Es sin duda una singularísima merced de Dios, la que en estos últimos siglos ha hecho a los hombres, inspirándoles por medio de su sierva la beata Margarita María de Alacoque la devoción suavísima al sagrado Corazón de Jesucristo, Señor nuestro.
Al aparecerse el Redentor divino en la figura más hermosa y atractiva que pudo concebir su bondad, ha querido recordarnos que, a pesar del olvido e ingratitud de los hombres, amaba con aquella misma infinita caridad con que se sacrificó por todo el linaje humano en el ara de la santa cruz; ¿qué significa la corona de espinas que trae hincada en el corazón, sino que tiene amor para sufrir de nuevo, si fuera preciso, aquellos mismos tormentos que padeció por nosotros en los días de su pasión sacratísima? ¿Qué nos dice esa grande herida de su corazón, y la sangre que de ella gotea, sino que por nuestro amor la derramaría de nuevo, si fuese necesario hasta la última gota? ¿Qué nos enseña con esa cruz que, como árbol de vida, brota de su Corazón divino, sino que quisiera padecer nueva cruz y nueva muerte si aún fuese menester para redimirnos y darnos la eterna vida? ¿Y qué son esas llamas que brotan de su Corazón divino, sino ardentísimas lenguas de fuego, que predican amor, para encender de nuevo los corazones tibios de los hombres?
Y aunque muchos son tan ciegos e ingratos que desprecian estas finezas del amor de Jesucristo, no por esto deja de cumplir sus designios adorables: y desde que se dignó descubrirnos los tesoros de su divino Corazón, comenzó a prender por todas partes el fuego de su amor, y a extenderse su culto público con una rapidez igual a la de la propagación del Evangelio.
En todas las capitales del orbe católico se le han consagrado suntuosos templos, en todos los templos tiene ya sus altares y tronos de amor, y a todos sus altares atrae numerosos y fervientes adoradores.
Sólo el Apostolado de la Oración Ha reunido en el espacio de cincuenta años, más de cincuenta mil piadosas asociaciones, y la frecuencia de sacramentos en el primer viernes de cada mes, las magníficas solemnidades y procesiones con que es honrado en toda la cristiandad el deífico Corazón de Jesús, y las maravillosas conversiones y reforma de costumbres que causa su universal devoción, espantan y desconciertan a los impíos, y manifiestan los admirables triunfos del Conquistador divino de los corazones.
El Corazón divino de Jesús, como dice nuestro actual Pontífice León XIII(¹), es la vida del espíritu católico, y ha de ser la salvación de la sociedad.
REFLEXIÓN: Mas también han de ser, oh cristiano, la vida y eterna salud de tu alma.
Por ventura padeces hartos trabajos en este mundo, y tal vez por tus muchos pecados no esperas cosa buena después de esta vida.
Acógete pues al sagrado Corazón de Jesús, que dice:
"Venid a mí todos los que estáis trabajados y agobiados, que yo os aliviaré".
Ámale sobre todas las cosas y con todas tus fuerzas, y manifiéstale tu amor comulgando en este día de su festividad, y visitándole en la adorable Eucaristía, para desagraviarle de las ofensas que recibe de los impíos herejes y malos cristianos.
Procura también hacerte digno de aquellas nueve promesas regaladísimas que el amabilísimo Salvador hizo a los fervorosos devotos de su Corazón adorable, entre las cuales una es que cuando muriesen acogería Él sus almas en el seno de su infinita bondad.
ORACIÓN: Te rogamos ¡oh Dios omnipotente! que, al gloriarnos en el santísimo Corazón de tu amado Hijo, y hacer memoria de los principales beneficios de su amor, nos alegremos juntamente en estos obsequios y en el fruto espiritual de nuestras almas. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
* * *
La gran promesa del Sagrado Corazón de Jesús(¹).
El día 16 de junio del año de 1675, al aparecerse Jesús a Santa Margarita María Alacoque (1647-1690) en el convento de la Visitación de Santa María, en Paray-le-Monial (Francia), y señalando su propio corazón, Nuestro Señor le dijo:
–“He aquí el Corazón que tanto amó a los hombres, que nada ahorró hasta agotarse y consumirse para testimoniarles su amor. Y, en compensación, sólo recibe de la mayor parte de ellos ingratitudes, por medio de sus irreverencias y sacrilegios, así como por las frialdades y menosprecios que tienen para conmigo en la Eucaristía. Sin embargo, lo que más me duele es que hay corazones consagrados que se portan así. Por eso, te pido que el primer viernes después de la octava del Santísimo Sacramento sea dedicada a una fiesta especial para honrar mi Corazón, comulgando ese día y haciendo un acto de reparación, en satisfacción de las ofensas recibidas durante el tiempo que estuve expuesto en los altares. Te prometo también que mi Corazón se dilatará para derramar abundantemente las influencias de mi divino amor sobre aquellos que le rindan culto y que procuren que le sea rendido”.(²)
Nuestro Señor prometió a Santa Margarita María Alacoque que concedería la gracia de la penitencia final a todos aquellos que durante nueve meses seguidos comulgaren cada primer viernes. O sea, no morirán en pecado, recibiendo la seguridad de la salvación eterna. Ésta es conocida como “La Gran Promesa”,(³) aunque existan otras 11 admirables promesas.
Las Doce Promesas a los devotos del Sagrado Corazón.
Reveladas a Santa Margarita María Alacoque, las Doce Promesas del Sagrado Corazón de Jesús son profundamente conmovedoras y sublimes. Sería altamente conveniente que meditaramos cada una de ellas, pues mayor incentivo para el progreso en la virtud y aumento del deseo de salvación parece imposible.
1°. Les daré todas las gracias necesarias a su estado de vida;
2°. Estableceré la paz en sus hogares;
3°. Los consolaré en todas sus aflicciones;
4°. Seré su refugio seguro en la vida y particularmente en la hora de la muerte;
5°. Bendeciré abundantemente sus empresas;
6°. Los pecadores encontrarán en mi Corazón la fuente inagotable de la misericordia;
7°. Las almas tibias crecerán en fervor;
8°. Las almas fervorosas alcanzarán mayor perfección;
9°. Bendeciré los hogares donde esté expuesto mi Sagrado Corazón y sea honrado;
10°. Daré a los sacerdotes el don de conmover los corazones más endurecidos;
11°. Los que propaguen esta devoción, tendrán su nombre escrito en mi Corazón y jamás será borrado de Él.
...y la gran promesa!
12°. Yo les prometo en el exceso de la infinita misericordia de mi Corazón, que mi amor todopoderoso le concederá a todos aquellos que comulguen nueve primeros viernes de mes seguidos, la gracia de la penitencia final, la salvación eterna.(⁴)
Consagración al Sagrado Corazón de Jesús
La primera promesa sugiere la consagración al Sacratísimo Corazón de Jesús. Para aquellos que deseen consagrarse, les ofrecemos aquí la fórmula compuesta por Santa Margarita María Alacoque:
–“Yo, (mencione su nombre), me doy y consagro al Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo, mi persona y mi vida, mis oraciones, penas y sufrimientos, para no querer servirme de ninguna parte de mi ser sino para honrarlo, amarlo y glorificarlo.
Es mi voluntad irrevocable ser todo de Él y hacer todo por su amor, renunciando de todo corazón a todo lo que pueda disgustarle.
Yo os tomo, pues, oh Sagrado Corazón, por el único objeto de mi amor, el protector de mi vida, la seguridad de mi salvación, el remedio de mi fragilidad y de mi inconstancia, el reparador de todos los defectos de mi vida, y mi asilo en la hora de mi muerte.
Sed, por tanto, oh Corazón de bondad, mi justificación delante de Dios vuestro Padre, y alejad de mí los rayos de su justa cólera. Oh Corazón de amor, yo pongo toda mi confianza en Vos, pues todo lo temo de mi malicia y de mi debilidad, pero todo espero de vuestra bondad.
Extinguid pues en mí todo lo que os pueda desagradar o resistir. Que vuestro puro amor se imprima con tanta presteza en mi corazón que no pueda jamás olvidaros, ni estar separada de Vos.
A quien suplico, por todas vuestras bondades, que mi nombre sea escrito en Vos, pues yo quiero hacer construir mi gloria en vivir y morir en calidad de esclavo vuestro. ¡Así sea!”
La oración anterior es una fórmula de consagración individual. Sin embargo, es muy aconsejable también la consagración de las familias al Sagrado Corazón de Jesús, así como de las instituciones, las ciudades y hasta de los países. Pues así le prestan un culto no apenas en particular, sino públicamente. De ese modo se reconoce ante el mundo entero la Soberana Realeza de Nuestro Señor Jesucristo.
El «detente» del Sagrado Corazón de Jesús
El detente o escudo es un distintivo (un pequeño blasón como el de la foto arriba) con la imagen del Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo circundado por la frase: “¡Detente! El Corazón de Jesús está conmigo. Venga a nosotros tu reino”. Se trata de una protección particular contra todos los peligros. Protección más que nunca necesaria en nuestros días y que se extiende a todos aquellos que portan el detente. Al llevar con nosotros este distintivo, estamos como que constantemente reafirmando lo que San Pablo Apóstol escribió en su epístola a los Romanos:
–“Si Dios está con nosotros, ¿quien estará contra nosotros?” (8, 31).
El hábito de portar el detente nació y se difundió a raíz de una carta de Santa Margarita María Alacoque (fechada el día 2 de marzo del año de 1686) a su superiora, la madre Saumaise:
–“Nuestro Señor desea que usted mande hacer unos escudos con la imagen de su Sagrado Corazón para de que todos aquellos que quisieran ofrecerle un homenaje las pongan en sus casas y unas pequeñas para llevarlas puestas”.(⁵).
El Sagrado Corazón parece ser la mayor manifestación del deseo divino de renovar la sociedad y salvar a todos los hombres. Es lo que podemos concluir de lo expuesto en este artículo. Lo confirman también las incisivas palabras dirigidas por el bienaventurado Papa Pío IX (1846-1878) al fundador de los Misioneros del Corazón de Jesús, el padre Julio Chevalier: “La Iglesia y la sociedad no tienen otra esperanza que el Sagrado Corazón de Jesús. Es Él quien habrá de curar todos nuestros males. Predicad y difundid por todas partes la devoción al Sagrado Corazón, ella ha de constituir la salvación del mundo”.(⁶)
"He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres, y que en agradecimiento, sólo recibe de la mayoría más que ingratitudes por sus irreverencias y sus sacrilegios, y por la frialdad y los desprecios que tienen hacia Mí en el Sacramento del Amor. Pero lo que todavía me es más doloroso, agregó el Salvador con un acento que estremeció a la Santa, es que obran así hasta los corazones que, de manera especial, se han consagrado a Mí. Por esto te pido que el viernes siguiente a la fiesta de Corpus Christi, se celebre una fiesta particular para honrar mi Corazón, comulgando en dicho día y reparando las ofensas que he recibido en el Augusto Sacramento del Altar. Te prometo que mi Corazón derramará con abundancia las bendiciones de su Divino Amor sobre cuantos le tributen este homenaje y trabajen en propagar esta práctica".
«¡Qué ansias de ser santo, para con la oración aplacar a Dios y sostener a la Iglesia santa! ¡Qué deseo de salir al público, para, a cara descubierta, hacer frente a los libertinos!... ¡Qué ardor para derramar mi sangre en defensa de lo que hasta ahora hemos creído!»
Beato Fray Diego José de Cádiz (1.743 - 1.801)
* * *
Los reyes, presidentes, ministros y demás gobernantes del mundo podrán conculcar las Tablas de la Ley, pero, al caer del sitial del mando a la tumba del olvido, tus súbditos seguiremos exclamando:
¡Viva tu Sagrado Corazón!
Los legisladores y juristas dirán que tu Santo Evangelio es una ruina y que se debe eliminarlo en beneficio del progreso...; pero, al caer despeñados a la tumba del olvido, tus adoradores seguiremos exclamando:
¡Viva tu Sagrado Corazón!
Los ricos, los altivos, los mundanos, encontrarán que tu moral es de otro tiempo, que tus intransigencias matan la libertad de conciencia...; pero al confundirse con las sombras de la tumba del olvido, tus hijos seguiremos exclamando:
¡Viva tu Sagrado Corazón!
Los obsesionados en ganar alturas y dinero, vendiendo falsas libertades y grandezas a las naciones...; chocarán contra la piedra del Calvario y de tu Iglesia...; y al bajar aniquilados a la tumba del olvido, tus Discípulos seguiremos exclamando:
¡Viva tu Sagrado Corazón!
Los heráldos de una civilización materialista, lejos de Dios y en oposición al Evangelio...; morirán un día envenenados por sus maléficas doctrinas y al caer a la tumba del eterno olvido maldecidos por sus propios hijos, tus consoladores seguiremos exclamando:
¡Viva tu Sagrado Corazón!
Los fariseos, los soberbios, los orgullosos y los impuros habrán envejecido estudiando la ruina, mil veces decretada contra tu Iglesia...; y al perderse derrotados, en la tumba de un eterno olvido, tus redimidos seguiremos exclamando:
¡Viva tu Sagrado Corazón!
¡Oh, sí, que viva! Y al huir de los hogares, de las escuelas, de los pueblos, Lucifer, el ángel de tinieblas, al hundirse eternalmente encadenado en los abismos infernales, tus amigos seguiremos exclamando:
¡Viva tu Sagrado Corazón!
* * *
ACTO DE CONSAGRACIÓN DEL GÉNERO HUMANO AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
Dulcísimo Jesús, Redentor del género humano, míranos postrados humildemente delante de tu Altar (Fuera de la iglesia o el oratorio, decir: ante tu Presencia); tuyos somos y tuyos queremos ser, y a fin de estar más firmemente unidos a ti, he aquí que, hoy día, cada uno de nosotros se consagra espontáneamente a tu Sagrado Corazón.
Muchos, Señor, nunca te conocieron; muchos te desecharon al quebrantar tus Mandamientos; compadécete, Jesús, de los unos y de los otros, y atráelos a todos a tu Santísimo Corazón. Sé Rey, ¡Señor!, no sólo de los fieles que jamás se separaron de ti, sino también de los hijos pródigos que te abandonaron; haz que vuelvan pronto a la casa paterna, porque no perezcan de hambre y de miseria.
Sé Rey de aquéllos a quienes engañaron opiniones erróneas y desunió la discordia; tráelos al puerto de la Verdad y a la unidad de la Fe, para que luego no quede más que un solo Rebaño y bajo un solo Pastor.
Sé Rey de los que aún siguen envueltos en las tinieblas de la idolatría y del islamismo. A todos dígnate atraerlos a la luz de tu Reino.
Míra, finalmente, con ojos de misericordia, a los hijos de aquel pueblo, que en otro tiempo fue vuestro predilecto; que también descienda sobre ellos, como bautismo de redención y vida, la sangre que un día reclamó contra sí.
Concede, Señor, a tu Iglesia incolumidad y libertad segura, otorga a todos los pueblos la tranquilidad del orden; haz que del uno al otro polo de la tierra resuene esta sola aclamación: “ALABADO SEA EL DIVINO CORAZÓN, POR QUIEN HEMOS ALCANZADO LA SALUD; A ÉL GLORIA Y HONOR, POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS”. Así sea.
El Papa Pío XI, en Audiencia concedida al Cardenal de la Sagrada Penitenciaría Apoostólica el día 16 de Julio del año de 1926, concedió 300 días de Indulgencia a cuantos rezaren devótamente esta oración. Indulgencia plenaria al mes, con las condiciones de rigor, cuando se rece durante un mes. También se obtiene la Indulgencia plenaria en el Día de Nuestro Señor Jesucristo Rey, el último Domingo de Octubre.
_________________________
Fuente: (¹)"FLOS SANCTORUM ANNO DOMINI" de la Familia Cristiana (Vidas de los Santos y Principales Festividades del Año, ilustradas con otros tantos grabados y acompañadas de piadosas reflexiones y de las oraciones litúrgicas de la Iglesia), por el Rvdo. P. Francisco de Paula Morell S. J.
Año de 1890.
_________________________
NOTAS.-
(¹). La fiesta del Sagrado Corazón de Jesús fue aprobada por el Papa Clemente XIII en el año 1765 para algunas diócesis. Después fue extendida a toda la Iglesia por el bienaventurado Papa Pío IX, el día 23 de agosto de 1856, con el decreto de la Congregación de los Ritos. A comienzos del siglo XX, León XIII consagró a todo el género humano al Sacratísimo Corazón de Jesús. En 1928, Pío XI definió la fiesta del Sagrado Corazón como característica de nuestros tiempos.
(²). Sainte Marguerite Marie, Sa vie écrite par elle-meme, Ediciones Saint Paul, París, 1947, pp. 70-71. Imprimatur de M. P. Georgius Petit, obispo de Verdún.
(³). Conviene recordar que no existe salvación automática. Para alcanzar la salvación eterna, es necesario también no transgredir los diez Mandamientos de la Ley de Dios.
(⁴). Sería superfluo decir que para recibir la Sagrada Eucaristía es indispensable estar en estado de gracia. Caso contrario, hay necesidad de confesarse antes de la comunión, a fin de obtener del sacerdote el perdón de los pecados.
(⁵). Vida y Obras, de Santa Margarita María, t. II, p. 306, in www.corazones.org
(⁶). P. Jules Chevalier, Le Sacré-Coeur de Jésus, Retaux-Bray, París, 1886, p. 382.