Por el padre Terzio
El Verbo se hizo carne. Se hizo hombre, con cuerpo y alma, con sangre y corazón. Su Corazón latió inocente, desde su primer pulso, acompasó su movimiento con el corazón de la Virgen, latió pureza estando en el seno de su Madre y nació entre latidos de inocencia, de un cuerpo intacto.
Fue sacrificado. Agonizó con suspiros y lágrimas. Fue prendido, maltratado, escupido, escarnecido, vejado y humillado, fue flagelado, fue burlado y coronado de espinas. Su Corazón latió con pulso de dolor, vertiendo sangre, derramando vida, empapando la tierra con santidad divina, cruentamente.
Fue crucificado. Fue clavado en el madero. Sus manos y sus pies fueron traspasados y fijados a la Cruz, con golpes que le hirieron, que le abrieron cruentas llagas de las que brotó su sangre, al ritmo divino y humano de su Corazón, que le traspasaron, ya muerto. Le hirieron el Corazón con una lanza, le abrieron la quinta llaga en el centro de su Cuerpo, de donde manó sangre y agua.
Cuando resucitó glorioso no borró las llagas que sus discípulos tocaron y besaron. ¡Señor mío y Dios mío!. Ascendió al Cielo y vive y reina a la diestra del Padre, con el Espíritu Santo. Dentro de Él, su Corazón herido vive y reina, late y pulsa -¡Amor de los amores!- glorioso por los siglos de los siglos. Amén.
Cuando viene al altar, cuando se inmola y ofrece, cuando -como sacerdote- toco su Cuerpo sacramentado con mis manos, sé que toco el Corazón que tanto amó, que tanto ama, que amará eternamente. Entonces le pido, le ruego, le imploro, que haga mi corazón semejante al Suyo. Le rezo, le hablo, le digo, con temor y temblor, que encienda mi corazón en el Suyo. Le canto, le rimo y le salmodio que reine en mi corazón el Suyo.
Soy consciente, adorante y reverente, de la propiciación de su Corazón, de que es su Corazón, manso y humilde, lo que ofrezco en el Sacrificio siempre agradable al Padre.
Es la jaculatoria que más repito: En Vos confío, Corazón; en Ti confío, Corazón, de Cristo, de Jesús, de Enmanuel, del Verbo, del Hijo, de Dios, en Ti confío, en Vos confío.
¿Porque en qué o en quién confiaré, si sólo Tú tienes palabras de vida eterna?
¡Viva su Corazón por siempre!
(Un fragmento de la exquisita y muy desconocida 'Pasión según San Marcos' del maestro Don Lorenzo Perossi, sacerdote).
Ex Orbe