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FIESTA DE SEÑOR SAN JOSÉ, MEDITEMOS SU MUERTE

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Por haber caído en domingo el día 19 de marzo y ser fiesta de primera clase la celebración de San José, esposo de la Santísima Virgen, se traslada al día de hoy.

LA MUERTE DE SAN JOSÉ
Visión de Sor Ana Catalina Emmerick. - Capítulo XCVI, Libro II 

Cuando Jesús se acercaba a los treinta años, José se iba debilitando cada vez más, y vi a Jesús y a María muchas veces con él. María sentábase a menudo en el suelo, delante de su lecho, o en una tarima redonda baja, de tres pies, de la cual se servía en algunas ocasiones como de mesa. Los vi comer pocas veces: cuando traían una refección a José a su lecho era ésta de tres rebanadas blancas como de dos dedos de largo, cuadradas, puestas en un plato o bien pequeñas frutas en una taza. Le daban de beber en una especie de ánfora. 

Cuando José murió, estaba María sentada a la cabecera de la cama y le tenía en brazos, mientras Jesús estaba junto a su pecho. Vi el aposento lleno de resplandor y de ángeles. José, cruzadas las manos en el pecho, fue envuelto en lienzos blancos, colocado en un cajón estrecho y depositado en la hermosa caverna sepulcral que un buen hombre le había regalado. Fuera de Jesús y María, unas pocas personas acompañaron el ataúd, que vi, en cambio, entre resplandores y ángeles. 

Hubo José de morir antes que Jesús pues no hubiera podido sufrir la crucifixión del Señor: era demasiado débil y amante. Padecimientos grandes fueron ya para él las persecuciones que entre los veinte y treinta años tuvo que soportar el Salvador, por toda suerte de maquinaciones de parte de los judíos, los cuales no lo podían sufrir: decían que el hijo del carpintero quería saberlo todo mejor y estaban llenos de envidia, porque impugnaba muchas veces la doctrina de los fariseos y tenía siempre en torno de sí a numerosos jóvenes que le seguían. 

María sufrió infinitamente con estas persecuciones. 

A mí siempre me parecieron mayores estas penas que los martirios efectivos. Indescriptible es el amor con que Jesús soportó en su juventud las persecuciones y los ardides de los judíos. Como iba con sus seguidores a la fiesta de Jerusalén, y solía pasear con ellos, los fariseos de Nazaret lo llamaban vagabundo. Muchos de estos seguidores de Cristo no perseveraban y le abandonaban. 

Después de la muerte de José, se trasladaron Jesús y María a un pueblito de pocas casas entre Cafarnaúm y Betsaida, donde un hombre de nombre Leví, de Cafarnaúm, que amaba a la Sagrada Familia, le dio a Jesús una casita para habitar, situada en lugar apartado y rodeada de un estanque de agua. Vivían allí mismo algunos servidores de Leví para atender los quehaceres domésticos; la comida la traían de la casa de Leví. 

Había entonces en torno del lago de Cafarnaúm una comarca muy fértil, con hermosos valles, y he visto que recogían allí varias cosechas al año: el aspecto era hermoso por el verdor, las flores y las frutas.


 

Fuente: Dos Corazones

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