«El colmo de la deslealtad a Dios es la herejía. Es el pecado de los pecados, la cosa más abominable que haya a los ojos de Dios en este mundo maligno. ¡Pero qué poco comprendemos su odiosidad excesiva!…
«La miramos, y estamos tranquilos. La tocamos y no nos estremecemos. Nos mezclamos con ella, y no tenemos miedo. La vemos tocar cosas sagradas, y no tenemos sentido de sacrilegio…
«Por no ser severa, nuestra caridad deja de ser veraz, y por no ser veraz deja de convencer… Donde no hay odio de la herejía, no hay santidad.»
(Padre F. Faber, The Precious Blood, 1868)