Al acercarse las fiestas de fin de año la mayoría de las capitales y ciudades del mundo se van adornando con luces, árboles navideños y ornamentos relacionados con la época, no cabe duda que ver de esta manera las distintas calles, avenidas y plazas evoca sentimientos de paz, amor, o al menos así debería ser, pero lastimosamente vivimos en unos tiempos medio extraños y confusos, donde lo primordial son los regalos, la cena, la borrachera y los viajes, que la conmemoración misma de la Navidad y lo que ésta conlleva.
Poco a poco el mundo está olvidando el significado real de la Navidad, este vacío da paso, sin lugar a dudas, al llamado “estrés de fin de año”, uno se da cuenta de ello al ver a miles de personas salir a las calles totalmente agitadas y aceleradas, como si el mundo estuviese a punto de acabarse. Es increíble ver las tiendas de juguetes llenas de potenciales compradores, peleándose por algún determinado juguete, como si la felicidad y la vida misma dependieran de ello. Ni qué decir de la congestión vehicular “típica” de las épocas navideñas; todos piensan en la cena de Navidad o que si el aguinaldo les va a alcanzar para comprar todos los regalos pensados. Las calles se ven repletas de gentes, codeándose unos con otros, pero muy pocas veces compartiendo o tan siquiera hablando. La sociedad entera muestra su lado más consumista e individualista, la empatía y la solidaridad ya no son vistas como importantes y esenciales, el relativismo y el mercantilismo es lo primordial.
El relativismo prácticamente ha “comprado” la Navidad, es más común ver por todo lado a Santa Claus con sus renos o a los famosos duendes del polo norte, que a JESÚS mismo. La razón es sencilla, los personajes antes mencionados representan a una Navidad consumista, individualista y hedonista, mientras que Jesús representa al amor infinito de Dios que dio a su propio hijo para que se sacrificara por nosotros. Obviamente, esto no es “vendible” ni rentable, es más, si pudiese ser eliminado de la Navidad sería mucho mejor, pues una Navidad de amor y esperanza simplemente perjudica a muchos intereses económicos que prefieren ver al ser humano hipnotizado o, mejor dicho, idiotizado con las “ofertas navideñas”, con todo lo que esto conlleva.
Esta nuestra sociedad nos muestra por todos los medios posibles que una buena Navidad es estar sentados alrededor de un refresco de cola, disfrutando de una fastuosa cena o, en todo caso, tener al pie del árbol de Navidad un sinfín de regalos adquiridos en “ofertas navideñas” típicas de estas épocas. Pobre de aquel que se anime a contradecir nuestra Navidad de consumo, pobre de aquel que se anime a llevar el nombre de Jesús como la fuente misma de la Navidad, a esos se los tilda de radicales o fanáticos religiosos.
De esta manera se vive las fiestas de fin de año, sin medir gastos y sin tener propósitos, pues bien, creo que es tiempo de cambiar esta realidad absurda en la que nos desenvolvemos, ya que el amor no se compra ni se mendiga, simplemente se merece. El mejor regalo para los niños por parte de sus padres no es el juguete de moda, es simplemente tener una familia unida, llena de amor y con los padres con suficiente tiempo para compartir con sus hijos. El mejor regalo para dar a nuestros padres y abuelitos no son suéteres de lana o botellas de vino, simplemente es demostrarles nuestro amor día tras día y sin esperar nada a cambio.
El mejor regalo para los más chicos no es llenarlos de obsequios caros que al final ni siquiera valoran en su real magnitud, simplemente es enseñarles a crecer como buenas personas, con los valores necesarios para que puedan desenvolverse en la vida de manera honesta. El mejor regalo para los indigentes y chicos de la calle, no es un panetón y una frazada a medio uso, es darles tiempo no solo para trabajar con ellos en su salud o reinserción en la sociedad, sino también para compartir amistad con ellos.
Y, definitivamente, el mejor regalo para toda la humanidad no es un árbol navideño, no es un refresco de cola, no son los panetones y roscas navideñas, el mejor regalo de Navidad es Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, que vino para redimirnos y mostrarnos el camino hacia el Padre, solo de esta manera viviremos no solo una feliz Navidad sino también una Eterna Navidad.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”Marcelo Miranda Loayza Juan 3: 16.
Marcelo Miranda Loayza
Fuente: El Diario
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