Nuestra condición de hijos de María es por voluntad expresa de Jesús quien quiso que la obra, que había de continuar su misión en el tiempo, la Iglesia, no se encontrase huérfana, sino que tuviera una Madre a quien amar, invocar e imitar, esto nos hace necesariamente ser marianos.
Representados por San Juan al pie de la Cruz, Cristo crucificado nos dejó como testamento: "Ahí tienes a tu Madre".
Representados por San Juan al pie de la Cruz, Cristo crucificado nos dejó como testamento: "Ahí tienes a tu Madre".
"El camino para llegar a Cristo es acercarse a María; los que de Ella huyen no encontrarán la paz": San Buenaventura.
San Luis María Grignion de Montfort nos enseña (Obras, Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, BAC, Madrid, 1984, p. 284):
"Así como en la generación natural y corporal concurren el padre y la madre, también en la generación sobrenatural y espiritual hay un Padre, que es Dios, y una Madre, que es María.
"Todos los verdaderos hijos de Dios y predestinados tienen a Dios por Padre y a María por Madre. Y quien no tenga a María por Madre, tampoco tiene a Dios por Padre. Por eso los réprobos —tales los herejes, cismáticos, etc., que odian o miran con desprecio o indiferencia a la Santísima Virgen— no tienen a Dios por Padre —aunque se jacten de ello—, porque no tienen a María por Madre. Que, si la tuviesen por tal, la amarían y honrarían, como un hijo bueno y verdadero ama y honra naturalmente a la madre que le dio la vida.
¨La señal más infalible y segura para distinguir a un hereje, a un hombre de perversa doctrina, a un réprobo de un predestinado, es que el hereje y el réprobo no tienen sino desprecio o indiferencia para con la Santísima Virgen, cuyo culto y amor procuran disminuir con sus palabras y ejemplos, abierta u ocultamente y, a veces, con pretextos aparentemente válidos".