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EL PECADO DE IMPUREZA: CAMINO SEGURO DE CONDENACIÓN

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Es título de esta carta es llamativo, escuece (como ha de escocer la sal del evangelio, cfr Mateo 5, 13), toca directamente a la conciencia, o…. peor aún, puede que a algunos les cause una sonrisa burlona o irónica, cuando no un juicio riguroso sobre la “validez” del mensaje que en estas líneas se contiene. ¿Porqué esta carta y porqué este título?: porque, sencillamente, y aunque duela reconocerlo, y, más aún, asumirlo….. el pecado contra el sexto mandamiento de la ley de Dios es el camino más cierto, y por desgracia hoy día el más popular, para caer en el infierno. Y no es casualidad que esta carta se publique en el mes de octubre, ya que con toda intencionalidad el autor llama la atención del aniversario de las apariciones de la Santísima Virgen María en Fátima en su última aparición junto al milagro de sol dado el 13 de octubre de 1917, cuando la Madre de Dios se manifestó como Señora del Rosario. Y cuando, poco después, la niña vidente Jacinta, ya canonizada por la Iglesia Católica, expresara con inquietud, y textualmente, que “los pecados que más almas llevan al infierno son los de impureza”. Ya siglos antes San Alfonso María de Ligorio enseña que, siendo la soberbia el peor pecado, sin duda alguna que todas las almas condenadas pecaron habitualmente contra la castidad en vida, siendo imposible encontrar un solo condenado que hubiera llevado una vida casta en la tierra. Pero si aún vamos atrás en la historia, y adelante en importancia del que enseña, nada más y nada menos que Nuestro Señor Jesucristo evita palabra y hasta la mirada con el vicioso rey Herodes en la noche de la pasión. Habiendo hablado Nuestro Señor con todos los “actores” de su prendimiento: guardias, Anás, Caifás, Pilatos…  hasta con Judas Iscariote, no tuvo miramiento alguno con el que vivía de forma impura y escandalosa, Herodes Antipas, expresando de esta manera hasta que punto desagrada a Dios el pecado de impureza.

Veinte siglos después: ¿Qué sucede hoy en la cristiandad donde parece que la exhortación sobre la pureza ha desaparecido casi por completo?; no es fácil responder de forma exhaustiva a esa pregunta, pero nos podemos aproximar a la respuesta observando los frutos podridos del árbol insano. Con objetividad histórica puede afirmarse que hasta la década de los 70 del siglo pasado la Iglesia Católica ha mantenido una catequesis adecuada sobre la castidad. Algunos creen que hubo extremos y rigorismos en esa tarea, y también con objetividad podrían reconocerse los mismos pero más en las formas pedagógicas que en el fondo mismo de la formación de las conciencias. Pero tras los años sesenta del siglo pasado, una vez explotada la llamada “revolución sexual” en occidente (originada sobre todo en el podrido “mayo del 68 francés”), la ideología pansexualista se ha extendido de tal manera que ha penetrado en la misma Iglesia no tanto en sentido activo sino en sentido “ansiolítico”, es decir, como pecado de omisión que calla toda voz catequética u homilética en el ámbito del pudor, castidad y santa pureza, a la vez que se convierte en droga tolerante de toda clase de ofensas a Dios a través del mal uso del sexo ya separado del amor comprometido. Es decir, y expresado en sentido claro: hoy día casi nadie predica o forma en la virtud de la pureza. Esa virtud ha casi desaparecido de homilías, catequesis de jóvenes y adultos, predicaciones y/o documentos magisteriales donde, si acaso, hay alguna que otra nota afirmativa del “amor humano, amor a la naturaleza o amor a la cultura”, pero sin remover para nada la conciencia humana en aras a su conversión y al camino hacia la salvación (que de toda conversión procede).

Hay pecados graves, o sea mortales, contra el sexto mandamiento de la ley de Dios, que HOY se cometen con toda naturalidad, sin que la conciencia se remuerda moralmente, y sin que nadie con autoridad magisterial recuerde que SON pecado aunque la mayoría de la población lo cometa. Por ejemplo:

La FORNICACIÓN: todo acto sexual cometido antes del matrimonio. Hoy hay una gran mayoría de parejas de novios, o simplemente de parejas de amigos, que antes de casarse conviven, o, sencillamente, no se plantean casarse por la Iglesia. Y el acto sexual, aunque sea puntual, antes de la boda, se asume con toda normalidad ética. La práctica sexual pre-matrimonial tiene además un carácter CRIMINAL, ya que la mayoría de los abortos son consecuencias de esta clase de relaciones.

El ADULTERIO: todo acto sexual cometido estando uno casado pero fuera del matrimonio. Pecado gravísimo al dañar la estabilidad de la familia, de los hijos si los hubiere, y de la misma sociedad cuya moralidad se degrada.

LA ANTICONCEPCIÓN: toda acción artificial encaminada a evitar la concepción para salvar solo el placer del acto sexual. Y que en muchas ocasiones es abortiva (por ejemplo con la píldora del día después, el DIU, y otros métodos artificiales).

La práctica de la HOMOSEXUALIDAD: La práctica de la todo acto sexual cometido por personas del mismo sexo. Pecado que por su extremada gravedad clama al Cielo como señala el Antiguo Testamento y recoge después San Pablo en el Nuevo.

La PROSTITUCIÓN: todo acto sexual cometido desde la “compra de servicios” de un ser humano que se degrada en su dignidad. Pecado que contribuye a otros pecados gravísimos relacionados con las redes de tráfico de personas.

Hagamos examen de conciencia, personal y colectivo: ¿Cuándo fue la última vez que predicamos, catequizamos o formamos…  sobre esta materia? ¿O cuando fue la última vez que escuchamos una homilía, catequesis o clase formativa de la santa pureza?

Obispos, Sacerdotes, Religiosos/as, Laicos comprometidos, Padres de Familia, Catequistas, Profesores de Religión, Católicos todos: hemos de exhortarnos a nosotros mismos antes de hacerlo con los demás. Hemos de proponernos, en primer lugar, vivir esta virtud según nuestro estado de vida, ya que poco podrá dar el que no tiene. Y, unido a ese propósito, o como efecto del mismo, renovar nuestro apostolado, sin complejos, sin extrañas hipotecas con lo “sociológicamente correcto”……. dispuestos a dar la vida como hizo San Juan Bautista (que por predicar la castidad ante el rey impuro perdió su misma vida). Y que en nuestro apostolado no falte (sería pecado de omisión) la formación en la virtud de la pureza como camino más seguro hacia la salvación (la nuestra y la de las almas que Dios pone a nuestro lado). Si hacemos con firmeza ese propósito la Inmaculada y siempre Virgen María nos amparará y animará en dicho empeño. Pongámonos a ello.

Boletín de la Diócesis de Oruro
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