Después de la Resurrección de Nuestro Señor, Santiago predicó el Evangelio en Judea, Samaría y, según la venerable tradición, también llegó a España en el año 36; piadosamente se cree que cuando el Apóstol estaba más desfallecido, recibió la visita en carne mortal de la Virgen María, que aún vivía en Jerusalén. Sería la primera aparición mariana reconocida, que tuvo lugar a orillas del río Ebro, en la actual Zaragoza, donde se edificó el primero de los muchos templos marianos de la cristiandad.
El Apóstol, de vuelta a Jerusalén en el año 42-44, sería martirizado por Herodes Agripa, que ordenó que el Discípulo fuese degollado; sus venerables restos serían trasladados a la que fue su patria evangelizada, España. Sus reliquias serían redescubiertas a principios del siglo IX, cerca de Iría, en Compostela (Campo de la estrella). A partir de la Edad Media, el sepulcro que contiene los venerables huesos del Apóstol, se convertiría en uno de los principales Santuarios de peregrinación del Orbe Católico.
El Patronazgo del Apóstol Santiago sobre España se pierde en la Historia; del siglo VIII es un himno que lo exaltaba como Patrón en el Reino de Asturias. Los Reyes Católicos, en el siglo XV se refieren a él como “luz e Patrón de las Españas, espejo e guiador de los Reyes dellas”.
Proclamada en España la II República, el espíritu laico que impulsaba la Masonería, hizo que el Gobierno destituyese al Apóstol de su Patronazgo de España; al año siguiente de iniciada la Guerra Civil, el General Francisco Franco firmó un decreto por el cual se reconocía a Santiago como Patrón de la Nación y al que se han de rendir los debidos honores y ofrendas.
Este 2022 por concesión Papal es Año Santo Compostelano, igual que el año pasado. Acudamos como fieles hijos del Apóstol a su tumba y pidámosle especialmente para que proteja a nuestra Nación de todo mal.