Cuando llega la noche, congrega tu mente en la meditación de lo acaecido durante todo el día: considera la providencia de Dios hacia ti, piensa en los dones que te ha concedido a lo largo del día: el resplandor de la luna, la alegría de la luz del día, todas las horas y los momentos, las divisiones del tiempo, la percepción de los colores, la belleza de las criaturas, el curso del sol, el crecimiento de tu estatura, la conservación de tu persona, el soplar del viento, la abundancia de frutos, el servicio de los diversos elementos para tu placer, tu protección de frente a las adversidades, y el resto de cosas buenas. Cuando hayas considerado estas cosas, la admiración hacia el amor que Dios te ha manifestado emanará en ti y la acción de gracias por sus dones arderá en ti.
Y considera aun si sucedió algo que fuera contrario a estos dones, y pregúntate a ti mismo: "¿Hice hoy algo que pueda irritar a Dios? ¿Dije o pensé algo contra la voluntad de Aquél que me creó?" Y si realmente te das cuenta que hiciste algo que le desagrada, levántate un momento para orar y dale gracias por los dones que te ha concedido por el servicio de todo el día, y suplica a causa de tus incorrecciones (haciendo un acto de contrición perfecto, doliéndote de tus pecados por amor a Dios y haciendo propósito de no pecar más y confesar lo más pronto posible). Así dormirás en paz y sin pecado.
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