"Dejad que los niños vengan a mí —dijo Jesucristo un día con ternura a los Apóstoles. Con parecidas palabras, algo modificadas, voy a cerrar este texto: Dejad que vengan al mundo los niños que Dios envía.
Todos conocemos la matanza de los niños inocentes decretada por Herodes. ¡Qué gritos de angustia debieron proferir los labios de sus madres! ¡Con qué desesperación tratarían de defender a sus hijos de los sicarios de Herodes! ¡Qué gran compasión sentimos por estas pobres madres!
Mas el mundo actual parece que lo ha trastornado todo. La perversión de las ideas ha envenenado a las madres, no sólo para que no defiendan a sus hijos, sino para que ellas mismas vayan en busca del verdugo, y le paguen dinero por matarlos. ¿Puede haber perversión y maldad mayor?
Indudablemente todo pecado tiene su castigo, aun en esta vida. Porque quien comete el pecado del aborto y no se arrepiente y no hace penitencia, tiene dos castigos ya en esta tierra, ambos horrendos: o se despierta la conciencia y entonces sienten terrible remordimientos por lo que se ha hecho, que no dejan descansar ni durante el sueño —hasta tiene pesadillas sobre niños abortados—, o se endurece más todavía, y muere la conciencia —juntamente con el hijo abortado—, y se cae en tal embrutecimiento, que apenas queda algún rasgo de ternura y de compasión. Ni en el primer caso ni en el segundo se puede hablar de haber tenido una vida matrimonial feliz; no queda más que amargura y vacío. Lo prueba la experiencia con tristes ejemplos de todos conocidos.
Terminemos este texto suplicándole a Nuestro Señor Jesucristo que nos obtenga la gracia de tener matrimonios felices, amantes de los hijos".
Mons. Tihamér Tóth
📖 El Matrimonio Cristiano.
Tomado de: La Dama Católica.
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