"Debemos conocer la vida de los santos, para afirmar en la corrección de nuestra propia vida, y así el fuego de la juventud espiritual, que tiende a apagarse por el cansancio, revive con el testimonio y el ejemplo de los que nos han precedido".
San Gregorio Magno, Moralia, 24.
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Todos los que están en la presencia del Señor son santos. Unos en los altares, otros anónimos pero no por eso menos cerca del corazón del Padre Eterno.
La Iglesia católica recuerda y venera, en este día, a todos los Santos que están en el Cielo.
El objeto de esta fiesta es agradecer a Dios por la gracia que ha concedido a sus elegidos y movernos a imitar sus virtudes y a seguir su ejemplo o a implorar la divina misericordia por la intercesión de tan poderosos abogados.
Todos los que están en la presencia del Señor son santos. Unos en los altares, otros anónimos pero no por eso menos cerca del corazón del Padre Eterno.
La solemnidad de Todos los Santos es aquella celebración que resume y concentra en un día todo el santoral del año, pero que principalmente recuerda a los santos anónimos aquellos que no reciben culto ni veneración. Son innumerables los testigos fieles del Evangelio, los seguidores de las Bienaventuranzas. Hoy celebramos a los que han sabido hacerse pobres en el espíritu, a los sufridos, a los pacíficos, a los defensores de la justicia, a los perseguidos, a los misericordiosos, a los limpios de corazón.
Los Santos son esa multitud innumerable de hombres y mujeres, de toda raza, edad y condición, que se desvivieron por los demás, que vencieron el egoísmo, que perdonaron siempre. Santos son los que han hecho de su vida una epifanía de los valores trascendentes.
La santidad es la conformidad de la vida con la Voluntad de Dios, es vivir de acuerdo con la misma, ahí se manifiesta la totalidad del espíritu de las Bienaventuranzas, que se leen en el evangelio. La totalidad es pobreza, mansedumbre, justicia, pureza, paz, misericordia. Es apertura y donación.
Cada uno debe seguir a Cristo desde su propia circunstancia y talante; desde su nación, raza y lengua, en los días felices y cuando la tribulación arranca lágrimas del corazón; en la soledad o en el trabajo, escuela o casa; en la salud y aún más en la enfermedad.
Hay santos de todas las edades, de todas las razas y condiciones sociales para mostrarnos que todos los hombres y mujeres podemos y somos capaces de ser santos. Unos nacieron en el lujo de los palacios y otros en humildes chozas. Unos fueron militares, otros comerciantes, magistrados, pescadores, monjas , religiosos, personas casadas, reyes, viudas, esclavos y hombres libres y pecadores.
Los hay que llegaron a la santidad por el martirio y los hay que se santificaron día a día con el cumplimiento de las cosas cotidianas, con las pequeñas cosas. Se santificaron en las circunstancias ordinarias de su vida: lo mismo en la prosperidad que en la adversidad, en la salud o en la enfermedad, en la riqueza o en la pobreza. Siempre supieron hacer, de las circunstancias de su vida un medio de santificación.
En esta fiesta como en las demás conmemoraciones de los santos, es Dios quién constituye el objeto de Adoración y a Él va dirigida fundamentalmente la veneración que tributamos a sus siervos, pues Él es el dador de todas las gracias.
Nuestras oraciones a los santos no tiene otro objeto que el de pedir y alcanzar que intercedan por nosotros ante Dios, por consiguiente el fervor con que celebremos esta fiesta debería ser un culto de reparación por la tibieza con que dejamos pasar todas las fiestas religiosas del año.
Recordaremos a todos los seres queridos que se han ido y que aquellos que, por la gran misericordia y el amor infinito de Dios, estén ya en su presencia, pidámosles que ellos que ya están en el regazo de Padre, nos iluminen para seguir por el camino de salvación.
Mañana, día 2, la Iglesia pedirá por todos los que ya no están con nosotros por ser un día dedicado a los que terminaron su misión en la tierra y que la Iglesia le da el nombre de DÍA DE LOS FIELES DIFUNTOS y que todos conocemos como el Día de Muertos.
Para ellos, nuestro recuerdo lleno de amor y nuestras oraciones. Pedimos por aquellos que aún no han purificado totalmente su alma y aún están en la necesidad de nuestras misas y oraciones para llegar a la presencia del Señor. Rogamos por los que alcanzarán a ser bienaventurados eternamente, por ello es bueno que no olvidemos y recemos por aquellas almas más necesitadas, porque tal vez no tienen a nadie que en este día las recuerde.
Pidamos a Dios la gracia de alcanzar la santidad en esta vida (vivir plenamente conforme a la voluntad de Él) para, junto con todos los santos, verlo y gozarlo eternamente en la otra.
CATEGORÍAS DE CULTO CATÓLICO
Los católicos distinguimos tres categorías de culto:
- Latría o Adoración: Latría viene del griego latreia, que quiere decir servicio a un amo, al señor soberano. El culto de adoración de latría es el culto interno y externo que se rinde sólo a Dios.
- Dulía o Veneración: Dulía viene del griego doulos que quiere decir servidor, servidumbre. La veneración se tributa a los siervos de Dios, los ángeles y los bienaventurados, por razón de la gracia eminente que han recibido de Dios. Este es el culto que se tributa a los santos. Nos encomendamos a ellos porque creemos en la comunión y en la intercesión de los santos, pero jamás los adoramos como a Dios. Tratamos sus imágenes con respeto, al igual que lo haríamos con la fotografía de un ser querido. No veneramos a la imagen, sino a lo que representa.
- Hiperdulía o Veneración especial: Este culto lo reservamos para la Virgen María por ser superior respecto a los santos. Con esto, reconocemos su dignidad como Madre de Dios e intercesora nuestra. Manifestamos esta veneración con la oración e imitando sus virtudes, pero no con la adoración del culto de latría que corresponde sólo a Dios.