"No se engañen: ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los impuros, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los sodomitas... heredarán el reino de Dios... El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor... Huyan de las relaciones sexuales prohibidas. Cualquier otro pecado que alguien cometa queda fuera de su cuerpo, pero el que tiene esas relaciones sexuales peca contra su propio cuerpo. ¿No saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo que han recibido de Dios y que está en ustedes? Ya no se pertenecen a sí mismos.
Ustedes han sido comprados a un precio muy alto; glorificad, pues, a Dios y llevadle siempre en vuestro cuerpo." (1 Co 6, 9-20).