¡Oh Señor y Redentor nuestro!, que prometiste no romper la caña cascada, sino escuchar a todo pecador arrepentido: llenos de confusión acudimos a Tí en la presente tribulación. Hemos pecado, nos hemos olvidado de Tí, nos hemos apartado de tus mandamientos; hemos sido ingratos a tantos beneficios tuyos. Reconocemos que nos castigas justamente y que merecemos mucho más de lo que nos afliges. Pero hoy, arrepentidos, acudimos a Tí, invocando tu Santo Nombre y tu Título de Redentor. Mira cómo nos dispersa y desgarra a nosotros, tu grey, el lobo de la impiedad, el cual no se detiene ante tus altares: profana hasta burlar tus planes de amor sintetizados en tu Augusto Sacramento. Ten piedad de nosotros, reafirma nuestra fe, sostén nuestros deseos de serte fieles. No queremos ser espinas que te hieran. Pon en nuestra frente tu señal para estar entre los que Te bendicen. Te lo pedimos por la Virgen Santísima, tu Madre y Nuestra Madre, que por su intercesión, no desecharás nuestra petición. Permítenos decir con San Pedro: «¡Señor, Tú sabes que te amamos!»
P. Benjamín Campos S.J.