«Existe también otro peligro, QUE ES TANTO MÁS GRAVE CUANTO QUE SE OCULTA BAJO LA CAPA DE VIRTUD. Muchos, deplorando la discordia del género humano y la confusión que reina en las inteligencias de los hombres, y guiados de un imprudente celo de las almas, se sienten llevados por un interno impulso y ardiente deseo a romper las barreras que separan entre sí a las personas buenas y honradas; Y PROPUGNAN POR UNA ESPECIE DE IRENISMO [pacifismo], que, pasando por alto las cuestiones que dividen a los hombres, se proponen, no sólo combatir en unión de fuerzas el combatiente ateísmo, SINO TAMBIÉN RECONCILIAR OPINIONES CONTRARIAS AÚN EN EL CAMPO DOGMÁTICO. Y, como hubo antiguamente quienes se preguntaban si la apologética tradicional de la Iglesia constituía más bien un impedimento que una ayuda para ganar las almas a Cristo, así también no faltan hoy quienes se han atrevido a proponer en serio la duda de si conviene, no sólo perfeccionar, mas aún reformar completamente la teología y el método que actualmente, con la aprobación eclesiástica, se emplea en el enseñamiento teológico, a fin de que se propague más eficazmente el reino de Cristo en todo el mundo, entre los hombres de todas las civilizaciones y de todas las opiniones religiosas».
C. Encíclica Humani Generis in Rebus, de Su Santidad el Papa Pío XII, 1950.
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