Con los criterios aquí expuestos -que datan de 1900 con todas las aprobaciones oficiales-, y que representan la verdadera doctrina de la Iglesia, es fácil a cualquier fiel poder evaluar las reuniones ecuménicas y derivadas que erradamente se vienen promocionando en los últimos 50 años por la jerarquía de la Iglesia, en las cuales se invitan a otras religiones a orar por objetivos comunes, como la paz mundana. El solo hecho de invitar a otra religión, en tanto que tal, a orar, incluso si no se hace conjuntamente, presupone forzosamente en el que invita el reconocimiento explícito de la plena validez, efectividad y capacidad del invitado de agradar a Dios con las mismas, lo cual no es más que poner en pie de igualdad a todas las religiones, lo mismo las falsas que la verdadera. Veamos detenidamente lo que siempre ha enseñado la Iglesia Católica ‐que es una verdad perenne‐ y que magistralmente explica el Padre Hillaire a continuación:
«¿Pueden existir varias religiones buenas?
Respuesta: No; pues no puede haber sino una sola religión verdadera. Así como no hay más que un solo Dios, no hay más que una sola verdadera manera de honrarle; y esta religión obliga a todos los hombres que la conocen.
1º Una religión, para ser buena, debe agradar a Dios. Pero como Dios es la verdad, y una religión falsa no podría agradarle, no puede aprobar una religión fundada sobre la mentira y el error.
2º No puede existir más que una sola religión verdadera, pues la religión es el conjunto de nuestros deberes para con Dios y estos deberes son los mismos para todos los hombres. Y, a la verdad, estos deberes nacen de las relaciones existentes entre la naturaleza de Dios y la naturaleza del hombre. Pero como la naturaleza de Dios es una, y la naturaleza humana es la misma en todos los hombres, es evidente que, los deberes tienen que ser los mismos para todos. Por consiguiente, la verdadera religión es una y no puede ser múltiple. Las formas sensibles del culto pueden variar; la esencia del culto, no.
3º Toda religión comprende tres cosas: dogmas que creer, una moral que practicar y un culto que rendir a Dios. Si dos religiones son igualmente verdaderas, tienen el mismo dogma, la misma moral, el mismo culto; y entonces ya no son distintas.
Si son distintas, no pueden serlo sino por enseñar doctrinas diferentes acerca de una de estas materias y, en este caso, ya no son igualmente verdaderas. Por ejemplo, a esta pregunta: ¿Jesucristo es Dios? Sí, dice un católico; puede ser, dice un protestante racionalista; no, contesta un judío; es un profeta como Mahoma, añade un musulmán… Estos cuatro hombres no pueden tener razón a la vez; evidentemente uno solo dice la verdad. Luego, las religiones que admiten, aunque sólo sea una verdad dogmática diferente, no pueden ser igualmente verdaderas.
Lo que decimos del dogma hay que afirmarlo también de la moral no hay más que una sola moral, puesto que ha de fundarse en la misma naturaleza de Dios y del hombre que no se mudan. Lo mismo debe decirse del culto, por lo menos en cuanto a sus prácticas esenciales.
Cuando los protestantes dicen: "Nosotros servimos al mismo Dios que los católicos, luego nuestra religión es tan buena como la de ellos", contestamos: ‐Ciertamente, vosotros servís al mismo Dios puesto que no hay más que uno, pero no le servís de la misma manera. No le servís, en la forma con que quiere ser servido. Ahí está la diferencia… Dios es el Señor, y el hombre debe someterse a su voluntad.
Los que dicen que todas las religiones son buenas, no ven en la religión más que un homenaje tributado a Dios, y piensan erróneamente que cualquier homenaje le es grato. Olvidan que la religión encierra verdades que creer, deberes que cumplir y un culto que tributar. Y es claro que no pueden existir varias religiones de creencias contradictorias y de prácticas opuestas, porque la verdad es una sola, y Dios no puede aprobar el error.
PRIMERA OBJECIÓN: Todas las religiones son buenas
Respuesta: ¿Acaso todas las monedas son buenas? ¿No hay que distinguir entre las verdaderas y las falsas? Pues lo mismo sucede con la religión. Pero, la moneda falsa supone la buena de la que no es más que una criminal imitación; así, las falsas religiones suponen la verdadera.
Si todas las religiones son buenas se puede ser católico en Roma, anglicano en Londres, protestante en Ginebra, musulmán en Constantinopla, idólatra en Pekín y budista en la India. ¿No es esto ridículo? ¿No es afirmar que el sí y el no son igualmente ciertos en el mismo caso?
‐Decir que todas las religiones son buenas es un absurdo palpable, una blasfemia contra Dios, un error funesto para el hombre.
1º Un absurdo. ‐Es cierto que en las diferentes religiones hay algunas verdades admitidas por todos (o casi todos), como son la existencia de Dios, la espiritualidad del alma, la vida futura con sus recompensas y castigos eternos. Mas ellas se contradicen en otros puntos fundamentales. El católico, por ejemplo, afirma que la Iglesia tiene por misión explicarnos la palabra de Dios encerrada en la Biblia, mientras que el protestante declara que todo cristiano debe interpretar por sí mismo la palabra divina y forjarse una religión a su manera…
Podríamos citar indefinidamente las divergencias contradictorias de las diversas religiones. Pero es evidente que dos cosas contradictorias no pueden ser verdaderas, porque la verdad es una, como Dios, y no se contradice. Si la Iglesia ha recibido de Jesucristo la misión de explicarnos la Biblia, no queda a la voluntad de cada cristiano el interpretarla a su manera… Es absurdo decir que el sí y el no pueden ser igualmente ciertos sobre el mismo punto… Mas como lo que no es verdadero, no es bueno, porque la mentira y el error de nada sirven, debemos concluir que no pudiendo todas las religiones ser verdaderas, no pueden ser todas buenas.
2º Una blasfemia contra Dios. ‐Decir que todas las religiones son buenas, no es solamente contradecir al buen sentido, sino blasfemar contra Dios. Es tomar a Dios por un ser indiferente para la verdad y para el error. Se supone que Dios puede amar con igual amor de complacencia al cristiano que adora a su Hijo Jesucristo que al mahometano que le insulta; que debe aprobar al Papa, que condena la herejía, y a Lutero, a Calvino y a Enrique VIII, que se rebelan contra la Iglesia; que bendice al católico que adora a Jesucristo presente en la Eucaristía y sonríe al calvinista que se burla de ese misterio… Pero atribuir a Dios semejante conducta es negar sus divinos atributos; es decir, que trata a la mentira como a la verdad, al mal como al bien, y que acepta con la misma complacencia el homenaje y el insulto… ¿No es esto una blasfemia estúpida?
3º Un error funesto para el hombre. ‐Para llegar a la felicidad eterna debe el hombre seguir el camino que a ella le lleva, y sólo la religión verdadera es el camino que lleva al cielo. ¿No es una gran desgracia errar el camino? ¡Y si al menos llegados al término se pudiera desandar lo andado!… Pero si uno yerra por su culpa, se ha perdido para toda la eternidad.
LA INDIFERENCIA AL ENSEÑAR QUE SE PUEDEN SEGUIR TODAS LAS RELIGIONES (es decir cualquier religión), PROPENDE A ALEJAR AL HOMBRE DE LA VERDADERA RELIGIÓN, DEL ÚNICO MEDIO DE ALCANZAR SU META. ES, POR CONSIGUIENTE, UN ERROR FUNESTO.
SEGUNDA OBJECIÓN: Un hombre honrado no debe cambiar de religión hay que seguir la religión de los padres.
Respuesta: Cada uno puede y debe seguir la religión de sus padres si esta religión es verdadera; pero si es falsa, hay obligación de renunciar a ella para abrazar la verdadera.
Así, cuando uno ha tenido la dicha de nacer en la verdadera religión (la Católica romana), no necesita cambiar de creencias, y debe estar pronto a derramar hasta la ultima gota de su sangre antes que apostatar. Pero cuando no se ha tenido la dicha de nacer en la verdadera religión, si uno llega a conocerla, es absolutamente necesario, so pena de falta grave, abandonar la falsa religión y abrazar la verdadera.
El deber más sagrado del hombre es el de seguir la verdad desde el instante mismo en que la conoce: ante todo, hay que obedecer a Dios. Abandonar la falsa religión para seguir la verdadera, es acatar la voluntad de Dios, y, por consiguiente, cumplir el más sagrado de los deberes. Sin duda nada merece tanto respeto como las creencias de nuestros padres; pero este respeto tiene sus límites, los límites de la verdad. Nadie está obligado a copiar los defectos de los padres. Si vuestros padres son ignorantes ¿es necesario acaso que, por respeto, permanezcáis ignorantes como ellos? La salvación es un asunto personal, individual, del que cada uno es responsable ante Dios.
Las causas por las cuales se descuida abrazar la verdadera religión son el respeto humano, los intereses temporales, el deseo de seguir las propias pasiones; pero, evidentemente, estas causas son malas y, por tanto, hay que sacrificarlas para cumplir la voluntad de Dios y salvar el alma».