«Por lo tanto, la Iglesia, por la potestad que le fue encomendada por su Fundador divino, TIENE NO SÓLO EL DERECHO, SINO PRINCIPALMENTE EL DEBER DE NO TOLERAR, SINO PROSCRIBIR Y CONDENAR TODOS LOS ERRORES, SI ASÍ LO RECLAMAREN LA INTEGRIDAD DE LA FE Y LA SALUD DE LAS ALMAS; y a todo filósofo que quiera ser hijo de la Iglesia, y también a la filosofía, le incumbe el deber de no decir jamás nada contra lo que la Iglesia enseña y retractarse de aquello de que la Iglesia le avisare».
Su Santidad Pío IX, Carta Apostólica Gravissimas Inter.