Pide así en toda ocasión:
“Señor, que se haga esto, así, si es de tu agrado. Señor, que en tu nombre se haga esto, si ha de ser para tu honra. Señor, si ves que esto me conviene, y sabes que me será provechoso, dámelo para hacer uso de ello en tu honor. Pero quítame este deseo, si conoces que lo que quiero no me ayudará a salvarme, y sí me dañará.”
Porque no todos los deseos vienen del Espíritu Santo, aunque le parezcan al hombre razonables y buenos.
Difícil es discernir con certeza si es el espíritu bueno o un espíritu extraño quien te impele a desear las cosas; o si quien te mueve es tu propio espíritu.
Muchos se engañaron al fin, los cuáles al principio parecían guiados del espíritu bueno.
Por eso, con temor de Dios y humildad de corazón se debe desear y pedir lo que se presente a la voluntad como deseable; y más que todo, se me deben encomendar todas las cosas, renunciando a la voluntad propia, orando de esta manera:
“Señor, que se haga esto, así, si es de tu agrado. Señor, que en tu nombre se haga esto, si ha de ser para tu honra. Señor, si ves que esto me conviene, y sabes que me será provechoso, dámelo para hacer uso de ello en tu honor. Pero quítame este deseo, si conoces que lo que quiero no me ayudará a salvarme, y sí me dañará.
Señor, tú sabes cuál de estas dos cosas es la mejor. Hágase la una o la otra, como tú quieras. Dame lo que sabes que es lo mejor, lo que más te agrade y sea para tu mayor honra. Ponme donde quieras, y en todo haz de mí lo que quieras. Estoy en tus manos: dame vueltas y revueltas como quieras. Soy tu siervo, y estoy dispuesto a todo. No quiero vivir para mí, sino para ti. ¡Ojalá viva con la santidad que debo!
Concédeme, Jesús misericordioso, que me visite tu gracia, conmigo coopere y hasta morir me acompañe.
Concédeme querer siempre y desear siempre lo que más te agrade, lo que más conforme sea con tu voluntad.
Que tu voluntad sea la mía, que siempre siga la tuya, y con ella se conforme perfectamente. Que tu querer y no querer sean también mí querer y no querer. Que yo no pueda querer o no querer sino lo que tú quieras o no quieras. Concédeme morir a todo lo del mundo y amar por ti los desprecios y la obscuridad en esta vida.
Concédeme descansar en ti sobre todo bien, y hallar la paz de mi corazón en ti.
Porque tú eres la paz verdadera del corazón y su único descanso. Fuera de ti, todo es inquietud y amargura.
En esta paz, esto es, en ti, Bien sumo y eterno, descansaré y dormiré para siempre. Así sea."
“LA IMITACIÓN DE CRISTO”.