Hoy la Iglesia celebra a los Santos Ángeles Custodios. Algunos despistados creen, erróneamente, que se trata de una devoción infantil.
La vocación de los ángeles consiste, primero que nada, en contemplar al Señor en el cielo y alabarlo sin cesar. Pero, de acuerdo con la Sagrada Escritura, el Señor les ha encargado presentarse ante los hombres en una forma fraternal. Esto es lo que recordamos al festejar a los santos ángeles custodios o ángeles de la guarda.
No se contentó Dios con habernos dado a su Hijo único para que nos librara del pecado, ni con enviarnos a su Santo Espíritu para que nos colmara de sus santas gracias; sino que, además, para no omitir ninguno de cuantos cuidados pueden afectar a nuestro interés y a mantenernos en la piedad y en su santo amor, envía a la tierra, para nosotros, a los santos ángeles, espíritus bienaventurados que gozan de Él en el cielo, para que estén siempre cerca de nosotros, con el fin de socorrernos y servirnos en todo tipo de situaciones.
Dios ha asignado a cada hombre un ángel para protegerle, guiarle y facilitarle el camino de la salvación mientras está en este mundo.
Se puede decir que el Ángel de la Guarda es un compañero de vida que siempre está al lado de cada hombre, en las buenas y en las malas. No se separa de él ni un solo momento. Está con él mientras trabaja, mientras descansa, cuando se divierte, cuando reza, cuando le pide ayuda y cuando no se la pide.
El Ángel Custodio no se aparta de la persona que cuida ni siquiera cuando pierde la gracia de Dios por el pecado. Por el contrario, él le prestará auxilio para enfrentarse con mejor ánimo a las dificultades de la vida diaria y a las tentaciones que se presentan en la vida.
Muchas veces se piensa en el Ángel de la guarda como algo infantil, pero esto no debe ser así, pues si pensamos que la persona crece y que con este crecimiento se tendrá que enfrentar a una vida con mayores dificultades y tentaciones, el ángel custodio resulta de gran ayuda.
San Bernardo en el año 1010 hizo un sermón muy célebre acerca del Ángel de la Guarda, comentando estas tres frases: Respetemos su presencia (portándonos como es debido). Agradezcámosle sus favores (que son muchos más de los que nos podemos imaginar). Y confiemos en su ayuda (que es muy poderosa porque es superior en poder a los demonios que nos atacan y a nuestras pasiones que nos traicionan).
A nuestro ángel custodio, Dios le permite llegar directamente a la mente (sin palabra alguna), suscitando imágenes, recuerdos, impresiones que nos señalen el camino correcto a seguir; así, el Ángel de la guarda se convierte en aquel que:
1. Nos auxilia tanto espiritual como materialmente.
2. Nos protege de los peligros del alma y del cuerpo.
3. Nos llama a hacer el bien.
4. Nos anima y nos conforta en las dificultades.
Finalmente, es importante recordar que los Ángeles no tienen el poder de Dios ni su sabiduría infinita. Que pueden ayudarnos porque Dios se los permite.
Procuremos pues, ser devotos y agradecidos con nuestro Ángel; y toda vez que nos sintamos acosados por alguna tentación violenta o que nos veamos amenazados por alguna grave tribulación, invoquemos al ángel que nos guarda, nos guía y nos socorre tan favorablemente en nuestras necesidades y aflicciones. Dirijámonos a él con fervorosas y continuas oraciones, ya que está siempre presente y dispuesto a defendernos y consolarnos.