Es deber de todo cristiano el ir siempre decorosamente vestido, y si bien esta obligación es para ambos sexos, de manera especial las mujeres no deben dar ocasión a otros a caer en tentación. Se peca cuando por la inmodestia en el vestir se induce a otros a pecar, pues quien provoca el pecado mortal en el prójimo, peca gravemente para sí mismo.
Del mismo modo, es deber general el resistir las tentaciones y no mirar indecorosamente. De manera particular los varones deben siempre mirar limpia y castamente a la mujer. Cuando no lo hacen así, dice Nuestro Señor, “adulteran con ellas en su corazón” y por lo mismo pecan mortalmente. El pecado de provocación no justifica el pecado de caída. Ambos pecan: tanto quien provoca como quien consiente en la provocación. La Sagrada Escritura dice: "¡Ay de aquél que cause el escándalo!" (Math XVIII-7). El escándalo es algo que hace tropezar al prójimo, que lo lleva a incurrir en pecado. La inmodestia atrae tentaciones, provoca malos pensamientos y malos deseos sexuales en otros. Excita la concupiscencia y después lleva, incluso, al prójimo a cometer actos impuros.
La modestia se infunde en los hijos desde edad muy temprana con las enseñanzas y el ejemplo de los padres. Ay de aquellos que no siembran esta virtud en su prole. ¡Grave cuenta tendrán que dar a Dios!