Los talentos no representan las pertenencias materiales.
Pero el evangelio es muy claro que ¡el talento no es mío! No es posesión mía, pertenece al Señor y yo soy sólo su siervo. Es importante que nos demos cuenta de lo que somos y todo lo que recibimos en esta vida no nos pertenece, sino que pertenece a Dios.
En la continuación de la parábola, hay dos actitudes diferentes entre los siervos ...
Señor, gracias por los talentos que me has dado. No permitas que la apatía o el desánimo me lleven a enterrarlos o a utilizarlos para mi beneficio personal. Ilumina mi oración, permite que me acerque a Ti con confianza y con un corazón sincero, para desprenderme de mi voluntad y unirme más a la tuya.