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POR LA SEÑAL DE LA SANTA CRUZ

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Por Sor Clotilde García Espejel, E.D.

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El mundo, "super civilizado", de hoy es totalmente contradictorio y absurdo, niega en honor a su "ciencia" muchas verdades de la Fe, entre otras, la existencia del demonio, y sí, en cambio, cree y vive lleno de supersticiones como el horóscopo, el tarót, el espiritismo, la adivinación, en fin múltiples supercherías. El hombre desconoce a La Providencia Divina y el Libre Albedrío y pone su fe y su confianza en la suerte y la casualidad.

Y en ese ambiente de falsedades y contradicciones ha olvidado, no sólo los auténticos valores, sino a los grandes enemigos del hombre: EL MUNDO, EL DEMONIO y la CARNE; así como la poderosa forma de combatirlos: la ORACIÓN y la SEÑAL DE LA CRUZ .

Conocemos, por nuestras misiones, los grandes problemas de la humanidad: sobre todo de las familias donde se vive el disimulo, las malas convicciones, las divisiones, las riñas, las envidias, el ocio, la venganza... ¡Nada de caridad cristiana! Todo fundado, nacido de la soberbia.

Diariamente somos informados de terribles y trágicos asaltos donde mueren personas inocentes, padres de familia... en manos de cobardes criminales sin escrúpulos. Crímenes realizados por dinero, bajas pasiones y de tal forma ejecutados que el riquísimo idioma castellano, ya no tiene adjetivos para calificarlos.

Bienaventurada eres porque en tus brazos
estuvo sostenido el precio del mundo
Violencia, vicios, inmoralidades, etc. y, desde luego, todos hacemos angustiosos comentarios; pero nadie percibimos los motivos ni hacemos nada para detener al demonio quien, a través de los hombres empedernidos en el mal, se hace manifiesto en tan brutales acciones.

El hombre ha dejado a Dios o tiene un dios a su manera, y sólo busca el placer, el poder y el dinero, no le importa el ser, sino el tener para satisfacer su propio yo.

¡HERMANOS!, ayudemos a parar esta fuerza devastadora de maldades, crímenes, orgías, templos satánicos, supersticiones e impiedad, rezando y usando de la Santa Cruz, no como un talismán o algo mágico; sino con la Fe en la Cruz que es, no sólo la insignia y Señal del cristiano, sino que lo es porque fue el objeto que usó Cristo Nuestro Señor para redimirnos y que entregó al mundo para que no olvidara su origen y su destino dándole con su muerte una fuerza incomparable contra el mundo, el demonio y la carne.

Si Cristo, muriendo en la Cruz nos arrebató del poder de la tinieblas, con mayor razón podrá con ella, salvamos de todo peligro de alma y de cuerpo.

Limitemos, con ella, la maldad del hombre contra el hombre; del prójimo contra el prójimo; del hermano contra el hermano.

Persignémonos siempre que nos sea posible.

La Santa Cruz es la Insignia o Señal del cristiano, es el estandarte que representa al pueblo católico, mas no es un frío estandarte, sino una brillante Cruz que nos invita al sacrificio, a la renuncia y nos defiende del enemigo.

"Eres Árbol hermoso y resplandeciente adornado con la púrpura del Rey ... Bienaventurada eres porque en tus brazos estuvo sostenido el precio del mundo... Ninguna selva produce un Árbol tan hermoso por sus flores y sus frutos ...". De esta manera divina, profunda, trascendente y poética se expresa la Iglesia sobre la Santa Cruz.

Crucifijo con medalla de San Benito
El gran San Juan Crisóstomo dice: "La Cruz es magnificencia de los Reyes, escudo perfecto, libertad de los esclavos... gloria de los mártires ... fundamento de la Iglesia".

La Santa Cruz es Insignia y Señal del Cristiano por que Cristo, Dios y Hombre verdadero, la eligió para redimirnos y porque, al persignarnos confesamos el fundamental y bellísimo Misterio de la Santísima Trinidad, el Misterio de la Redención y con él el Misterio de la Encarnación.

Confesamos el misterio de la Santísima Trinidad, cuando decimos: "En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo", confesando al mismo tiempo su Unidad, pues no decimos en los nombres, sino en el Nombre y las tres cruces al signarnos manifiestan a las Tres Personas de la Santísima Trinidad.

Confesamos el Misterio de la Redención, porque usamos de la Cruz donde fuimos redimidos, y, de algún modo, se nos hace presente el Misterio de la Encarnación; ya que no podemos concebir la Redención sin la presencia de La Segunda Persona de la Santísima Trinidad que bajó del Cielo y tomó nuestra naturaleza humana en el vientre virginal de la Santísima Virgen.

Además la Cruz es nuestro consuelo, pues consideramos que nuestros sufrimientos sólo son un remedo de los de Cristo en la Cruz que antes El padeció por nosotros. Añadiendo que la Cruz Santa nos marca nuestro destino eterno: El Cielo.

Una niña protestante dijo cierto día la a su padre:

- No puedo ver a Enrique VIII.
- ¿Y por qué?
- Porque nos quitó los crucifijos,
- ¿Cómo? ¿Ya te has vuelto papista?
- No, Papá
- ¿Tu aya te ha metido eso en la cabeza?
- No, nada me ha dicho.
- ¿Pues de dónde has sacado esas ideas?
- Mira papá: el otro día estaba yo muy triste y quería consolarme. Fui a buscar a mamá, pero estaba en cama, enferma, tu habías salido a la calle y yo no podía consolarme contigo. En esto, pasando por la sala vi tu retrato, lo cogí, lo abracé, lo besé; ya con esto se me quitó la tristeza. Con mayor razón ha de consolarnos la imagen de Cristo que es nuestro Padre. ¿Por qué razón sólo los papistas han de tener el retrato de Cristo para consolarse? Yo lo quiero tener.

El corazón del padre no pudo resistir a tan tierna súplica y a pesar de ideas, compró un crucifijo, lo adornó y lo regaló a su hija. Poco después la niña se hizo católica y, posteriormente sus padres.

Usamos la Santa Cruz, signándonos y santiguándonos y persignándonos:

a) Signándonos, cuando hacemos tres cruces con la mano derecha: la primera en la frente diciendo:
"Por la señal de la Santa Cruz'; la segunda en la boca diciendo: "de nuestros enemigos" y la tercera en el pecho diciendo: "líbranos, Señor, Dios nuestro",

Santiguarse
b) Santiguándonos, con la mano derecha extendida y llevándola a la frente diciendo "En el nombre del Padre", se baja al pecho y se dice: "..y del Hijo", y del hombro izquierdo al derecho diciendo: "...y del Espíritu Santo Amén".

c) Persignándonos, que no es otra cosa que signarse y santiguarse conjuntamente.

Hemos de usar la señal de la Cruz al levantarnos, al acostarnos y al salir de nuestra casa, al volver a ella, al empezar cualquier trabajo, al ser tentados por el maligno movidos al mal por nuestra propia concupiscencia, en cualquier peligro que aceche al alma o al cuerpo y siempre que podamos hacerlo y será gran remedio contra tanto mal que hay en el mundo.

Si Cristo venció por la Cruz, nosotros triunfemos con ella. Hagamos la Cruz con Fe, con profundidad, y así nuestra Esperanza será fortificada y nuestra Caridad encendida y abrazada en el amor de Dios. San Benito iba a ser envenenado por uno de los jóvenes a quienes había reprendido, pero San Benito hizo la señal de la Cruz en la sopa antes de tomarla y ésta estalló derramándose así el veneno.

Fue Cristo nuestro Señor quien nos enseñó las palabras usadas para santiguarse, otros afirman que la forma también fue enseñada por Él. Pues dice Nicéforo, que San Juan Evangelista usó la forma y las palabras de santiguarse para morir. (Catecismo de Ripalda por el padre Luis Vega, S.J.).

Los Católicos llevamos la mano derecha extendida de izquierda a derecha para signarnos porque pasamos de las tinieblas a la luz.

Ten un crucifijo en tu recámara o dormitorio y hónralo con tu buena conducta. Ojalá llevaras en tu pecho una cruz que te recordara que eres cristiano y que debes vivir como tal y finalmente persígnate siempre que te sea posible sin fanatismos ni exhibicionismos.

 Fuente: Hermanas Eremitas de Dios

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