El amor carnal de una madre naturalmente le conduce a sufrir por los sufrimientos de un hijo, pero cuando una madre quiere que su hijo no sufra e intenta evitar que su hijo padezca cualquier tipo de sufrimiento, eso es un amor meramente carnal. Pero es que María superó el amor carnal. María no estuvo intentando evitar el sufrimiento de su Hijo, sino que María acompañó a su Hijo y fue un estímulo para que su Hijo Jesucristo abrazase el camino de la cruz.
Esto es todo un ejemplo para las madres cristianas, para que superen ese amor carnal hacia sus hijos, que intenta, a veces, defenderlos cuando son corregidos por otras personas, evitando un tipo de educación donde su hijo se sacrifique más etc.; sino más bien que busquen el auténtico y completo amor de María, que es el que debe ser el modelo para nosotros.
María se asocia a la pasión de su Hijo y ella también pronuncia el “sí quiero la cruz”. María abraza esa cruz confiando plenamente en que ese misterio de cruz es misterio de salvación para todos los hombres, tal y como Simeón le dijo.
Pidamos a María la asociación voluntaria y libre, con un corazón plenamente confiado, a la pasión de Cristo. Con un amor espiritual a nuestros hermanos y a nuestros hijos, que supere el amor meramente carnal.