Ahí están ellos, de todos los coros angélicos, desde los más altos serafines hasta los ángeles custodios, para adorar a Dios.
La parte más importante de la misa es la Consagración, cuando la hostia y el vino se transforman en el verdadero cuerpo y sangre de Nuestro Señor Jesucristo.
Y ¿tú piensas que el santísimo sacramento está ahí solito, en las manos del sacerdote?
Claro que no.
El sacrificio de la misa es asistido por el Espíritu Santo y, en el momento de la consagración, miríadas de ángeles están presentes para adorar a Dios. Ahí están ellos, de todos los coros angélicos, desde los más altos serafines hasta los ángeles custodios.
Donde está Dios, están los santos ángeles también.
Consideremos esto al ir a misa: estamos frente a Dios, en presencia real, y lo adoramos junto con todos sus santos ángeles.
Nosotros somos la Iglesia, la asamblea de los hijos de Dios, ¡el Reino de Dios!
Bendito sea Dios en el santísimo sacramento del altar.