Es muy desafortunado para nosotros mismos si no sabemos que somos tentados en casi todas nuestras acciones, en un momento por orgullo, por vanidad, por la buena opinión que creemos que las personas deberían tener de nosotros, en otro por celos, por odio. Y por venganza. En otras ocasiones, el Diablo nos presenta las imágenes más sucias e impuras. Usted ve que incluso en nuestras oraciones nos distrae y vuelve nuestra mente de esta manera. Cuando somos tentados por el orgullo, debemos humillarnos inmediatamente y humillarnos ante Dios. Si somos tentados contra la virtud santa de la pureza, debemos tratar de mortificar nuestros cuerpos y todos nuestros sentidos y estar cada vez más vigilantes de nosotros mismos. Si nuestra tentación consiste en un disgusto por las oraciones, debemos decir aún más oraciones, con mayor atención, y cuanto más nos incita el Diablo a renunciar a ellas, más debemos aumentar su número. Las tentaciones que más debemos temer son aquellas de las que no somos conscientes...
- San Juan Bautista María Vianney