Si recibo un golpe en la mejilla derecha, la perfección evangélica me propone ofrecer la izquierda. Pero si se atenta contra la verdad, la misma perfección evangélica me obliga a consagrarme para restablecerla; porqué allá donde se extingue el respeto a la verdad empieza a cerrarse para el hombre cualquier camino de salvación. Santo Tomás de Aquino dice que la verdad, diga quien la diga, viene del Espíritu Santo (omne verum, a quocumque dicatur, a Spiritu Sancto est). Sin embargo, recíprocamente también hay que decir que las falsedades, las manipulaciones y los errores deben ser desenmascarados y condenados, cualquiera sea la persona que los proponga y cuán amplia sea su difusión; pues así como toda verdad tiene origen en el Espíritu Santo y debe ser aceptada y asimilada, a su vez el error tiene como origen al padre de la mentira y debe ser rechazado en todas sus formas.
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