Hay que mortificar los sentidos del cuerpo y las potencias del alma.
a) Mortifica tus ojos. “Los demás sentidos son las ventanas del alma –dice San Agustín-, pero los ojos son sus puertas”. No te está vedado el ver, pero sí el mirar, el fijarse en objetos peligrosos. Jóvenes, mirad a todas las doncellas como miráis a vuestra hermana, y a todas las mujeres como a vuestra madre.
b) Mortificar el gusto, procurando no comer ni beber en exceso. Declara San Jerónimo: “Nunca creeré que algún borracho sea hombre casto”.
c) Mortifica el tacto, porque tu cuerpo es un vaso sagrado que sólo se puede tocar o dejar tocar con respeto.
d) Mortifica tu mente, cuidando de cuantos pensamientos, imaginaciones y recuerdos puedan abrir la puerta al enemigo, rechazándolos en el acto.
e) Mortifica tu corazón, en sus afecciones demasiado sensibles, pues empiezan por el espíritu y vienen a parar en la carne (Gal 3,3).
EL CATÓLICO DEBE CONSERVARSE EN GRACIA
¿Cómo conservar la gracia santificante? Evitando el pecado mortal. Los medios principales para ello son:
1.- El recuerdo de las postrimerías (muerte, juicio, infierno y gloria).
2.-La huida de las ocasiones próximas de pecado.
3.-La mortificación (que antes hemos explicado).
4.-La huida de la ociosidad.
5.-La oración
6.- La frecuencia de los sacramentos.
7.-La devoción a María.
8.-La lucha contra las tentaciones.