A los hermanos que dudan sobre si deben celebrar el Halloween como una fiesta de brujos y seres horripilantes o demoníacos y que piensan que exageramos cuando les decimos que los católicos no debemos celebrarlo de la forma en que hoy en día se hace, les invitamos a hacerse unas sencillas preguntas con el corazón abierto y sincero, más allá de todo fundamento que hayan leído a favor y en contra. Háganse estas preguntas buscando agradar al Señor, con humildad y en oración y encontrarán claras respuestas:
1) Si María, José y Jesús viviesen físicamente en esta época ¿Se vestirían de demonios, vampiros y brujas para celebrar una fiesta que es pretexto y ocasión aprovechada por sectas satánicas para cometer sacrificios humanos y sacrilegios?
2) ¿María y José hubiesen vestido al niño Jesús de un muerto o un demonio para que se divirtiese en este día, quedara bien en el colegio o con sus amiguitos y pidiese dulces de casa en casa?
3) ¿Acaso no tenemos en nuestro calendario litúrgico muchas bonitas ocasiones de celebración y alegría cristiana verdadera (Navidad, día de Reyes, la Pascua, etc?
A la Víspera de Todos los Santos la han transformado en una fiesta comercial y de culto a lo horripilante y a lo negativo, en el menor de los casos y, otros, al maligno mismo.
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Acto para desagraviar el Sagrado Corazón de Jesús por las ofensas y sacrilegios que se cometen en esta fecha:
Oh Corazón clementísimo de Jesús, divino propiciatorio, por el cual prometió el Eterno Padre que oiría siempre nuestras oraciones: yo me uno con vos para ofrecer a vuestro Eterno Padre este mi pobre y mezquino corazón, contrito y humillado en su divino acatamiento, y deseoso de reparar cumplidamente sus ofensas, en especial las que vos recibís de continuo en la Eucaristía, y señaladamente las que yo, por mi desgracia, también he cometido.
Quisiera, divino Corazón, lavar con lágrimas y borrar con sangre de mis venas las ingratitudes con que todos hemos pagado vuestro tierno amor. Junto mi dolor, aunque tan leve, con aquella angustia mortal que os hizo en el huerto sudar sangre a la sola memoria de nuestros pecados. Ofrecédselo, Señor, a vuestro Eterno Padre, unido con vuestro amabilísimo Corazón.
Dadle infinitas gracias por los grandes beneficios que nos hace continuamente, y supla con vuestro amor nuestra ingratitud y olvido. Concededme la gracia de presentarme siempre con gran veneración ante el acatamiento de vuestra divina Majestad, para resarcir de algún modo las irreverencias y ultrajes que en vuestra presencia me atreví a cometer, y que de hoy en adelante me ocupe con todo mi conato en atraer con palabras y ejemplos muchas almas que os conozcan y gocen de las delicias de vuestro Corazón.
Desde este momento me ofrezco y dedico del todo a dilatar la gloria de este sacratísimo y dulcísimo Corazón. Le elijo como el blanco de todos mis afectos y deseos, y desde ahora para siempre constituyo en él mi perpetua morada, reconociéndole, adorándole y amándole con todas mis ansias, como que es el Corazón de mi amabilísimo Jesús, de mi Rey y soberano dueño, Esposo de mi alma, Pastor y Maestro, verdadero Amigo, amoroso Padre, Guía segura, firmísimo Amparo y Bienaventuranza. Amén.