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EL JURAMENTO HIPÓCRITA... DIGO HIPOCRÁTICO

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Supongo que todos los lectores habrán oído hablar del Juramento Hipocrático. Se trata del juramento tradicional que hacen los nuevos médicos al incorporarse a su profesión y que contiene una serie de compromisos éticos relativos al ejercicio de la medicina. Fue redactado, parece ser, por Hipócrates o un discípulo suyo en el siglo IV antes de Cristo.

Desde hace más de dos mil años, los médicos se comprometen a actuar, de diversas formas, para el bien de sus pacientes y a no perjudicarlos. Con el cristianismo, se realizó en el juramento un cambio importante: modificar el encabezamiento, de forma que ya no se jurase por Apolo, Esculapio, Panacea y los demás dioses, sino ante Dios, de forma que dicho juramento fuera no solamente solemne, sino también real y significativo. De este modo, los médicos comprendían que, debido a su profesión, adquirían un compromiso ante los hombres y también ante Dios.

El resto del juramente, sin embargo, permanecía inalterado. A fin de cuentas, la verdadera moral, lo que es bueno y lo que es malo para los seres humanos, no cambia con el tiempo, sino que es propio de la naturaleza humana. Matar a un inocente es igualmente rechazable para hombre moderno, un cruzado, un bárbaro germano o un hombre de las cavernas.

Hace algún tiempo, asistí a una graduación de un curso de medicina de una de las universidades madrileñas. En ella, como es tradicional, los que en ese momento se graduaban recitaron el juramento hipocrático. Esperaba escuchar el juramento tradicional, pero observé con horror que los nuevos licenciados (o, más bien, quienes organizasen el acto) habían vuelto a cambiar a Dios por Apolo, Esculapio y el resto de la caterva de dioses y diosas. Supongo que se debía a las protestas de alguien que no creía en Dios. Resulta curioso hasta dónde llega el rechazo al cristianismo: para evitar que una minoría tuvieran que jurar por un Dios en el que esa minoría no creía pero los demás sí, habían decidido jurar por unos dioses (Apolo y compañía) en los que no creía ninguno de ellos.

Al principio y para pensar bien de los organizadores, supuse que quizás habrían vuelto, por simple fidelidad histórica al texto original del juramento… pero enseguida quedó claro que no era así. Si bien en la invocación a los dioses griegos habían vuelto al texto antiguo, eliminaron sin ningún reparo partes del juramento que se habían mantenido inalteradas durante miles de años.

En primer lugar, eliminaron la frase que dice: “no administraré a la mujer medicamentos para provocarle un aborto”. Quien se imagine que la Iglesia se opone al aborto por motivos puramente religiosos, puede encontrar en el juramento de Hipócrates el testimonio de más de dos milenios de medicina que condenan igualmente esa monstruosidad, como algo indigno de un profesional del arte de curar a las personas.

En segundo lugar, habían eliminado la prohibición de la eutanasia: “a nadie daré una droga mortal aún cuando me sea solicitada, ni daré consejo con este fin”. La eutanasia no es un invento moderno. La tentación de rechazar la vida para huir del sufrimiento ha estado siempre presente. Sin embargo, los organizadores de la graduación probablemente se sentían muy modernos al aceptar lo que ya para los antiguos griegos era un crimen.

Así pues, sólo habían mantenido en el juramento tres tipos de compromisos, aquellos que, por lo vago de su formulación, apenas significan nada (“mantendré puras mi vida y mi arte”), los que son concretos pero nunca tendrán que cumplirse (como la obligación de enseñar gratuitamente la medicina a los hijos de sus maestros) y los que la ley les obliga en cualquier caso a cumplir (como el secreto profesional).

Es decir y en resumen, los nuevos médicos rechazaban cualquier compromiso que les obligase a una conducta difícil, que se opusiese a las presiones sociales o que pudiese limitar de cualquier forma sus oportunidades profesionales. En palabras sencillas, juraban… que iban a hacer lo que les diera la gana. Para ese viaje no se necesitaban alforjas.

Creo sinceramente que comienza una época en la que los médicos cristianos tendrán que dar un testimonio valiente ante los demás médicos y ante la sociedad. Sufrirán el rechazo y, en muchas ocasiones el ridículo por ser fieles a la verdad y defender la vida humana en todo momento. A cambio, tendrán también la oportunidad de ser, en medio del mundo, una imagen actual de aquel que vino a sanar nuestras heridas y a entregarse a la muerte para que tuviésemos vida en abundancia.

BRUNO M.

Tomado de InfoCatólica

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