La máxima del Cura de Ars "el mayor acto de caridad, hacia el prójimo, es salvar su alma del infierno" tiene un valor universal, hacia cualquiera que sea nuestro prójimo y como tal debemos siempre practicarla y tenerla muy presente; pero adquiere una singular significación e importancia con nuestros hijos, que hemos recibido de Dios para poblar la Casa del Padre y no para hacerlos reos de la condenación eterna.
El primer acto de amor sobrenatural que debes a tus hijos es bautizarlos cuanto antes, para que se conviertan en hijos de Dios y miembros de su Iglesia.
Edúcalos en el amor a Dios, instrúyelos constantemente -no sólo para la primera comunión- en la fe y la moral católica, guíalos para que practiquen frecuentemente los sacramentos (confesión y comunión), cuida lo que ven (cine, t.v., internet, revistas, libros, etc.) y superviza que tengan buenas amistades. Acostúmbralos a orar diariamente (al despertar, en las comidas, el rosario y al dormir), enséñales a hacer un examen diario de conciencia y su respectivo acto de contrición perfecta. Indúcelos a practicar deportes y aficiones positivas, educa sus buenos sentimientos, ámalos mucho, pero no los consientas ni los sobreprotejas. Obsérvalos y atiende sus problemas y necesidades pero sé objetivo(a) para conocer y analizar sus defectos. Siembra virtudes en sus corazones (combate particularmente el egoísmo, el orgullo, la lujuria y la deshonestidad). Fórmalos en la virtud del pudor en sus costumbres, vestimenta y diversiones. Recuerda que la educación no consiste en que sólo cumplan reglas y disposiciones cuando son vistos sino, fundamentalmente, que adquieran convicciones para toda su vida, para ello es indispensable predicar con el ejemplo y orar constantemente por ellos. El máximo acto de amor es que los lleves y dirijas hacia el cielo. La educación y formación integral de los hijos requieren un complejo programa que no puede estar siendo improvisado diariamente. ¡Cuántos padres inconscientes pierden de vista todo esto para sólo avocarse a las necesidades físicas y materiales de su prole, descuidando su alma y poniendo en gravísimo peligro su salvación!
Recuerda que la mayor caridad es salvar almas del infierno y llevarlas a Dios. ¡Practiquemos este verdadero amor con todos, pero primero que nada con nuestros propios hijos!