¡Señora Nuestra de Guadalupe, que también a la tierra de México habéis querido dar especiales muestras de benevolencia, y habéis prometido consuelo y ayuda a aquellos que os aman y siguen! Mirad benigna a todos vuestros hijos; ellos os invocan con confianza.
Conservad en nuestras almas el don precioso de la gracia divina. Hacednos dóciles a la voluntad del Señor, de tal manera que cada vez más se extienda su reino en los corazones, en las familias, en nuestra querida nación.
¡Oh Virgen Santísima! Estad con nosotros en las fatigas del trabajo cotidiano, en las alegrías, en las penas y dificultades de la vida, de modo que nuestro espíritu inmortal pueda elevarse, libre y puro, a Dios y servirlo gozosamente, con generosidad y fervor.
Defendednos de todo mal, Reina y Madre de México; y haced que seamos fieles imitadores de nuestro Jesús, que es camino, verdad y vida, a fin de que un día podamos, de vuestra mano, alcanzar en el Cielo el premio de la visión beatífica.
Amén.