Agitada estaba la barca en el Tiberíades, la tempestad arreciaba, las aguas se levantaban y mil ráfagas soplaban; las olas envolvían la proa y feroces fauces se la tragaban, las nubes bajan tanto que se pegaban al mar y no dejaban ver la estrella que orienta al perdido; empapados por el agua, ateridos por el frío, antes que los cuerpos se ahogaba el alma, tal era el caos que la fe naufragaba… mientras Jesús descansa.
Cuando en olas de muerte y pecado naufragan tantas almas, en esta fecha se embarca Jesús en tu barca…
Sois el templo de Dios, el reposo del Creador y en esta fecha la cuna de Jesús*.
Cuidemos el sueño de Jesús, gocemos con los pastores, ese júbilo que se nos comunica es el entusiasmo, (en + theos) es Dios que lleva dentro.
Eludid la tristeza que es abatimiento, inicio de la desesperación, el más grave de todos los pecados porque lo es contra el Amor, contra el Espíritu Santo.
Es blasfemia creerse abandonado. Es blasfemia el abatimiento en la tempestad. Es la Fe ahogada de aquellos marineros que dudaron de Él.
La tempestad de las pasiones febriles desatadas, del demonio que sopla hacia el abismo tu alma, del mundo que se contorsiona cual Leviatán enfurecido, enemigos de tu Dios, del Jesús que duerme en tu alma. Tengamos fe, en esta noche, en alta mar, en medio de la historia, a orillas de la eternidad. Y cobijemos al Niño entre los repliegues del alma, al que tiene en la palma de su mano la rienda de los huracanes, el reloj de los tiempos, y que en tu alma descansa.
No lo mate la espada de la duda, no lo toque Herodes ni Longinos. No grites que Él se despierta y tu terror contagioso a los demás desalienta.
¿Cómo puedes pensar que estamos de Dios olvidados cuando a la orillas de tu tiempo tienes al Eterno arrimado?
¿Cómo puedes pensar que no puedes ir al cielo, cuando el cielo viene a ti?
¿Cómo puedes cambiar por treinta monedas al Dios de tu alma, a cambio de todas la vanidades?. La eternidad por un tiempo, lo infinito por lo efímero, al más santo por un solo pecado?
¿Cómo puedes dudar de su palabra, cuando el Verbo se hace carne y tú lo puede besar?
¿Cómo temes a la muerte cuando se te da la Vida?
¿Cómo temes al naufragio, si el capitán profeta descansa en la popa? El descansa en ti, descansa tú en Él.
¿Por qué te pierdes en la noche de la duda, cuando tienes la luz de la verdad amaneciendo en tu horizonte?
Tenéis a Dios. Sed felices, a las orillas del cielo amarrada está tu alma. Y si no hay gozo es porque vino a ti y no lo conociste… Ay, si conocieras el don de Dios. Dios se ha hecho hombre y habita en nosotros. Y tiene su regalo entre los hijos de los hombres.
P. R. García
P. R. García
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*Nota de Catolicidad: Dios habita en toda alma que se encuentra en estado de gracia santificante, esto es: sin pecado mortal. Si no estamos en gracia debemos acudir al Confesionario (ver AQUÍ). La inhabitación trinitaria es la presencia de la Santísima Trinidad en el alma del que está en gracia de Dios.
El valor teológico de esta afirmación: es una verdad de fe divina y católica.
El testimonio de la Sagrada Escritura es claro y constante. Y va desde las promesas y afirmaciones más genéricas hasta las afirmaciones más contundentes, por ejemplo:
Si alguno me ama... mi Padre le amará y vendremos a él y en él haremos mansión (Jn 14,23).
Dios es caridad, y el que vive en caridad permanece en Dios, y Dios en él (1 Jn 4,16).
¿No sabéis que sois templos de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?... El templo de Dios es santo y ese templo sois vosotros (1Co 3,16-17).
¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios? (1Co 6,19).
Vosotros sois templo de Dios vivo (2Co 6,16).
Guarda el buen depósito por la virtud del Espíritu Santo, que mora en nosotros (2Tim 1,14).
*Nota de Catolicidad: Dios habita en toda alma que se encuentra en estado de gracia santificante, esto es: sin pecado mortal. Si no estamos en gracia debemos acudir al Confesionario (ver AQUÍ). La inhabitación trinitaria es la presencia de la Santísima Trinidad en el alma del que está en gracia de Dios.
El valor teológico de esta afirmación: es una verdad de fe divina y católica.
El testimonio de la Sagrada Escritura es claro y constante. Y va desde las promesas y afirmaciones más genéricas hasta las afirmaciones más contundentes, por ejemplo:
Si alguno me ama... mi Padre le amará y vendremos a él y en él haremos mansión (Jn 14,23).
Dios es caridad, y el que vive en caridad permanece en Dios, y Dios en él (1 Jn 4,16).
¿No sabéis que sois templos de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?... El templo de Dios es santo y ese templo sois vosotros (1Co 3,16-17).
¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios? (1Co 6,19).
Vosotros sois templo de Dios vivo (2Co 6,16).
Guarda el buen depósito por la virtud del Espíritu Santo, que mora en nosotros (2Tim 1,14).