«¿Cómo no gemir ante el pensamiento de que la televisión introduce en los mismos hogares esa atmósfera envenenada de materialismo, de estupidez y de hedonismo que se respira tan seguido en las salas de cine? Realmente, no se puede imaginar nada más pernicioso para las fuerzas espirituales de una nación, si ante tantas almas inocentes, en el mismo seno de la familia, se vuelven a proyectar esas impresionantes manifestaciones del placer, de la pasión y del mal, que pueden hacer tambalear y hundir para siempre todo un edificio de pureza, de bondad y de sana educación individual y social» (Pío XII, 1-01-1954).
«Aun las películas moralmente irreprochables pueden ser espiritualmente nocivas si presentan al espectador un mundo en que no se hace ninguna alusión a Dios y a los hombres que creen en Él y lo adoran, un mundo en que las personas viven y mueren como si Dios no existiera».
Segunda parte del discurso del papa al “mundo cinematográfico”
(Pío XII, 28-10-1955).