Y a la pregunta de Dios "¿Dónde está tu hermano?" Hemos repondido:
"No sé. ¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?"
Al igual que sucedió con Caín, Dios nos hace responsables de la sangre de nuestros hermanos, los más pequeños asesinados en el vientre de sus madres. A diferencia de otros crímenes, en el aborto participan casi todos: la madre y el padre que engendraron, los abuelos que lo consintieron, los amigos que lo recomendaron, los que fabricaron el material quirúrgico, los doctores que lo ejecutaron, los políticos que lo impulsaron a ley, los jueces que lo despenalizaron, los que lo promueven, los laicos y algunos clérigos católicos que ‐contra su religión‐ lo apoyan, los que opinan que está justificado en ciertas circunstancias y LOS QUE GUARDAN SILENCIO.
Por ello el aborto es el crimen más execrable de todos, porque no solo mata millones de seres humanos, también corrompe millones de conciencias. Hablamos de innumerables almas perdidas cada día. Por todo esto, lo que Dios nos envíe lo tenemos bien merecido...
A. Tovar.