Cuando era pequeño y vivía, con mi familia, en la vieja casa de campo, teníamos un pequeño corral, con gallinas, polluelos, pollos y obviamente un gallo, con cresta y lóbulos rojos fuego. A mí me gustaba muchísimo oírlo cantar: a las tres/cuatro de la mañana, ¡estallaba con sus solemnes kikirikís! Pero cantaba también durante el día y me impresionaba el hecho de que cuando cantaba cerraba los ojos. Pregunté el porqué a mi papá, el cual, imperturbable, como siempre, me respondió: “Canta cerrando los ojos porque se sabe la lección de memoria… y no necesita leerla”.
Yendo a la escuela, sin embargo, no me comportaba como el gallo: yo también me sabía la lección de memoria, pero al recitarla a la maestra, no cerraba los ojos, porque me agradaba ver al mismo tiempo las caras de la institutriz y de mis compañeros de clase. Habría agradecido, modestia aparte, incluso un aplauso. Pero lo que más me impresionó fue oír leer a mi maestra, con ocasión de la semana santa de 1955, que a Pedro, que aseguraba a Jesús que le habría seguido hasta la muerte, Jesús le respondió: “Antes de que el gallo cante, me negarás tres veces”. Como sucedió pocas horas después: Pedro negó a Jesús, por miedo ante una portera, a la que declaró jurando y perjurando que no conocía para nada a Jesús. En resumen, Pedro (¡mejor decir su nombre de nacimiento: Simón, bar Jona!) inauguró la diplomacia, ¿sí o no?
Todavía hoy, teniendo ya 70 años, me impresiona mucho aquel gallo impertinente que hizo recordar a Simón, infiel, las palabras proféticas del Señor: “Me negarás”. Me ha impresionado siempre aquel gallo, que oigo con mis oídos, cada vez que digo no al Señor; aquel gallo me recuerda mi debilidad y me hace volverme a Él y pedirle: “Dame fuerza para no negarte, para proclamarte, para incluirte en la conversación humana con los demás, para no avergonzarme nunca de Ti”. El hecho impresionó también a aquellos buenos cristianos que, en los alrededores del antiguo sanedrín, construyeron una iglesita, llamada todavía hoy: “In galli cantu” (donde el gallo canta) para recordar la negación de Simón y su amargo llanto de arrepentimiento (“amare flevit”).
Pero también hoy, digo yo, hacen falta gallos que canten: que canten cada vez que un hombre de Iglesia niega a Jesús rebajándolo a nivel de cualquier otro jefe de religión, o ignorando u olvidando su Presencia Real en la Eucaristía, que es Él y no un trozo de pan, arrodillándose ante el mundo, siguiendo los deseos del mundo, que se oponen a Dios, abriendo el camino a todos los pecados, que no serían ya ni siquiera cosas irregulares, sino solo “inmadureces”, “fragilidades”, “heridas”, etc. Todo cristiano-católico que quiera ser auténtico, debe ser como el gallo que canta, que declara, que denuncia abiertamente los errores y los caminos torcidos emprendidos desde hace decenios hasta ahora, por hombres de Iglesia que piensan ya sin fe, secuaces de una teología sin Cristo.
¿Que nos pondrán aparte? ¿Que juzgarán nuestro nombre como infame en medio de los hombres? Que así sea. Tendremos la alegría y la paz de pertenecer a Cristo y a su Iglesia, la Iglesia de siempre: porque no existe una iglesia de este o de aquel, sino la Iglesia de Cristo, que es solo la Iglesia católica y no otra. Ni puede nacer “una nueva iglesia”, que sea distinta de la Iglesia católica que seguimos desde los tiempos de Jesús y de san Pedro (arrepentido y redimido, capaz de amar a Jesús más que sus hermanos) hasta nosotros.
Me agrada mucho, todavía hoy, el gallo de mi corral, que cantaba con los ojos cerrados, porque, decía papá, se sabía la lección de memoria. Pero yo, que soy una nulidad, también me sé la lección de memoria – el Evangelio de Jesús, el Catecismo de san Pío X –, intento ser un gallo que canta, no para decir que las gallinas han puesto un huevo, sino para recordar a quien Le niega y traiciona que Jesús permanece para siempre, con su Verdad, su Doctrina, sus Sacramentos, los siete, con su Ley.
Estoy seguro de hacer un pequeño servicio a la Iglesia, pequeño, pero importante y verdadero: ¡ánimo, canta en el corazón de la noche, porque está todavía oscuro como sucede hoy, y haz oír quién es Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, único Salvador del mundo! ¡Hasta pronto, sì sì no no, he aprendido incluso a hacer el gallo nocturno, cantando fuerte, cuando se niega al divino Maestro!
Insurgens
(Carta a sì sì no no. Traducido por Marianus el eremita). Fuente: Adelante la Fe.
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