abril se inauguraron en la Facultad de Derecho de la Universidad Anáhuac de la Ciudad de México en Huixquilucan (Sala de Juicios Orales) las I Jornadas de la Asociación Mexicana de Juristas Católicos (V Jornadas Hispánicas de Derecho Natural) que versan sobre "las Consecuencias Político-Jurídicas del Protestantismo, a los Quinientos Años de Lutero" (el daño causado por la reforma protestante).

La primera ponencia tocó al Dr. Alejandro Ordoñez (Universidad Santo Tomás de Santafé de Bogotá -Colombia-) que brillantemente disertó sobre "La libertad protestante en los ordenamientos jurídicos modernos y contemporáneos".

Como segundo conferenciante, el Dr. Juan Fernando Segovia (Universidad de Mendoza -Argentina-), abordó con elocuencia el importante tema relativo a "La secularización como resultado de la laicidad protestante".

Estas jornadas con prestigiosos ponentes internacionales -como oportunamente informamos- continuarán durante los días 28 (todo el día) y 29 de abril. La clausura se llevará  a cabo el viernes a las 12.00 hrs. La entrada es libre registrándose al llegar a la sede del evento.  El programa puede verse aquí (haz clic): JORNADAS DE LA ASOCIACIÓN MEXICANA DE JURISTAS CATÓLICOS

ACTO DE CONTRICIÓN PARA REZARLO CON ESTAS ORACIONES TODAS LAS NOCHES ANTES DE DORMIR

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Lo recomendable, antes de dormir, después de un breve examen de conciencia, es diariamente hacer -con verdadero arrepentimiento y propósito de enmienda- este acto de contrición y rezar un padrenuestro y la devoción de las tres avemarías (tal como se explica AQUÍ), así como la oración de Fátima, la de san Miguel Arcángel y por las almas del purgatorio (así como cualquier devoción particular pidiendo por quienes tenemos obligación de rezar: Iglesia, familiares, superiores, amistades, sacerdotes, país, etc.). Esto no quita más de cuatro o cinco minutos.

Oración de Fátima por los pecadores:

Oh Jesús mío, perdónanos y líbranos del fuego de infierno, lleva al Cielo a todas las almas, socorre especialmente a las más necesitadas de tu misericordia.

Oración a san Miguel Arcángel de León XIII:

San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha, sé nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del demonio. Que Dios manifieste su poder contra él, es nuestra humilde súplica. Y tú, oh príncipe de la milicia celestial, con el poder que Dios te ha conferido, arroja al infierno a Satanás y a los demás espíritus malignos que ambulan por el mundo para la ruina y perdición de las almas.

Oración por las almas del purgatorio dictada por N.S. Jesucristo a santa Gertrudis:

Padre eterno, yo te ofrezco la preciosísima Sangre de tu Divino Hijo Jesús, en unión con las misas celebradas hoy día a través del mundo por todas las benditas ánimas del purgatorio.



Recuerda que el Acto de Contrición perfecto no es suficiente para poder comulgar, para ello es necesario ir con el sacerdote y confesar antes cualquier pecado mortal que se tenga. El padre Loring no desaconseja el rezo del Señor mío Jesucristo (a menos que se diga como perico), sino que propone una alternativa para habituarse a realizar un acto de contrición perfecto más breve para casos de peligro. Lo fundamental del ACTO DE CONTRICIÓN PERFECTO es que sea sincero, por amor a Dios y detestando nuestros pecados para luchar firmemente por no volver a cometerlos, es decir, implica un propósito de enmienda (y supone la intención de confesar a la brevedad).

TEMA COMPLEMENTARIO: http://www.catolicidad.com/2013/06/puede-dios-perdonarme-si-no-hay-un.html

EL CUARTO MANDAMIENTO DE LA LEY DE DIOS. HONRARÁS A TU PADRE Y MADRE. CATECISMO EN VIDEOS: TEMA VEINTISEIS.

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COMPLEMENTADO CON EL CATECISMO DE SAN PÍO X



DE LOS MANDAMIENTOS DE LA LEY DE DIOS
Tomado del Catecismo mayor de San Pío X


CAPITULO III
DE LOS MANDAMIENTOS QUE MIRAN AL PRÓJIMO
1º.- Del cuarto mandamiento

401.- ¿Qué nos manda el cuarto mandamiento: HONRARÁS A TU PADRE Y A TU MADRE? - El cuarto mandamiento: Honrarás a tu padre y a tu madre, nos manda respetar al padre y a la madre, obedecerles en todo lo que no es pecado y asistirles en sus necesidades espirituales y temporales.
402.- ¿Qué nos prohíbe el cuarto mandamiento? - El cuarto mandamiento nos prohíbe ofender a nuestro padres de palabra, de obra o de otro modo cualquiera.
403.- ¿A quiénes más comprende este mandamiento con el nombre de padre y de madre? - Con el nombre de padre y madre comprende también este mandamiento a todos lo superiores, así eclesiásticos como seglares, a los cuales por esta razón debemos obedecer y reverenciar.
404.- ¿De dónde les viene a los padres la autoridad de mandar a sus hijos y a los hijos la obligación de obedecer a sus padres- La autoridad que los padres tienen de mandar a los hijos y la obligación de éstos de obedecerles viene de Dios, que constituyó y ordenó la familia para que suministre al hombre los primeros medios necesarios para su perfeccionamiento material y espiritual.
405.- ¿Tienen los padres deberes para con sus hijos? - Los padres tienen el deber de amar, alimentar y mantener a sus hijos, proveer a su educación religiosa y civil, darles buen ejemplo, alejarlos de las ocasiones de pecado, corregirlos de sus defectos y ayudarlos a abrazar el estado a que Dios los llama.
406.- ¿Nos ha propuesto Dios un dechado de familia perfecta? - Dios nos propuso un dechado de familia perfecta en la Sagrada Familia, en la que Jesucristo estuvo sujeto a María Santísima y a San José hasta la edad de treinta años, esto es, hasta que empezó a cumplir la misión de evangelizar que le confió su Eterno Padre.
407.- Podrían las familias proveer a todas sus necesidades si viviesen separadas? - Si las familias viviesen separadas no podrían proveer a todas sus necesidades; fue necesario que se juntasen en una sociedad civil, a fin de ayudarse mutuamente al perfeccionamiento y el bienestar común.
408.- ¿Qué es sociedad civil? - Sociedad civil es la unión de muchas familias dependientes de la autoridad de una cabeza para ayudarse unas a otras a conseguir el mutuo perfeccionamiento y el bienestar temporal.
409.- ¿De dónde le viene a la sociedad civil la autoridad por que es gobernada? - La autoridad por que es gobernada la sociedad civil viene de Dios, que quiere se constituya ésta para el bien común.
410.- ¿Hay obligación de respetar y obedecer a la autoridad que gobierna la sociedad civil? - Si, señor; todos los que pertenecen a la sociedad civil tienen obligación de respetar y obedecer a la autoridad, porque viene de Dios y porque así lo exige el bien común.
411.- ¿Se han de respetar todas las leyes que imponga la autoridad civil? - Se han de respetar todas las leyes que la autoridad civil impone, con tal que no sean contrarias a la ley de Dios, según el mandato y ejemplo de Nuestro Señor Jesucristo.
412.- Fuera del respeto y obediencia a las leyes impuestas por la autoridad, ¿qué otros deberes tienen los que forman parte de la sociedad civil? - Los que forman parte de la sociedad civil, fuera de la obligación de respetar y obedecer las leyes, tienen el deber de vivir concordes y de procurar, según sus medios, que la sociedad sea virtuosa, pacífica, ordenada y próspera para el común provecho.


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NO LO OLVIDES: ROSARIO DEL PRIMER DÍA DEL MES

MES DE MAYO, MES DE MARÍA

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Acordaos, oh piadosísima Virgen María!,
que jamás se ha oído decir
que ninguno de los que han acudido a vuestra protección,
implorando tu auxilio, haya sido desamparado.
Animado por esta confianza,
a Vos acudo, Madre, Virgen de la vírgenes,
y gimiendo bajo el peso de mis pecados
me atrevo a comparecer ante Vos.
Madre de Dios, no desechéis mis súplicas,
antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente.
Amén.


LA MORAL SITUACIONAL ESTÁ CONDENADA POR LA IGLESIA (Discurso de S.S. Pío XII)

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LLAMADA TAMBIÉN ÉTICA SITUACIONAL



SOYEZ LES BIENVENUES*
DISCURSO SOBRE LOS ERRORES DE LA MORAL DE SITUACIÓN PRONUNCIADO POR S.S. PÍO XII

Viernes 18 de abril de 1952

1. Bien venidas seáis, amadas hijas de la Federación Mundial de las Juventudes Femeninas Católicas. Os saludamos con el mismo placer, con la misma alegría y con el mismo afecto con que hace cinco años os recibimos en Castelgandolfo con ocasión de la gran Asamblea Internacional de las Mujeres Católicas.

Los estímulos y sabias directivas que os proporcionó aquel Congreso, lo mismo que las palabras que Nos os dirigimos entonces (Discorsi e Radiomessaggi 9, 221-223), no han quedado, en verdad, sin fruto. Conocemos los esfuerzos que en este intervalo habéis desarrollado para realizar los objetivos precisos de los cuales teníais clara visión. Esto también nos lo prueba la Memoria impresa que, con motivo de preparar este Congreso, nos habéis hecho llegar: La foi des jeunes. Problème de notre temps. Sus 32 páginas tienen el peso de un grueso volumen, y Nos las hemos examinado con gran atención, porque resume y sintetiza las enseñanzas de numerosas y variadas encuestas sobre el estado de la fe en la juventud católica de Europa, siendo altamente instructivas sus conclusiones.

2. De muchas de las cuestiones tocadas en ella, Nos mismo hemos tratado en nuestra alocución del 11 de septiembre de 1947, a la que asistíais vosotras, y en muchas otras alocuciones de antes y después. Hoy querríamos aprovechar la oportunidad que nos ofrece esta reunión con vosotras para decir lo que pensarnos acerca de cierto fenómeno que se manifiesta algo por todas partes en la vida de la fe de los católicos y que afecta un poco a todos, pero particularmente a la juventud y a sus educadores, del que se encuentran huellas en diversos lugares de vuestra Memoria, como cuando decís: «Confundiendo el cristianismo con un código de preceptos y prohibiciones, los jóvenes tienen la impresión de ahogarse en ese clima de moral imperativa, y no es una ínfima minoría la que echa por la borda el embarazoso fardo» (p. 10).

Una nueva concepción de la ley moral

3. Fenómeno este al que podríamos llamar una nueva concepción de la vida moral, pues se trata de una tendencia que se manifiesta en el campo de la moralidad. Ahora bien: en las verdades de la fe se fundan los principios de la moralidad, y vosotras sabéis bien cuán capital importancia tiene para la conservación y el desarrollo de la fe el que la conciencia de la joven se forme cuanto antes y se desarrolle según las justas y sanas normas morales. Por ello, la nueva concepción de la moralidad cristiana toca muy directamente al problema de la fe de los jóvenes.

Nos hemos hablado ya de la nueva moral en nuestro radiomensaje del 23 de marzo último a los educadores cristianos. Y lo que hoy vamos a tratar no es sólo una continuación de lo que entonces dijimos: Nos queremos descubrir los profundos orígenes de esta concepción. Se la podría calificar de existencialismo ético, de actualismo ético, de individualismo ético, entendidos en el sentido restrictivo que vamos a explicar y tal como se les encuentra en lo que con otro nombre se ha llamado Situationsethik (moral de situación).

La «moral de situación». Su signo distintivo

4. El signo distintivo de esta moral es que no se basa en manera alguna sobre las leyes morales universales, como —por ejemplo— los diez mandamientos, sino sobre las condiciones o circunstancias reales y concretas en las que ha de obrar y según las cuales la conciencia individual tiene que juzgar y elegir. Tal estado de cosas es único y vale una vez para cada acción humana. Luego la decisión de la conciencia —afirman los defensores de esta ética— no puede ser imperada por las ideas, principios y leyes universales.

5. La fe cristiana basa sus exigencias morales en el conocimiento de las verdades esenciales y de sus relaciones; así lo hace San Pablo en la carta a los Romanos (Rom 1, 19-21) para la religión en cuanto tal, ya sea ésta la cristiana, ya la anterior al cristianismo: a partir de la creación, dice el Apóstol, el hombre entrevé y palpa de algún modo al Creador, su poder eterno y su divinidad, y esto con una evidencia tal que él se sabe y se siente obligado a reconocer a Dios y a darle algún culto, de manera que desdeñar este cultivo o pervertirlo en la idolatría es gravemente culpable, para todos y en todos los tiempos.

6. Esto no es, de ningún modo, lo que afirma la ética de que Nos hablamos. Ella no niega, sin más, los conceptos y los principios morales generales (aunque a veces se acerque mucho a semejante negación), sino que los desplaza del centro al último confín. Puede suceder que la decisión de la conciencia muchas veces esté de acuerdo con ellos. Pero no son, por decirlo así, una colección de premisas, de las que la conciencia saca las consecuencias lógicas en el caso particular, el caso de una vez. ¡De ningún modo! En el centro se encuentra el bien, que es preciso cumplir o conservar en su valor real y concreto; por ejemplo, en el campo de la fe, la relación personal que nos liga a Dios. Si la conciencia seriamente formada estableciera que el abandono de la fe católica y la adhesión a otra «confesión» lleva más cerca de Dios, este paso se encontraría justificado, aun cuando generalmente se le califica de defección en la fe. O también, en el campo de la moralidad, la donación de sí —corporal o espiritual— entre jóvenes. Aquí la conciencia seriamente formada establecería que por razón de la sincera inclinación mutua están permitidas las intimidades de cuerpo y de sentidos, y éstas, aunque admisibles solamente entre esposos, resultarían permitidas. La conciencia abierta de hoy decidiría así, porque ella deduce de la jerarquía de los valores el principio de que los valores de la personalidad, por ser los más altos, podrían servirse de los valores inferiores del cuerpo y de los sentidos o bien descartarlos, según lo sugiera cada situación. Se ha pretendido con insistencia que, precisamente según ese principio, en materia de derechos de los esposos sería necesario, en caso de conflicto, dejar a la conciencia seria y recta de los cónyuges, según las exigencias de las situaciones concretas, la facultad de impedir directamente la realización de los valores biológicos, en favor de los valores de la personalidad.

Los juicios de una conciencia de esta naturaleza, por muy contrarios que a primera vista parezcan a los preceptos divinos, valdrían, sin embargo, delante de Dios; porque, se dice, la conciencia sincera, seriamente formada, es más importante delante de Dios mismo que el precepto y que la ley.

Y por ello, tal decisión es activa y productiva, no pasiva y receptiva de la decisión de la ley, escrita por Dios en el corazón de cada uno, y menos todavía de la del Decálogo, que el dedo de Dios ha escrito en tablas de piedra, dejando a la autoridad humana el promulgarlo y el conservarlo.

La «moral nueva» eminentemente «individual»

7. La ética nueva (adaptada a las circunstancias), dicen sus autores, es eminentemente individual. En la determinación de la conciencia, cada hombre en particular se encuentra directamente con Dios y ante El se decide, sin intervención de ninguna ley, de ninguna autoridad, de ninguna comunidad, de ningún culto o confesión, en nada y de ninguna manera. Aquí sólo existe el yo del hombre y el Yo del Dios personal; no del Dios de la ley, sino del Dios Padre, con quien el hombre debe unirse con amor filial. Vista así, la decisión de la conciencia es, por lo tanto, un riesgo personal, según el conocimiento y la valoración propios, con plena sinceridad ante Dios. Estas dos cosas, la intención recta y la respuesta sincera, son lo que Dios considera; la acción no le importa. Por ello, la respuesta puede ser la de cambiar la fe católica por otros principios, la de divorciarse, la de interrumpir la gestación, la de rehusar la obediencia a la autoridad competente en la familia, en la Iglesia, en el Estado; y así, en otras cosas.

Todo esto correspondería perfectamente a la condición de mayoría de edad del hombre y, en el orden cristiano, a la relación defiliación, que, según la enseñanza de Cristo, nos hace rezar Padre nuestro...

Esta visión personal ahorra al hombre tener que medir en cada momento si la decisión que se ha de tomar corresponde a los artículos de la ley o a los cánones de normas y reglas abstractas; ella le preserva de la hipocresía de una fidelidad farisaica a las leyes; ella le preserva tanto del escrúpulo patológico como de la ligereza o de la falta de conciencia, porque hace recaer personalmente sobre el cristiano la responsabilidad total ante Dios. Así hablan los que predican la moral nueva.

Esta fuera de la ley y de los principios católicos

8. Expuesta así la ética nueva, se halla tan fuera de la ley y de los principios católicos, que hasta un niño que sepa su catecismo lo verá y se dará cuenta y lo percibirá. Por lo tanto, no es difícil advertir cómo el nuevo sistema moral se deriva del existencialismo, que, o hace abstracción de Dios, o simplemente lo niega, y en todo caso abandona al hombre a sí mismo. Tal vez sean las condiciones presentes las que hayan inducido a intentar el trasplantar esta moral nueva al terreno católico, para hacer más llevaderas a los fieles las dificultades de la vida cristiana. De hecho, a millones de ellos se les exigen hoy —en un grado extraordinario— firmeza, paciencia, constancia y espíritu de sacrificio si quieren permanecer íntegros en su fe, bien sea bajo los reveses de la fortuna o bien bajo las seducciones de un ambiente que pone a su alcance todo aquello que forma la aspiración y el deseo de su corazón apasionado. Pero semejante tentativa nunca jamás podrá tener éxito.

Las obligaciones fundamentales de la ley moral

9. Se preguntará de qué modo puede la ley moral, que es universal, bastar e incluso ser obligatoria en un caso particular, el cual, en su situación concreta, es siempre único y de una vez. Ella lo puede y ella lo hace, porque, precisamente a causa de su universalidad, la ley moral comprende necesaria e intencionalmente todos los casos particulares, en los que se verifican sus conceptos. Y en estos casos, muy numerosos, ella lo hace con una lógica tan concluyente, que aun la conciencia del simple fiel percibe inmediatamente y con plena certeza la decisión que se debe tornar.

10. Esto vale especialmente para las obligaciones negativas de la ley moral, para las que exigen un no hacer un dejar de lado. Pero no para éstas solas. Las obligaciones fundamentales de la ley moral están basadas en la esencia, en la naturaleza del hombre y en sus relaciones esenciales, y valen, por consiguiente, en todas partes donde se encuentre el hombre; las obligaciones fundamentales de la ley cristiana, por lo mismo que sobrepasan a las de la ley natural, están basadas sobre la esencia del orden sobrenatural constituido por el divino Redentor. De las relaciones esenciales entre el hombre y Dios, entre hombre y hombre, entre los cónyuges, entre padres e hijos; de las relaciones esenciales en la comunidad, en la familia, en la Iglesia, en el Estado, resulta, entre otras cosas, que el odio a Dios, la blasfemia, la idolatría, la defección de la verdadera fe, la negación de la fe, el perjurio, el homicidio, el falso testimonio, la calumnia, el adulterio y la fornicación, el abuso del matrimonio, el pecado solitario, el robo y la rapiña, la sustracción de lo que es necesario a la vida, la defraudación del salario justo (cf. Sant 5,4), el acaparamiento de los víveres de primera necesidad y el aumento injustificado de los precios, la bancarrota fraudulenta, las injustas maniobras de especulación, todo ello está gravemente prohibido por el Legislador divino. No hay motivo para dudar. Cualquiera que sea la situación del individuo, no hay más remedio que obedecer.

11. Por lo demás, a la ética de situación oponemos Nos tres consideraciones o máximas. La primera: Concedemos que Dios quiere ante todo y siempre la intención recta; pero ésta no basta. El quiere, además, la obra buena. La segunda: No está permitido hacer el mal para que resulte un bien (cf. Rom 3,8). Pero esta ética obra —tal vez sin darse cuenta de ello— según el principio de que «el bien santifica los medios». La tercera: Puede haber situaciones en las cuales el hombre —y en especial el cristiano— no pueda ignorar que debe sacrificarlo todo, aun la misma vida, por salvar su alma. Todos los mártires nos lo recuerdan. Y son muy numerosos, también en nuestro tiempo. Pero la madre de los Macabeos y sus hijos, las santas Perpetua y Felicitas —no obstante sus recién nacidos—, María Goretti y otros miles, hombres y mujeres, que venera la Iglesia, ¿habrían, por consiguiente, contra la situación, incurrido inútilmente —y hasta equivocándose— en la muerte sangrienta? Ciertamente que no; y ellos, con su sangre, son los testigos más elocuentes de la verdad contra la nueva moral.

El problema de la formación de las conciencias

12. Donde no hay normas absolutamente obligatorias, independientes de toda circunstancia o eventualidad, la situación de una vez en su unicidad requiere, es verdad, un atento examen para decidir cuáles son las normas que se han de aplicar y en qué manera. La moral católica ha tratado siempre y ampliamente este problema de la formación de la propia conciencia con el examen previo de las circunstancias del caso que se ha de resolver. Todo lo que ella enseña ofrece una ayuda preciosa para las determinaciones de la conciencia tanto teóricas como prácticas. Baste citar la exposición, no superada, de Santo Tomás sobre la virtud cardinal de la prudencia y las virtudes con ella relacionadas (Sum. Theol. II-II q. 47-57). Su tratado revela un sentido en la actividad personal y de la realización, que contiene todo cuanto hay de justo y de positivo en la ética según la situación, pero evitando todas sus confusiones y desviaciones. Bastará, por lo tanto, al moralista moderno continuar en la misma, línea si quiere profundizar nuevos problemas.

La educación cristiana de la conciencia está muy lejos de despreciar la personalidad, ni aun la de la joven y del niño, y de matar su iniciativa. Porque toda sana educación tiende a hacer al educador más innecesario poco a poco y al educando más independiente dentro de los justos límites. Y esto vale también en la educación de la conciencia por Dios y la Iglesia: su objetivo es, como dice el Apóstol (cf. 2Cor 13,13), el hombre perfecto, según la medida de la plenitud de Cristo; por consiguiente, el hombre «mayor», que tiene también el valor de su responsabilidad.

¡Solamente es necesario que esta madurez se coloque en el plano justo! Jesucristo permanece como Señor, Jefe y Maestro de cada hombre, de toda edad y de todo estado, por medio de su Iglesia, en la cual continúa El obrando. El cristiano, por su parte, debe asumir el grave y grande cometido de hacer valer en su vida personal, en su vida profesional y en la vida social y pública, en cuanto de él dependa, la verdad, el espíritu y la ley de Cristo. Esto es la moral católica; y ella deja un vasto campo libre a la iniciativa y a la responsabilidad personal del cristiano

Los peligros para la fe de la juventud

13. He aquí lo que Nos queríamos deciros. Los peligros para la fe de nuestra juventud son hoy extraordinariamente numerosos. Cada uno lo sabía y lo sabe, pero vuestra Memoria es particularmente instructiva a este respecto. Sin embargo, pensamos Nos que pocos de esos peligros son tan grandes y tan graves en consecuencias como los que la moral nueva hace correr a la fe. Los extravíos a que conducen así tales deformaciones como la debilitación de los deberes morales, que se derivan directamente de la fe, terminarían, con el tiempo, por corromper aun la fuente misma. Así muere la fe.

Dos conclusiones

De todo lo que hemos dicho sobre la fe vamos a sacar dos conclusiones, dos normas que Nos queremos dejaros al terminar, para que orienten y animen toda vuestra acción y toda vuestra vida de cristianas valientes:

Primera: La fe de la juventud debe ser una fe orante. La juventud debe aprender a orar. Que ello sea siempre en la medida y en la forma que corresponden a su edad. Pero siempre teniendo conciencia de que sin la oración no es posible permanecer fiel a la fe.

Segunda: La juventud debe estar orgullosa de su fe y aceptar que le cueste algo. Ha de acostumbrarse desde la primera edad a hacer sacrificios por su fe, a caminar delante de Dios en rectitud de conciencia, a reverenciar lo que El ordena. Entonces crecerá, como de por sí misma, en el amor de Dios.


*Discurso al Congreso de la Federación Mundial de las Juventudes Femeninas Católicas: AAS 44 (1952) 413ss.

Fuente: Vatican.va     TEMA RELACIONADO (haz clic): AMORIS LAETITIA

FARISEÍSMO

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"Mientras miraban fijamente al cielo hacia donde iba Jesús, se les aparecieron dos hombres vestidos de blanco que les dijeron: Hombres de Galilea, ¿qué hacen ahí mirando al cielo? Éste que ha sido llevado, este mismo Jesús, vendrá como lo han visto subir al cielo". (Hch 1, 3-11).

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