La idea de entrar en alta mar con una barca que representa la Iglesia para realizar la tarea misionera simbolizada por la pesca en medio de las dificultades de las aguas tormentosas y bravías de la historia es una metáfora muy antigua. San Bonifacio, nacido en Inglaterra y misionero en Alemania, escribe en el siglo VIII: "La Iglesia, que como una gran nave surca los mares de este mundo, y que es azotada por las olas de las diversas pruebas de esta vida, no ha de ser abandonada a sí misma, sino conducida".
Habrá momentos que -como en la actual crisis- diremos a Cristo: "¡Sálvanos que perecemos!". Él parecerá dormir, pero finalmente, cuando creamos que todo está perdido, detendrá la tormenta, pues al Señor obedecen todos los elementos. Los momentos de Dios sólo Él los conoce. ¡Bendito sea el Señor!