Dijo la Santísima Virgen en Fátima que muchos se condenan por no haber quien rece por su conversión.Quien no reza por el prójimo o es un egoísta o un ignorante que desconoce como opera la comunión de los santos.Ésta es tal que la Escritura Sagrada nos dice: “Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, ORAD por los que os injurian”. Lucas 6,27.Somos, todos, la Ecclesia Orans, la Iglesia Orante, Esposa del Omnipotente.Si por un motivo cualquiera dejas de rezar por los pecadores que viven a tu alrededor y omites suplicar en su favor, morirán en su pecado. La negligencia en la oración llega así a su colmo y provoca las más graves consecuencias. El pecador muere en su propio pecado por no haber despertado tú su alma. ¿Cómo podrás justificarte, si has descuidado rezar por él y le has privado del manantial de Vida del que Dios te ha hecho responsable?Este es un asunto que deberíamos meditar profundamente.La oración “por” los otros puede hallar en ese “por” no sólo un sentido direccional, destinatario, sino sustitutivo, “en-lugar-de”. Rezo por Fulano, que no sabe rezar, o que no puede rezar o que no quiere rezar. Rezo en lugar de aquellos que no tienen Fe. Y que por tanto, como decía Chesterton, padecen esa máxima desgracia del ateo: no saber a quién agradecer cuando las cosas salen bien. O rezo por aquellos que hundidos en el fango del pecado no se atreven a levantar los ojos al Cielo…En definitiva, la oración por los otros es genuina y misericordiosa cuando los otros ya no son otros sino otro-yo.Seamos misericordiosos con el prójimo y oremos por él, pues dice la Sagrada Escritura: “Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso”. Lucas 6,36.