Postrados a vuestros pies, y humillado por mis pecados, con plena confianza acudo a Vos, ¡Oh María! Os ruego aceptar la petición que mi corazón os viene a presentar, por los últimos momentos de mi vida. Madre querida, deseo pedir Vuestra protección y maternal amor. A fin de que, al instante decisivo, hagáis todo cuanto Vuestro Amor os sugiera en mi favor.
A vos, oh, Madre de mi alma, consagro Las últimas dos horas de mi vida. Apresuraos a mi lado, y recibid mi último suspiro. Y cuando la muerte haya destrozado el hilo de mis días, presentar mi alma a Jesús, diciéndole “Yo la amo”, esa única palabra Vuestra, bastará para asegurarme la bendición de Dios, y la dicha de contemplaros por la eternidad.
¡Oh Madre y Esperanza mía! En Vos confió. Y mi confianza no será en vano. ¡Oh María! ¡Rogad por Vuestro hijo y conducidle a Jesús! Amén.
"Abandonar a la Madre es un solo paso de abandonar al Hijo".
Rev. Fr. Ildefonso M. Izaguirre. O.P.