El Magníficat (o la Magnífica) es una Alabanza a Dios que la Santísima Virgen María recitó -durante la visita que realizó a su prima Santa Isabel- por la elección que hizo de Ella. Es un reconocimiento de la providencia de Dios en el mundo y del cumplimiento de sus profecías. Es el cántico que anuncia el nuevo Evangelio de Cristo; es el preludio del Sermón de la Montaña. Allí María se nos manifiesta vacía de sí misma y poniendo toda su confianza en la misericordia del Padre. En la misma profetiza lo que cabalmente se ha cumplido: «todas las generaciones me llamarán bienaventurada»*.
La Madona, grabado de Carlo Dolci. Siglo XVII |
Glorifica mi alma al Señor, mi espíritu se llena de gozo, al contemplar la bondad de Dios mi Salvador porque ha puesto la mirada en la humilde sierva suya y ved aquí el motivo por que me tendrán por dichosa y feliz todas las generaciones, pues ha hecho en mi favor cosas grandes y maravillosas, Él que es todopoderoso y su nombre infinitamente Santo, cuya misericordia se extiende de generación en generación a todos cuantos le temen. Extendió el brazo de su poder, disipó el orgullo de los soberbios trastornando su designios. Desposeyó a los poderosos y elevó a los humildes. A los necesitados los llenó de bienes y los ricos los dejó sin cosa alguna. Exaltó a Israel su siervo acordándose de él por su gran misericordia y bondad. Así como lo había prometido a nuestros padres, a Abraham y a su descendencia por siglos de los siglos. AMÉN.
__________________________________
*"¿Cabría imaginar predicción más inverosímil que ésta?... Una muchacha de quince años escasos, desprovista de bienes de fortuna y de toda posición social, desconocida a sus compatriotas y habitante de una aldea no menos desconocida, proclamaba confiadamente que la llamarían bienaventurada todas las generaciones. ¡Fácil parecía coger la palabra a aquella muchacha profetizante con la certeza absoluta de verla desmentir antes de la primera generación! Hoy han pasado veinte siglos y puede hacerse el cotejo entre la predicción y la realidad. Ahora puede ver la historia sin trabajo si María previó con justeza y si la humanidad hoy la exalta más que a Herodes el Grande, entonces árbitro de Palestina, y que a Cayo Julio César Octaviano Augusto, entonces árbitro del mundo". G.R