Muchos son humildes de boca, pero no de corazón. Les oiréis decir: «Soy el más miserable de los hombres; merezco mil infiernos.» Y luego si alguno los reprende o les dirige una palabra picante, veréis que al punto se alzan altaneros: son como los erizos, que, apenas se les toca, no muestran sino espinas ¡Cómo! Acabas de decir que eres el más miserable de los hombres, y ¡ahora una palabrita lo convierte en un volcán de ira! «El que es verdaderamente humilde -dice San Bernardo se tiene por vil y despreciable y quiere que los demás le tengan por tal».
San Alfonso María de Ligorio. “El camino de la salvación”