Acoger a los pecadores para tratar con caridad de alejarlos de la vida de pecado y de sus errores está bien.
Acoger a los pecadores sin preocuparse por hacerlos cambiar su vida de pecado y sin procurar alejarlos del error está mal. Jesucristo hizo lo primero. Jamás hizo lo segundo.
Todo buen católico tratará de hacer lo primero; jamás lo segundo.
Acoger a los pecadores sin preocuparse por hacerlos cambiar su vida de pecado, sin procurar alejarlos del error, sin corregir su desviada conducta, sin denunciar sus falsos principios y, encima, tratar de congraciarse con ellos y volvérseles acepto atacando a los que son fieles a la verdad y luchan sinceramente para llevar adelante una vida virtuosa... es hipocresía farisaica escandalosa* que clama al Cielo, porque confirma a los malos en el mal y desanima a los buenos en el bien.
«¡Ay, los que llaman al mal bien, y al bien mal; que dan oscuridad por luz, y luz por oscuridad; que dan amargo por dulce, y dulce por amargo!» (Isaías 5,20).
P. Christian Ferraro
[* Escándalo, en el sentido teológico, técnico y preciso, del término es llevar a alguien a la ruina espiritual mediante dichos o actos, o sea incitar a alguien al pecado por el mal consejo o por el mal ejemplo].
Nota de la Redacción: Hoy en día es frecuente hallar supuestos "apostolados" modernistas con grupos de personas que se caracterizan por no cumplir la voluntad de Dios, no para hacerles el beneficio de ayudarlos a cambiar sino para congraciarse con ellos. Esto es intrínsecamente hipócrita y falto de caridad. La verdadera caridad cristiana busca, con amor, ayudar al prójimo a que supere sus pecados y defectos. La suprema caridad es buscar que salven sus almas; por el contrario, confirmarlos en sus errores y pecados es demoníaco.