Préstame, Madre, tus pensamientos, e ilumina mi mente con la luz de tu sabiduría.
Préstame, Madre, tus ojos, para con ellos mirar; si con ellos miro nunca volveré a pecar.
Préstame, Madre, tu lengua, para poder comulgar; pues es tu lengua materna de amor y santidad.
Préstame, Madre, tu corazón, para poder perdonar y cambiar mi corazón de roca por uno celestial.
Préstame, Madre, tus manos, para poder trabajar; si con ellos trabajo, rendirá una y mil veces más.
Préstame, Madre, tu manto, para esconder mi maldad; pues cubierto con tu manto al cielo he de llegar.
Préstame Madre a tu Hijo, para poderle yo amar, y esa será mi dicha para toda la eternidad.
Amén.