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MENSAJE URGENTE A LOS CATÓLICOS

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SI MOVEMOS MONTAÑAS PARA SALVAR UNA SOLA VIDA DEBAJO DE UN EDIFICIO DERRUMBADO, ¿POR QUÉ NO LAS MOVEMOS TAMBIÉN PARA EVITAR EL ASESINATO "LEGAL" DE MILES DE BEBÉS MEXICANOS INDEFENSOS EN LOS VIENTRES MATERNOS?

AYUDEMOS Y RECEMOS POR LOS AFECTADOS POR EL TEMBLOR, SERÁ DOBLE CARIDAD.


NO SE MUEVE LA HOJA DEL ÁRBOL SIN LA VOLUNTAD DE DIOS

Las coincidencias sí existen pero hay unas que no podemos llamar coincidencias... Si los últimos dos grandes terremotos que han tocado la Ciudad de México fueron justo el mismo día 19/09... a todos en el fondo de nuestros corazones nos parece demasiada coincidencia. ¿Por qué no mejor darle un sentido a este último terremoto? No se mueve hoja de árbol sin que Dios lo permita. Él mantiene su creación y a sus criaturas... Si en sus mensajes la Virgen, nos pide oración y conversión, para evitar este tipo de fenómenos que tanto nos hacen sufrir como país ¿por qué los mexicanos no nos volcamos en cadena de oración y desagravio por todos los pecados que hemos cometido como Nación, así como nos hemos volcado para ayudar a los afectados de este sismo?

Si somos un pueblo mayormente católico, si nos duele MÉXICO por lo que está pasando con estos terremotos y huracanes... ¿por qué no nos duele ese MÉXICO donde se han asesinado a más de 150,000 niños en el vientre de sus madres desde que se aprobó el aborto en la Ciudad de México? Si movemos montañas por salvar una solo vida debajo de un edificio derrumbado, ¿no podríamos también mover montañas para que se deje de asesinar a lo niños en el seno de sus madres? Los pecados de las naciones se pagan por las naciones, así que pidamos perdón por los nuestros y hagamos algo para que México cambie...

¡Virgen de Guadalupe cubre todo México con tu manto! ¡¡¡Dios mío, perdona nuestros pecados!!!

Hoy hemos recibido este llamado a todos los católicos, nos parece urgente su difusión:

DEL AZOTE DE LOS TERREMOTOS, ¡LÍBRANOS SEÑOR!

Sabemos que Dios ha creado las cosas buenas: “Vio Dios todo cuanto había hecho; y he aquí que estaba muy bien” (Génesis 1, 31). Entonces, ¿de dónde vienen los males, las enfermedades, los huracanes, los terremotos que ocasionan tantas víctimas? En este artículo propondremos dar brevemente la respuesta cristiana católica apoyándonos sobre la Sagrada Escritura, la enseñanza de los Santos -grandes conocedores de la Biblia- y la Liturgia de la Iglesia. En la conclusión daremos unos consejos para evitar estas catástrofes atrayendo sobre nosotros la protección de Dios todopoderoso y misericordioso.

EL PECADO ES LA CAUSA DEL TERREMOTO

Lo dicen los santos

La Fe Católica recibida del mismo Cristo-Dios, nos enseña que Dios creó al hombre justo y santo; hizo todas las cosas buenas, pero el pecado de Adán ha destruido el orden y la armonía en la creación por haber escuchado al demonio. Todos los males físicos y morales que hay en la humanidad son una consecuencia del pecado original que es fuente de todos los demás (1).

Dios es el Creador y Señor de la naturaleza. Nada sucede en ella sin su conocimiento y permiso. Todas las criaturas están al servicio de su Creador que las utiliza para ayudar o castigar a los hombres según sus obras. Cuando hay muchos pecados Dios nos llama a la conversión mediante el terremoto, por ejemplo.

Aunque los incrédulos y mundanos digan muchas cosas secundarias, "queda bien claro, dice San Juan Crisóstomo, que el terremoto viene de los pecados, de la avaricia, de las injusticias, de las prevaricaciones, del orgullo, de la sensualidad y de la mentira"(2).

Ayer como hoy el pecado es pecado y el bien es bien; la verdad es verdad y la mentira es mentira. Dios no cambia; sus Mandamientos no cambian porque en Él "no hay mudanza ni sombra resultante de variación" (Santiago, 1, 17. Nuestro Señor Jesucristo lo afirma: "El cielo y la tierra pasarán, pero las palabras mías, no pasarán ciertamente" (San Mateo, 24, 35).

Hoy en día, muchísimas almas están viviendo en pecado mortal habitual, diciendo que "todo cambia"; que "cada uno puede hacer lo que quiere" en moral; vestirse como quiere, seguir la religión que quiere. Esto es un error grave, una ilusión del "demonio mentiroso y padre de la mentira" (San Juan, 8, 44).

Aprovechando la crisis en la Iglesia católica, hoy el demonio está engañando a las almas y a las sociedades. Debido a la profunda ignorancia religiosa actual, cada quien hace lo que quiere o inventa la supuesta iglesia que quiere sin tener ninguna cuenta del Creador. Sin embargo Dios, el Inmutable, nos advirtió mediante San Pablo: "¿No sabéis que los inicuos no heredarán el reino de Dios? No os hagáis ilusiones. Ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los sodomitas, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los que viven de rapiña, heredarán el reino de Dios." (I Corintios, 6, 9-11).

LOS QUE VIVEN ASÍ Y NO QUIEREN CONVERTIRSE, MANCHAN LA TIERRA Y PROVOCAN LA CÓLERA DE LA JUSTICIA DIVINA

Lo dice la Liturgia

¿Quién nos defiende contra esta cólera destructora? La Santa Misa, las oraciones de la Santa Madre Iglesia y de las almas santas.

La Iglesia en su Liturgia habla de la ira de Dios que hace estremecer la tierra. En caso de terremoto hay estas oraciones en el Misal tradicional: 
"Omnipotente y sempiterno Dios, que miras a la tierra y la haces estremecer, perdona a los que te temen, y sé propicio a los que te suplican; a fin de que, cuantos hemos sentido pavor de tu ira cuando sacude los fundamentos de la tierra, sintamos sin cesar, que tu bondad se ocupa en curar sus heridas. Por Nuestro Señor Jesucristo tu Hijo...”.
En la oración después de la comunión, la Iglesia afirma que la tierra tiembla "por nuestras iniquidades":
 "Defiéndenos, Señor, te suplicamos, a los que recibimos tus santos misterios,[la santa comunión] y por una intervención sobrenatural, da firmeza a la tierra que vemos temblar por nuestras iniquidades; para que conozcan los corazones de los hombres que tales azotes provienen de tu indignación y cesan por tu misericordia. Por Nuestro Señor Jesucristo....”.
Lo que dice la Biblia

Así como en el pasado por los pecados de los judíos, Dios convirtió "a Jerusalén en montón de ruinas, en albergue de chacales," (Jeremías, 9, 11), así hoy puede convertir nuestras ciudades en un montón de ruinas por nuestros pecados personales y públicos. En tiempo del diluvio “grande era la maldad del hombre sobre la tierra y todos los pensamientos de su corazón se dirigían únicamente al mal” (Génesis 6, 5). Dios limpió la tierra de esa maldad mediante el agua. Dios limpió también por el fuego a Sodoma y Gomorra, las ciudades pecadoras que por sus abominaciones se atrajeron sobre sí la cólera divina; no se compadeció tampoco de los que por sus pecados fueron exterminados. “Porque hay en Él misericordia y cólera; aguanta y perdona, mas sobre los impíos derrama su ira. Como es grande su misericordia así es severo su castigo, juzgará al hombre según sus obras." (Eclesiástico, 16, 9-13).

Los hombres antiguos no tenían ni la experiencia ni los ejemplos que nosotros tenemos. Los del diluvio no sabían. Nosotros sí, sabemos que Dios castiga a los pecadores no solamente en el infierno sino a veces en esta tierra. Los hombres del diluvio no empezaron a creer lo que decía Dios hasta que empezó el cataclismo pero ya era muy tarde. Los habitantes de Sodoma y Gomorra creyeron en la amenaza cuando ya era inútil. ¿Y nosotros hasta cuándo cesaremos de ofender a Dios?

¿PARA QUÉ PERMITE DIOS EL TERREMOTO?

Para que los hombres vean que son criaturas y se corrijan. Dice San Juan Crisóstomo:
"Durante este breve tiempo del terremoto ¿habéis visto cuán frágil es el género humano? Mientras sucedía el terremoto yo pensaba: ¿En dónde están ahora las rapiñas? ¿En dónde la avaricia? ¿En dónde las tiranías? ¿En dónde el orgullo? ¿En dónde el poder de los magistrados? ¿En dónde el despojo de los pobres? ¿En dónde las altiveces de los ricos? ¿En dónde las amenazas? ¿En dónde los temores? ¡Un instante de tiempo desgarró todo eso con mayor facilidad que una tela de araña! ¡Todo lo destruyó! ¡Solamente se escuchaba el llanto de la ciudad, y todos corrían hacia la iglesia!"Pensad, ¡qué habríamos hecho si Dios hubiera querido arruinar todo por completo! Digo estas cosas para que permanezca perpetuamente el temor por lo que ha sucedido y robustezca vuestras mentes. Dios sacudió la ciudad pero no la arruinó; si hubiera querido arruinarla no la habría solamente sacudido. Pero no lo intentaba, precedió, a la manera de un pregonero, el terremoto, anunciando a todos de antemano la ira de Dios, a fin de que mejorados escapemos, por el temor del castigo que en realidad se nos iba a aplicar. Del mismo modo procedió el Señor con los habitantes de Nínive: ‘¡Aún tres días y Nínive será destruida! (Jonás 3,4) ¿Por qué no la destruyes? Pues la amenazas con la destrucción. ¿Por qué no la destruyes? ¡Porque no quiero su destrucción por eso la amenazo! Entonces ¿para qué se lo dices? ¡Para no tener que hacer lo que digo! ¡Precede el anuncio para que se evite la obra!’. ‘¡Aún tres días y Nínive será destruida!’ decía entonces el profeta Jonás. Ahora en cambio lo claman los muros. (...) En un breve instante Dios sacudió la mente y el ánimo de cada uno, de manera que los fundamentos mismos del corazón se conmovieron. Pero sabemos que Dios no quiere la muerte del pecador, sino más bien que se convierta y viva (3)" (Ezequiel, 30, 11).
Mediante el terremoto, Dios nos llama a la conversión. En la Santa Misa en la oración de la secreta se reza: 
"Oh Dios que has fundado la tierra sobre sus bases; acoge las ofrendas y plegarias de tu pueblo; y alejados completamente los peligros de este temblor de tierra, cambia los terrores de tu divina cólera en remedios para la salvación de los hombres; a fin de que, los que están hechos de tierra y han de convertirse en tierra, se alegran de hacerse, por una santa vida, ciudadanos del cielo. Por Nuestro Señor Jesucristo...”.
En 1852, en Santiago de Cuba hubo unos terribles terremotos, de ellos escribe San Antonio María Claret (4):
“Prediqué una misión, exhortando a la penitencia, diciéndoles [al pueblo y a las autoridades] que Dios había hecho lo mismo que una madre que tiene un hijo muy dormilón, que le menea el catre para que se despierte y se levante, y que si esto no sirve, le castiga el cuerpo. Que lo mismo hace Dios con aquellos hijos pecadores aletargados: ahora les ha movido el catre, la cama, la casa, y, si aún no se despiertan, pasará a castigarles el cuerpo con la peste o cólera, pues me lo dio a conocer Dios Nuestro Señor. Algunos del auditorio lo tomaron muy a mal y murmuraban de mí, y he aquí que apenas había transcurrido un mes, cuando se manifestó el cólera de una manera espantosa; hubo calle en que en menos de dos días se murieron todos sus habitantes .(...).
"Muchísimos, por los temblores y pestes, se confesaron, que no se habían confesado en la santa misión”.
El que está en pecado mortal está en el borde del infierno y puede, en cualquier momento, caer en el fuego eterno. El terremoto, la peste y las pruebas de la vida nos hacen pensar en las postrimerías para arrancarnos al riesgo de la condenación eterna.

CONCLUSIÓN: ¿QUÉ HACER?

Para evitar futuros castigos y terremotos

Para alejar de nosotros el castigo que merecen nuestros pecados debemos rezar cada día las oraciones de la mañana y de la noche, rezar antes y después de la comida, rezar nuestro Santo Rosario, escuchar Misa cada domingo y días de guardar, confesarnos y comulgar regularmente en estado de gracia y ¡jamás en pecado mortal!, ser justo con todos, no odiar ni criticar a nadie, vestirnos cristianamente en la calle y en la casa, no aceptar ningún programa que quebranta la Ley de Dios en nuestra casa, sacar de nuestras familias el instrumento corruptor y causa de muchos vicios, hacer penitencia por nuestros pecados pasados, leer la vida y las obras de los santos para saber lo que es ser católico y tener modelos que imitar.

Vivamos cristianamente y podremos decir con toda seguridad: "De la muerte súbita e improvista, del rayo y de la tempestad, de la peste, de la hambre y de la guerra, del azote de terremotos y de la muerte eterna líbranos Señor (5)”.

Padre Michel Boniface

BIBLIOGRAFIA
1 Enrique Denzinger, El magisterio de la Iglesia, Barcelona, Ed. Herder, 1963, p. 225, n° 787-792 (Decreto sobre el pecado original del Concilio de Trento)
2 San Juan Crisóstomo, Obras Completas, Homilía sexta acerca de Lázaro y el rico, y sobre el terremoto. México, Ed. Jus, tomo 2, p. 143.
3 San Juan Crisóstomo, Obras Completas, Homilía sexta p. 143.
4 San Antonio María Claret, Escritos autobiográficos, Madrid, Ed. B.A.C. 1981,n° 532-536, p.301.
5 Letanías de los santos en Dom Gaspar Lefebvre, Misal diario y vesperal.



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