La militante feminista brasileña, Sara Winter, se arrepintió públicamente de haberse comprometido durante años con la lucha a favor del aborto.
“He cometido un error enorme”, es lo que declaró a finales de 2015 en su página de Facebook, según relata la agencia de información norteamericana Catholic News Agency (CNA), en un artículo publicado el 6 de enero.
Dice lamentar profundamente haberse sometido a un aborto con un fármaco proporcionado por una feminista, “sangré hasta casi morir y tuve secuelas gravísimas”, recordó, y quien la ayudó en esas circunstancias “fue un hombre que de pro-feminista no tenía nada”. “El feminismo debería centrarse más en cuidar a las mujeres que en poner sus vidas en riesgo” con el aborto, alertó, tras recordar las dificultades que sufrió durante los primeros meses de su nuevo embarazo, debido a las consecuencias del aborto anterior.
La joven era antes conocida por ser una de las fundadoras de la rama brasileña de las Femen, un grupo radical que usa como modo de acción, entre otros, el manifestarse con los senos desnudos, particularmente en las iglesias. Hoy en día, la que se había convertido en “un emblema del activismo homosexual y anticristiano” según Wikipedia, anima a las feministas a “inspirarse en las religiosas” ya que “protegen a las víctimas de violación o las muchachas que esperan a un niño, las que se encuentran en situaciones peligrosas, ofreciéndoles un techo y toda suerte de asistencia.”
“No tienen idea de las represalias de las que ahora soy víctima en medio de feministas”, aseguró, y señaló que tiene “miedo hasta de salir a la calle con mi bebé, pero tengo fe de que todo esto va a pasar”.
Sara Winter indica que es el nacimiento de su hijo lo que ha cambiado su visión del mundo. “Pido perdón desde el fondo del corazón (…) De hecho, me faltaba amor –lo que cambió cuando me volví madre-, un amor que me vino después de una profunda reflexión sobre el feminismo militante actual.” Un movimiento pro-aborto que ella describe como siendo dirigido por “hombres ricos, motivados por la reducción de la población del país” y en el cual las “orgías, abusos de alcohol, drogas y malversaciones” son prácticas corrientes.
Señaló que “una de las cosas que me arrepiento en mi vida es haberme alejado de Dios y dedicado todo mi tiempo a la militancia feminista”. “Tener fe no es un retroceso y la religión ajena debe ser respetada”, agregó.
Sara aseguró que “el feminismo tiene cura y yo soy la gran prueba de eso” y señaló que el hecho de que al pueblo brasileño no le gustan las feministas se debe a que ellas “en su inmensa mayoría son mujeres histéricas, que usan las redes sociales para burlarse y humillar a las personas religiosas, predicar el odio a los hombres (misandria), además de ser extremistas e irrespetuosas con patrimonios religiosos”. “No me exento de culpa, yo también fui así, pero gracias a Dios estoy curada”, finalizó.
Cuando era activista de Femen |