LA PRESENCIA REAL DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO EN LA EUCARISTÍA
Algunos de los fundamentos de nuestra fe:
"Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo». Los judíos discutían entre sí, diciendo: «¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?». Jesús les respondió: «Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron [el maná]. El que coma de este pan vivirá eternamente». Todo esto lo enseñó Jesús en la sinagoga de Cafarnaún". (Juan 6, 51-58).
"Este alimento es llamado por nosotros Eucaristía … De hecho, nosotros lo tomamos no como pan común y bebida común; sino como Jesucristo, nuestro Salvador que se encarnó, por la palabra de Dios tomó carne y sangre para nuestra salvación, así hemos aprendido que también aquel alimento, consagrado con la plegaria que contiene la palabra de él mismo y de quien se nutren nuestra sangre y nuestra carne, es por transformación Carne y Sangre de aquel Jesús encarnado. En efecto, los Apóstoles en su memorias llamadas evangelios, transmitieron que les fue dejado este mandamiento por Jesús…" (Apología I, San Justino Mártir, c. 155. Vivió en el primer siglo de la Era Cristiana).
"Pero dando también a los discípulos el consejo de ofrecer las primicias de sus criaturas a Dios, no como si las necesitase Él, sino para que ellos mismos no sean infructuosos ni ingratos, tomó el pan que es algo de la creación, y dio gracias diciendo: “Esto es mi Cuerpo”. Y de la misma manera afirmó que el cáliz, que es de nuestra creación terrena, era su Sangre; y enseñó la nueva oblación del Nuevo Testamento, la cual, recibiéndola de los apóstoles la Iglesia, ofrece en todo el mundo a Dios... acerca de lo cual Malaquías, en los doce profetas [menores], profetizó así: En efecto mío no está hacia vosotros, dice el Señor Omnipotente, y no aceptaré de vuestras manos sacrificio. Porque desde el levante a poniente es glorificado mi nombre entre las gentes y en todo lugar se ofrece incienso a mi nombre, y un sacrificio puro, pues grande es mi nombre entre las naciones, dice el Señor Omnipotente. Significando manifiestamente por esto que el pueblo anterior cesará de ofrecer a Dios; porque en todo lugar se ofrecerá sacrificio a Él, y éste será puro; y su nombre es glorificado entre las gentes" (San Ireneo, siglo II).
"Este alimento se llama entre nosotros Eucaristía, del cual a ningún otro es lícito participar, sino al que cree que nuestra doctrina es verdadera, y que ha sido purificado con el bautismo para perdón de pecados y para regeneración, y que vive como Cristo enseñó(*). Porque estas cosas no las tomamos como pan ordinario ni bebida ordinaria, sino que, así como por el Verbo de Dios, habiéndose encarnado Jesucristo nuestro Salvador, tuvo carne y sangre para nuestra salvación, así también se nos ha enseñado que el alimento eucaristizado mediante la palabra (verbo) de oración procedente de Él – alimento del que nuestra sangre y nuestra carne se nutren con arreglo a nuestra transformación – es la Carne y la Sangre de aquel Jesús que se encarnó. Pues los apóstoles, en los comentarios por ellos compuestos, llamados evangelios, nos transmitieron lo que así les había sido transmitido" (San Justino Martir, año 160 DC).
(*)Para comulgar hay que ser católico bautizado, creer lo que la Iglesia enseña (la doctrina verdadera) y vivir en gracia, como Cristo enseñó (en caso de haber pecado mortalmente es necesaria la sincera Confesión sacramental para recuperar la gracia santificante). Enseña San Pablo que quien comulgue en pecado mortal comerá y beberá su propia condenación.
"El Cuerpo de Cristo vivifica a los que de él participan: aleja la muerte al hacerse presente en nosotros, sujetos a la muerte, y aparta la corrupción, ya que contiene en sí mismo la virtualidad necesaria para anularla totalmente” (SAN CIRILO DE ALEJANDRIA, Coment. Evang. S. Juan, 5, Siglo V DC).
"Esforzaos, por lo tanto, por usar de una sola Eucaristía; pues una sola es la Carne de Nuestro Señor Jesucristo y uno sólo es el cáliz para unirnos con su Sangre, un solo altar, como un solo obispo junto con el presbítero y con los diáconos consiervos míos; a fin de que cuanto hagáis, todo hagáis según Dios" (San Ignacio de Antioquía).
"Lo que parece pan no es pan, aunque así sea sentido por el gusto, sino el Cuerpo de Cristo, y lo que parece vino no es vino, aunque el gusto así lo quiera, sino la Sangre de Cristo" (San Cirilo de Jerusalén, Catequesis XXII,9, siglo IV).
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