Nadie se hace famoso por cambiar pañales. Nadie se hace famoso por preparar comidas. Nadie se hace famoso por cargar niños.
Nadie es famoso por dar baños, limpiar narices y oídos.
Nadie se hace famoso por limpiar el piso con jugo derramado.
Nadie es famoso por rescatar a un niño que llora en medio de la noche.
Nadie se hace famoso por romper peleas entre hermanos.
Nadie se hace famoso por ayudar con los deberes...
No hay fama para nada de eso.
Nadie te dará una palmada en la espalda y te dirá: "Chica, ¡qué trabajo tan increíble estás haciendo! ¿Puedo tomarme una foto contigo?".
No habrá marchas en su honor.
No habrá fiestas.
Ser madre, trabajar y dedicar tu vida a tus hijos puede parecer un trabajo desagradecido, pero la maternidad no se trata de poner nuestro nombre en el centro de atención. Es para la gloria de Dios. Cada vez que haces algo por estos niños y piensas que tu trabajo no es notado por nadie, Él lo hace. Se regocija en tu capacidad de hacer lo mejor por estos niños que tanto amas sin esperar ningún reconocimiento. Y en eso, Él es glorificado. Glorificar a Dios por la maternidad es más gratificante que recibir cualquier honor en este mundo.
Parece que no hay gloria en la maternidad. Parece que hacemos todo por nada. Pero ¿sabes?, todo vale la pena. Todo tiene una razón. Todo tiene un gran propósito: el propósito de Dios.
(Tomado de: La Mujer Fuerte)