La Virgen lloraba inconsolable la pasión de Jesucristo. Las lágrimas no dejaban de salir de sus ojos cuajados. Y ella estaba así, con su pañuelo blanco en sus manos, y su boca entreabierta llorando y llorando.
Era la Virgen de los Dolores. La que llora en todas las iglesias del mundo.
Y Sevilla la vio, y le dolió el alma, y se le saltaron las lágrimas, y la quiso consolar.
Se acercó a Ella, la miró, y viéndola llorar tan bonita, por consolarla le echó un piropo; un piropo con lágrimas:
“¡Olé, las mujeres bonitas!”
Y la Virgen, al oírlo, levantó los ojos y sonrió. ¡Y apareció la Macarena! La única Virgen que llora y que ríe al mismo tiempo. La que llora por su Hijo, y la que sonríe por el piropo amoroso de Sevilla.
¡Qué bonita está la Macarena cuando llora! ¡Qué dolorida está la Macarena cuando ríe!
Y éste es el misterio de su atracción. ¿Por qué es más bonita, porque llora o porque ríe?
¡Porque llora y ríe al mismo tiempo!
P. Ramón Cué