«Podrá acaso alguno pensar que nos exponemos imprudentemente a las iras de los tiranos. Sea en buena hora. Vale más incurrir en la indignación de los hombres que en la indignación de Dios. Vale más confesar a Jesucristo valientemente en presencia de los hombres y no ser desconocido por Él en el último día. No tememos las mazmorras ni los rifles asesinos; tememos sólo el juicio de Dios que puede arrojarnos al Infierno el día de la cuenta».
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