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22 DE AGOSTO: INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

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¿Qué nos pide Nuestra Madre? Algo tan sencillo como exigente: “Dame, hijo mío, tu corazón y pon tus ojos en mis caminos” (Proverbios 23, 26). María quiere que le demos nuestro corazón, es decir que nos esforcemos siempre en unir nuestra voluntad con la Voluntad de Jesús, buscando la perfección de la virtud y consiguiendo así la vida eterna.

Hoy, en honor a su Corazón Inmaculado, examinemos la piedad concreta que todos debemos tener hacia María. (Las siguientes líneas se inspiran principalmente del libro “Los grados de la vida espiritual” por Mons. Saudreau, T.1. p.283 y sigs).

l.° Confianza.

Seremos tanto más devotos de María cuanta mayor fuere nuestra confianza en Ella. ¿Hemos tenido en esta buena Madre confianza verdaderamente ilimitada? ¿Hemos comprendido que el verdadero hijo de María está seguro de su salvación, seguro de su santificación? ¿Hemos mirado esta devoción como uno de los medios más poderosos para adelantar en la piedad?

¿Qué hemos hecho particularmente para aumentar nuestra confianza? Hubiéramos podido meditar sus grandezas, recordar sus beneficios, leer algún libro compuesto en su honor –las Glorias de María de San Alfonso, las obras de San Luis María–, por fin, pedir a Dios que aumentara nuestra devoción a esta celestial Madre y nuestra confianza en Ella; ¿hemos empleado alguno de estos medios? La confianza en María es una gracia muy grande que sólo se logra con oración perseverante.

2.° Afecto filial.

¿La hemos tratado como un niño a su madre, contándole cuánto nos interesa, confiándole nuestras alegrías, nuestras penas, nuestras inquietudes, nuestros deseos; hablándole de nuestros defectos para que nos ayude a corregirnos y de las virtudes que nos son necesarias para que nos las alcance? Esta intimidad de hijo, con María, es condición esencial para nuestro progreso espiritual.

3.° Devoción constante.

¿Hemos acudido a Ella en todo, no emprendiendo cosa alguna sin encomendárselo? ¿Le hemos ofrecido nuestro trabajo para que Ella misma se dignase ofrecerlo a Jesús? ¿Le hemos ofrecido, asimismo, todas las obras? San Luis María de Montfort nos aconseja vivamente que todo lo ofrezcamos a María, declarando que esta práctica es infalible para llegar a una alta perfección. ¿La hemos particularmente invocado antes de confesarnos, de comulgar, suplicándole nos lleve como por la mano en estos grandes y santos actos?

Sobre todo, ¿hemos acudido a Ella en las tentaciones? Quien deja de mirar a María, especialmente en las tentaciones de sensualidad, cae infaliblemente. Quien la mira sin cesar encuentra fortaleza y perseverancia.

4.° Prácticas piadosas en honor suyo.

¿Qué lugar hemos dado a la oración diaria hacia esta buena Madre; y cómo hemos rezado las oraciones en honor suyo, el Santo Rosario, el Acordaos, el Ángelus, etc.? ¿Todos los días? ¿Con tiempo? ¿Buscando el momento adecuado? O raras veces, a las apuradas, haciendo otra cosa, sin atención verdadera.

¿Hacemos alguna vez novenas para alcanzar las gracias que nos son necesarias, por ejemplo, alguna virtud cuya falta más vivamente hubiéremos sentido? Para hacer más eficaces estas novenas y para mejor honrar a María, ¿hemos juntado a nuestras oraciones algunas prácticas de mortificación? “Oración y sacrificio” nos repite María en Fátima.

¿No hemos sido inconstante en nuestra devoción a esta buena Madre, acudiendo a veces a Ella con fervor y olvidándola luego y descuidando por completo dirigirle nuestras súplicas?

Hagamos con regularidad este pequeño examen de nuestra devoción mariana. Este año nos ofrece una oportunidad especial de dar a nuestra Madre el lugar que Ella quiere en nuestra vida. El lugar que se merece. El lugar principal. El lugar de honor.


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